lunes, 15 de agosto de 2011

Los murales de Chelo Candia cuentan la historia popular de Allen, con colores y afectos

 Arriba: el doctor Kantor con "su" mural sobre el viejo hospital de Allen; abajo: jóvenes, los de pintura y los de carne y hueso, juntos en la esquina de la escuela 1.
 
 Chelo y el truco visual de los pibes jugando al voley, sobre la esquina del Club Unión Alem Progresista; abajo, el homenaje al inolvidable cine San Martín, su dueño, Chaplin, el pibe... y la gordita que imita a Marilyn.


Unas cuantos frentes de edificios públicos y casas particulares de la ciudad de Allen cuentan la historia del pueblo, a través de coloridos murales realizados por el multifacético artista plástico Chelo Candia. Lo singular de esta “galería de arte a cielo abierto” es que los vecinos de la localidad son los auténticos protagonistas de las pinturas, como personajes de una historieta gigante.

Allen es una ciudad mediana, de perfil frutícola, cuya historia oficial arrancó el 25 de mayo de 1910 cuando un grupo de colonos se reunió para distribuirse las parcelas que les otorgaba la dirección de Tierras de la Nación y celebrar, modestamente, el Centenario de la Revolución de Mayo. El crecimiento posterior fue producto del esfuerzo de los chacareros inmigrantes, con apoyo de organismos públicos y el desarrollo de las propias instituciones. Esta simple cronología de acontecimientos está reflejada en los 14 murales que Chelo Candia lleva pintados, desde marzo del año pasado, en una serie que tendrá punto final en pocas semanas más con la realización de la obra número 15.
El proyecto fue propuesto por Candia a las autoridades municipales en el marco de la conmemoración del Centenario de Allen, para mayo de 2010, y contó con el decidido apoyo del intendente Graciano Bracalente. El artista tuvo el asesoramiento de la historiadora local Graciela Vega y sobre la base fotos antiguas (similares a las que se publican habitualmente en Perfiles y Postales) pudo reconstruir momentos de la vida cotidiana y los rostros de recordados vecinos.
Una visita guiada
Un par de semanas atrás, en una fría jornada de este invierno, el cronista tuvo el privilegio de ser guiado por el propio Chelo Candia en una recorrida por la totalidad de los murales, distribuidos en el radio de las 30 manzanas centrales de Allen. Lo que sigue es la descripción de la caminata, con algunas intervenciones del artista, y las referencias a las ilustraciones que acompañan esta nota.
La galería arranca con el mural dedicado a los pueblos originales, donde se representan rostros, instrumentos musicales, elementos culturales y también, en contraste de negro, las tropas militares de la campaña de Roca. El segundo es sobre la fundación, aquel día 25 de mayo de 1910, y está pintado sobre el edificio de la Municipalidad, donde aparecen los pioneros y el fundador Piñeiro Sorondo. Por otra calle encontramos el mural que recuerda la figura de Marianito, un joven de Allen con síndrome Down que fue muy querido y participaba en un grupo teatral “Cosechadores de Sueños”.
La siguiente obra que visitamos está referida al emblemático edificio del Hospital Regional de Allen, que se inauguró en 1925 y fue durante muchos años el centro público de salud más importante de la región. “En la memoria de mucha gente es muy fuerte el recuerdo del hospital y tomamos una foto del frente en el día de su inauguración, y también imágenes del interior, donde se ve a su personal trabajando; y entre ellos se destaca la figura del apreciado doctor Isidoro Kantor, que prestó la pared del frente de su casa (ver foto) para pintar el mural” explicó Chelo.
La recorrida siguió con el mural sobre la capilla Santa Catalina y el colegio adjunto, ya demolidos, que están representados en la esquina de un supermercado, en el mismo terreno donde estuvieron años atrás esos edificios.
Unos pocos metros más adelante llegamos al mural “Memoria” y aquí relató Chelo Candia: “quisimos hacer una especie de síntesis de todo lo que significa la galería, tal vez porque es el trabajo más reciente, ya casi en el final del proyecto. Allí aparecen el placero, don Rapetti; un momento de las manifestaciones previas a la revocatoria popular del intendente Ulises Gentile; don Bentata, un conocido comerciante de algunas décadas atrás; y el primer colectivo de la empresa KoKo, de 1941”.
Sobre la esquina de la escuela 1, está el mural “Educación” donde Chelo retrató al primer maestro de Allen, y también se muestra una tradicional foto de aula, de esas donde una alumna aparece sentada a la mesa de la maestra con un cuaderno y lapicera en la mano. En los laterales del mural aparecen jóvenes estudiantes secundarios pintados con tanto realismo que se confunden con los chicos verdaderos que se sientan sobre un parapeto que rodea la pintura, en sus habituales encuentros a la salida de las aulas. (Ver foto) “Yo sabía que los chicos se sientan acá y por eso dibujé otros pibes en proporción real para que se integren en el conjunto, para mezclarlos con los de verdad, todo reunidos allí en esa esquina” apuntó el artista.
“Tierra y Trabajo” se llama el siguiente friso, sobre el lateral de la Escuela Industrial (donde hizo sus estudios secundarios el propio Chelo) “donde hicimos referencia al trabajo particular de Allen que tiene que ver con la tierra y las chacras, los hornos de ladrillo, las bodegas, y las canteras de yeso también; con la presencia, además, de los alumnos de la Industrial, porque al lado de la pared que pintamos está la puerta del taller”.
El que sigue, sobre la esquina del gimnasio del Club Unión Alem Progresista (una institución emblemática de la ciudad) es el mural en homenaje a los deportistas allenses en general. Allí se pueden ver jugadores de fútbol con las camisetas de Unión, Alto Valle y Estrella Polar (el club donde jugó el padre de Chelo); y hay dos chicos jugando al voley en un truco de perspectiva preparado para sorprender a quienes pasan caminando por allí. (Ver foto)
La obra siguiente (en la recorrida) se llama ‘La chacra’ y se apoya en la reproducción gigante de una foto de archivo que ilustra un típico momento de la actividad frutícola: la fumigación de las plantas, realizada por un hombre y sus hijos. “Es una foto tomada hace muchos años en una chacra de la zona y la nieta del productor pasó en auto y al reconocer a su familia paró para mirar la tarea, y se sacó fotos junto al mural” señaló Candia.
Otra actividad vinculada a la producción frutícola, como lo fue la fábrica Bagliani, es el eje del mural que se visitó después. “Recuperamos la memoria de la producción de tomates y salsas, las etiquetas y el diseño de la marca, con una escena del interior del establecimiento en plena producción” dijo Chelo.
Después de algunas cuadras, a lo largo del boulevard que corre paralelo a las vías en donde se ha reunido esculturas y referencias históricas, se llega al mural dedicado al desaparecido cine San Martín. Advirtió Candia que “en Allen hubo otro cine, pero yo no lo conocí, y por eso puse el ojo en el San Martín, a partir de mi experiencia personal. Aquí aparece como protagonista principal el señor García, que era el dueño del cine, con una vista del frente, otra del interior de la sala, Carlos Chaplin con el pibe de su famosa película y dos agregados, que no son del cine pero me pareció interesante incorporarlos como chistes.” (Ver foto)
Esos agregados a los que se refiere Chelo le confieren a esta obra un toque especial: uno es la silueta de un conocido vecino allense, don Herrera, que desde hace muchos años vive junto a lo que fue el cine (ahora es un negocio de electrodomésticos), y aparece desde un pequeño balcón saludando; y el otro es el de una señora gordita que espera el colectivo (porque la pintura está, precisamente, enfrente de la parada de los micros interurbanos) y el viento que se arremolina le levanta la pollera (igual que a Marilyn Monroe).
“Don Herrera sale poco de su casa, pero cuando alguien le contó que estaba en ese mural fue y se sacó una foto allí” comentó Chelo Candia.
Cruzando la avenida, en el lateral de un taller mecánico y una estación de servicios se ubica la obra de recordación y exaltación de la pasión por el automovilismo deportivo, de cuando Allen era considerada “la capital tuerca del Comahue”. El paso de los tiempos y los modelos, desde aquellos “bólidos” con motor Ford A, pasando por los Gordini, hasta el Sierra de Jorge Eidilstein; el trazado del autódromo General Mosconi (actualmente fuera de uso) y el recuerdo del quincho del Allen Moto Club como el sitio de las fiestas sociales más calificadas, están representadas en esta pintura.
La gira por la “galería de arte a cielo abierto” llegó al punto final con el mural sobre los artistas de Allen de todos los tiempos. “Allí quise meter referencias a la música, las danzas, la literatura y las murgas, todo junto en una síntesis de lo que ha sido y sigue siendo la rica vida cultural de mi pueblo” describió el autor. En esta obra Chelo reprodujo una foto de la antigua banda de música municipal y, mientras la estaba pintando, apareció uno de los ejecutantes y se quejó porque no lo estaba haciendo bien igual. “Yo quiero ser reconocido, quiero que vengan mis hijos y mis nietos a verme en el cuadro” pidió el hombre y el artista, por supuesto, accedió.
Perritos y un linyera singular
Chelo Candia y su eficaz asistente, María Langa, tuvieron el acierto de retratar estos personajes reconocibles y veraces de la historia popular de Allen, en la serie de frisos que como una especie de historieta gigante de “continuará” despliegan un colorido relato callejero. Pero hay otros sellos, que responden a la creativa impronta de Chelo. Por ejemplo el haber incorporado en los murales a los infaltables perros de pueblo. “El primero fue el de una vecina, que tuvo un gran éxito de aprobación, por lo que decidimos seguir pintando siempre algún perrito y hasta me di el gusto de representar aquel dicho de ‘perdido como perro en cancha de bochas’ y en otro caso lo escondí a la sombra de un camión”. También aparece con perros y todo, en el mural de homenaje a los artistas, uno de esos linyeras bohemios que nunca faltan. “Se llamaba el Zorro Manzaneda, un hombre que un día decidió vivir pobre, en su propia casa y lo pinté, como andaba siempre por la calle con sus perros” relató.
Falta el mural número 15, que estará dedicado a las grandes competencias ciclísticas que caracterizan a Allen en los últimos años. Con esa obra Chelo habrá completado su propuesta; y la historia habrá quedado en las paredes.