lunes, 29 de agosto de 2011

Viejas fotos que disparan nostalgias y recuerdos

 Agasjo al juez federal de Viedma De La Fuente (arriba); una noche de carnaval, con un grupo de jóvenes de Viedma y Patagones (abajo)
 La primera fiesta de  la lana en Viedma , año 1949 en el cine San Martín.
Un hombre de 78 años ejercita su impecable memoria frente al monitor de una computadora, que le muestra imágenes fotográficas del ayer. Reconoce personas y sus nombres, ubica los lugares y las circunstancias de la escena retratada, construye el relato. El cronista lo acompaña en el recorrido, toma apuntes, hilvana episodios y compagina la nota.

El hombre se llama Aníbal Argañaraz, pero más lo conocen por el sobrenombre de “Icho”, posiblemente inspirado en un pueblo cordobés: Icho Cruz. Nació fortuitamente en Buenos Aires, pero la infancia y la adolescencia, ese territorio de aventuras y descubrimientos inolvidables, los transcurrió en Viedma, donde fue alumno de la escuela normal y del colegio nacional. “Mi padre, Carlos Argañaraz, maestro y profesor de geografía egresado de la Escuela Normal Mariano Acosta de la Capital Federal, era primo hermano del profesor Raúl Fernández, director de la escuela normal de Viedma, que le propuso que se viniera para aquí, en 1928. Papá ya estaba de novio con mi madre, Emilia Bassas Pujol, al poco tiempo se casaron en Buenos Aires y la trajo para formar aquí su familia. Los dos ejercieron la docencia durante 30 años, gozando del aprecio de sus colegas y alumnos, tuve el privilegio de tener padres docentes, al estilo de antes, dueños de prestigio social.”
Argañaraz facilitó al cronista una importante cantidad de fotos antiguas, algunas heredadas de sus padres y otras de su propia cosecha, que ilustran momentos de la vida social de la Capital del Territorio de Río Negro en las décadas de los años 30 y 40 del siglo pasado.

Los notables
Muchas de esas imágenes corresponden a los tradicionales banquetes en homenaje de caballeros distinguidos de las sociedades viedmense y maragata, celebrados habitualmente en el restaurante del hotel España, propiedad de don Miguel Cruz, sobre la calle Buenos Aires entre Belgrano y Saavedra. “Era un lugar de categoría y amplitud suficiente como para recibir unos 100 comensales” apuntó Icho, mientras revisaba el archivo ya digitalizado. Una de las fotos (la que se presenta en esta nota con el epígrafe “Homenaje al juez federal Mario De La Fuente”) permite identificar a un grupo de notables caballeros, con actuación en ámbitos profesionales, políticos e institucionales.
Señaló nuestro guía por la memoria “en esa cena se reunieron prestigiosos médicos, un ingeniero, un farmacéutico, comerciantes, ganaderos, futuros jueces y cuatro hombres a quienes les tocaría, años después, altas responsabilidades públicas: el primer gobernador electo de Río Negro, un senador nacional que llegaría a la Presidencia de la Nación, otro representante en la cámara alta del Congreso y un presidente del Concejo Municipal de Viedma”.
La nómina es la siguiente (mirando la foto en detalle de izquierda a derecha) sentados: Juan José Pino, Roberto De Rege, Pedro Ecay, Gullermo Humble, José María Guido, Carlos Argañaraz, Mario De la Fuente (en la cabecera), Diego Contín, Antonio Sussini, Edgardo Castello, Alberto Cortés y Marcos Viglione. Parados: Antonio Pedro Ramón del Rosario García, Esteban Pazos, Julio César Brunello, Elvio Castello, Ramiro García, Vicente Rossi, Nazario Contín y Erberto Castello. ¡Realmente un grupo de notables!

Las fiestas juveniles
“Las fiestas juveniles eran grandes acontecimientos sociales, a veces largamente esperados. Había por lo menos un gran baile por mes, con motivo de la celebración de las fiestas patrias y otras celebraciones como el carnaval, a las que era obligatorio asistir para las chicas y los muchachos de Viedma, en Villa Congreso (el Rancho Grande), Sol de Mayo y Jorge Newbery de Patagones. También estaban los asaltos que se hacían en la casa de alguna chica, con el total consentimiento y control de los padres por supuesto, sobre todo en cuanto a la posible introducción, de parte de los varones, de alguna bebida alcohólica, tipo Cubana. Entre los estudiantes del Nacional y la Normal se formaba un grupo compacto de amistad, amistades verdaderas aún entre mujeres y hombres, donde no faltaban la galantería y el interés amoroso naturalmente” comentó Icho. Después, mirando en detalle una foto de festejo de carnaval (en un salón no identificado) observó que “algunos de los noviazgos que se insinuaban en aquellos tiempos se concretaron en casamiento y familias, pero otros se diluyeron en el tiempo y sólo nos quedaron dulces recuerdos”.
Argañaraz identificó a unos cuantos de los protagonistas de la foto que lleva como epígrafe “Una noche de carnaval a fines de los 40”. En el centro de la imagen, sentado en el piso y con un gorrito, aparece Silvio Aostri, flanqueado por dos bellezas: a su derecha (con abanico en la mano) Margarita Sánchez, y a su izquierda (tomándose las manos) Fanny Crespo. En cuclillas la primera dama de la izquierda, es Martita Ballesteros, al lado Nelly Estremador (con tocado), Andrés Iribarren, Pate Campora, un joven Scatena, y una chica y un muchacho no reconocidos y al final de la fila Coco Quiroga. Entre quienes están de pie Margarita Toledo, Chichí Mírcoli, un muchacho de apellido Rojas, Maruca Francioni, Carlitos López, Monina Martínez Roca, Icho Argañaraz (peinado a la gomina, con anteojos, le susurra algo a la bonita señorita que tiene al lado), Kelo Vichich (que se asoma por atrás), Norma Génova, Cota Mírcoli, Coco Mansilla, Mae Ballesteros y Raquel Argañaraz (mirando hacia fuera de la foto). ¡Jóvenes del ayer!

Una reina de la lana
“Esta escena es en el cine San Martín, tan elegante, tan luminoso, era un verdadero lujo para la Viedma de fines de los 40 y principios de los 50. Es la primera fiesta de la lana, y se puede ver a la participante por Viedma en el concurso de elección de la reina, una joven llamada Esilda Ressia, que avanza sonriente hacia el escenario, mientras atrás esperan para subir otras candidatas. Se puede apreciar el cuidado que teníamos todos en nuestra forma de vestir para asistir a un acontecimiento de esta naturaleza” recordó después, contemplando otra foto.
Reflexionó que “ver estas imágenes produce una fuerte nostalgia, porque muchos de los amigos que aparecen en estas fotos ya no existen físicamente, aunque persisten en nuestra memoria, naturalmente. Fue una época de transición entre normas sociales muy rígidas, que separaban los estratos sociales de Viedma entre los del centro y los de los barrios, que empezó a nutrir amistades que rompían esas diferencias. Era una vida sencilla, pero muy animada”.

Tiempos de la Legislatura
Un salto en el tiempo. Días atrás Aníbal Argañaraz participó, especialmente invitado, en la celebración del cincuentenario de la creación de la Biblioteca de la Legislatura de Río Negro. Se reencontró allí con antiguos amigos de su época de secretario del parlamento, como los son los ex diputados Ignacio Piñero y Elías Chucair. “Yo estaba radicado en General Roca, con un emprendimiento comercial, y el gobernador Castello viajó para una inauguración, acompañado por Antonio Pedro Ramón del Rosario “Paco” García; nos conocíamos con Paco y me invitó al banquete en el club Italia Unida. Una semana después Paco me llamó porque Aldo Liccardi estaba por renunciar a la secretaría de la Legislatura para pasar a la secretaría General de la Gobernación y estaban buscando un reemplazo; me ofreció el cargo y yo dudaba en aceptarlo, porque no sabía si estaba capacitado para desempeñarlo. Hablé con Castello, que me dio su consentimiento, y después charlé con el presidente de la Legislatura, Farid Marón, hombre de orden impecable, un verdadero caballero. Estuve en el cargo hasta el golpe que derrocó a Frondizi, y volví a la misma función en los tiempos del gobernador Carlos Nielsen, con don Valentín de Prado como presidente de la Legislatura. En 1966, cuando cayó el gobierno nacional de Arturo Illia, quedé a cargo de los bienes de la Legislatura; más tarde cuando era gobernador el comodoro Lanari, por encargo del secretario general de la Gobernación, el maestro Carlos Delgado, pasé a una función de coordinación entre áreas del gobierno”.

Requeijo, gobernador y amigo
Aníbal Argañaraz permaneció en esas tareas administrativas hasta octubre de 1969, cuando llegó como interventor primero y gobernador después el general Roberto Vicente Requeijo. “La primera tarea que me encargó Requeijo fue que le hiciera un relevamiento de situación en Río Colorado, donde había que remover al intendente; después me mandaron como intendente a General Conesa, en donde también había un lío bárbaro y un montón de enfrentamientos. Allí estuve hasta mayo de 1973 y fueron, desde el punto de vista de la función, los mejores años de mi vida”.
La última foto del recorrido por la memoria de Icho nos muestra al general Requeijo, de sport, fumando y pensativo. “Con Requeijo nos hicimos grandes amigos, primero en una relación cordial de gobernador a intendente, después cuando él se quedó en el llano entramos más en confianza y llegué a conocerlo mucho. Era un hombre con una enorme vocación política, que superaba totalmente su condición de militar, y sus preocupaciones eran esencialmente sociales, lo que demostró como jefe de la guarnición de Curuzú Cuatiá, en Corrientes. Fue un hombre valioso para Río Negro, desde luego, que tomó siempre con enorme responsabilidad las funciones que le tocaron”. Las fotos quedan en la computadora, algunos recuerdos en la crónica.

sábado, 27 de agosto de 2011

Cinco historias que nunca ocurrieron, pero las cuenta la gente

 El caserón Sassenberg-Landalde (arriba) y la casa de Gobierno de Viedma (abajo) habrían sido escenarios de algunas de estas historias que nunca ocurrieron pero, sin embargo, las cuenta la gente.
La crónica de hoy reproduce 5 historias que no ocurrieron, y son pura ficción. ¿Por qué publicarlas, entonces? Porque son relatos que de tanto en tanto, con variada repetición, llegan a oídos del cronista y confirman su presencia en el imaginario colectivo local. No hay nada que demuestre la veracidad de estos hechos, y por lo mismo se carece de elementos que permitan ubicarlos en el tiempo.



Una ballena en el río
Esta historia tiene autor responsable. Una calurosa mañana de sábado, a fines del mes de diciembre, un conductor radial anunció un insólito descubrimiento. En la costanera del río Negro, en cercanías del Centro Municipal de Cultura, la bajante había dejado varada una enorme ballena franca austral, de esas que habitualmente hacen las delicias de los turistas en Península Valdes. El referido radionauta no sólo anoticiaba a su audiencia sobre el caso singular, sino que ensayaba alguna posible explicación, como que el gigantesco cetáceo habría estado siguiendo un cardumen aguas arriba, desde la desembocadura del río en el mar; sino que también pedía la urgente presencia de voluntarios que concurriesen al sitio para arrojarle agua al animal y evitar su deshidratación, hasta que pudiera flotar nuevamente y volver a nadar. El relato radial se produjo a hora temprana y a pesar de la jornada no laborable una importante cantidad de personas concurrió al lugar; algunos testigos aseguran que llegaron varias familias enteras y los más chicos llevaban baldes; tampoco faltaban los aficionados a la fotografía con sus cámaras en ristre. Pero al llegar al sitio y a poco de desplazarse entre sauces y juncales no lograban ver la ballena, con lo cual tras el primer desaliento alguien –posiblemente el más perspicaz- exclamó: “¡hoy es 28 de diciembre, día los santos inocentes!”. El efecto de la broma se disipó rápidamente y al caer la tarde el tema apenas era un murmullo en los bares de la calle Buenos Aires. Pero eran algo más de las 8 del largo crepúsculo vespertino cuando un lanchero que realizaba el monótono cruce de pasajeros entre las dos orillas divisó, a estribor y hacia la proa, a unos 5 metros de distancia, el inconfundible chorro de agua que expulsan las ballenas al expeler aire y enseguida pudo ver, a pesar de la escasa luminosidad, el lomo verrugoso del mamífero marino. El timonel buscó la mirada de sus pasajeros, para comprobar si alguien más había visto la misma inesperada aparición, pero la mínima nave sólo estaba ocupada por una pareja de novios que, ajena todo cuanto los rodeaba, se prodigaban un apasionado beso. El animal no volvió a verse.

Los fantasmas de la casa de Gobierno
Se han recopilado cuatro casos de aparición de fantasmas en la Casa de Gobierno, en Viedma.
Primer caso: gritos en el sótano. Todo el subsuelo de la parte más antigua de la sede oficial, que da sobre las calles Laprida y Belgrano, está ocupado por un sótano en donde antiguamente funcionaba la caldera para la calefacción. Al lugar se accede por una puerta ubicada debajo de la escalera que conduce a la planta alta. Los gritos escuchados son, según uno de los informantes, los de una mujer que pide auxilio; otro de los dicentes asegura que es la voz de un hombre y parece que sufriera dolor. El hecho se habría registrado por la noche y también en la siesta de una calurosa tarde de verano.
Segundo caso: la máquina de escribir. En la quietud de la noche, cuando todos los empleados administrativos ya se habían marchado, se escuchaba el tecleo característico de una máquina de escribir manual.
Tercer caso: murmullos en el salón gris. Uno de los informantes dice haberlos escuchado a la mañana muy temprano, antes que ingresen personal y autoridades; otro asegura que ocurrió por la noche. El caso es que desde el vestíbulo de planta baja se oían murmullos provenientes del salón gris, como si varias personas conversaran en voz baja. Un testimonio sostiene que un policía se animó a entrar, con el salón y penumbras, y escuchó los murmullos sin poder identificar que decían las voces, pero cuando encendió las luces el silencio fue tota, y no había nadie por cierto.
Cuarto caso: la luz del despacho. Pasando el pasillo lateral de la escalera, en planta baja, está la oficina antiguamente ocupada por la dirección general de Gobierno. Un ordenanza recuerda que a fines de la década del sesenta varias noches encontraba encendida la luz del velador ubicado sobre el escritorio y la apagaba; pero al rato, sin que nadie hubiera entrado, volvía a estar prendida. Una noche, para asegurarse que no fuera un desperfecto de la perilla, la desenchufó. Pero volvió a encenderse, con el tomacorriente en su lugar.
Quinto caso: la dama misteriosa. Algunos dicen que lleva un vestido blanco, otros aseguran que es un delantal como de maestra... pero cuenta que la mujer baja las escaleras y se pierde hacia la calle, o se la divisa en alguno de los pasillos superiores. Esto ocurre sólo por las noches.
¿Explicaciones? Son varias, se habla de muertes ocultas, de amantes secretos, de empleados ya fallecidos que dejaron literalmente su alma en las oficinas.

El OVNI sobre la cárcel
Ocurrió en una gélida noche de invierno, durante la época de la dictadura militar, cuando determinado tipo de información relacionada con fuerzas de seguridad era muy difícil de corroborar. El informativista de turno, en la vieja LU15, estaba a punto de cerrar la oficina, después del último boletín, cuando un efectivo uniformado de la Policía Federal entró corriendo –fusil en mano- y pidiendo casi a gritos que se convocara de urgencia a todo el personal de la Unidad Penal de Viedma para presentarse en el establecimiento. ¿La razón?, no se podía informar. ¿El trascendido?, que había un motín e intento de fuga. El periodista pasó el mensaje al aire y después contrató el único taxi nochero disponible en la plaza Alsina, con el objeto de acercarse a la cárcel y ver qué estaba pasando. Unas cuadras antes un grupo de vecinos reunidos en una esquina le llamó la atención y supuso que algo sabrían. “¿Motín? ¿Fuga?, nada de eso señor, lo que pasó es que un plato volador estuvo detenido como cinco minutos, justo arriba del penal, iluminando todo con una luz muy fuerte”. En el servicio penitenciario nadie confirmó el hecho, pero un celador tuvo una arriesgada confidencia, con el expreso pedido de la mayor reserva de la fuente. Dijo aquel hombre que en el recuento de la mañana siguiente en el interior de los pabellones faltaba un preso. “Era un tipo raro, de piel muy blanca y ojos azules, nunca hablaba con nadie, vino de Devoto por una causa de drogas”.
Dos días más tarde a la radio llegó un comunicado firmado por el director de la cárcel, que informaba que “por razones de seguridad estaba terminantemente prohibido dar a conocer ninguna información relacionada con hechos ocurridos en el penal”.

Los túneles secretos de Patagones
Que corrían entre el Fuerte y la costa del río, como vía de escape ante un eventual ataque de indios agresivos. Que vinculaban la iglesia parroquial y el colegio de las monjas, para escabrosos encuentros amatorios. Que se extendían entre el caserón Sassenberg-Landalde y alguna otra propiedad de la zona del puerto, como escondite de tesoros de piratas. Las leyendas sobre los túneles secretos de Carmen de Patagones estimularon a un investigador de identidad oculta que, allá por los años 60 del siglo pasado, equipado con linternas de minero y buenas herramientas para cavar se lanzó –en el sigilo nocturno- en la búsqueda de los pasadizos misteriosos. El sujeto, viudo y solitario, desapareció de todo lugar que solía frecuentar. Se dice que hace una década un operario municipal que cavaba una zanja cayó en un pozo de 3 metros de profundidad que se abrió a sus pies. Salvó la vida del golpe, pero casi se muere del susto: en la caverna descubierta se halló el esqueleto del buscador de túneles perdido mucho tiempo antes. El relato agrega que un poco más allá, por el mismo paso subterráneo, se encontraron minúsculos restos humanos, que podrían haber pertenecido a bebés recién nacidos. La municipalidad ordenó que se tapara todo. Todo.

Un submarino en San Blas
La segunda guerra mundial ya había terminado, terminaba el invierno en el hemisferio sur. La vida en Bahía San Blas, la localidad costera a 100 kilómetros de Carmen de Patagones, transcurría serena, bucólica y siempre igual. Una parte de la población se volcaba esencialmente en las tareas de mantenimiento y servicio en el casco de la estancia de los Wassermann; otros se dedicaban a la pesca, que generaba abundante cosecha de cazones. Ocurrió en una madrugada de septiembre y aseguran haberlo visto un par de pescadores, por la zona de la playa de arena, cerca de La Rebeca, el chalet de playa de los richachones. En medio de la bruma y la fuerte rompiente, con mar de fondo, se divisó claramente la silueta de un submarino, que sobre los laterales de la torreta tenía pintadas cruces svásticas. Dijeron aquellos involuntarios testigos que desde la nave se disparó una bengala que reforzó la incipiente claridad solar y era la señal esperada por un grupo de personas que, a bordo de dos camionetas, llegaron rápidamente a la costa, al mismo tiempo que un bote acercaba desde el submarino a tres hombres robustos, otro bajo y enclenque al que ayudaron a desembarcar, y una mujer rubia, que se veía muy nerviosa. También, en sucesivos viajes desde el sumergible a la playa, fueron descargados varios bolsos y un par de baúles, que junto con los pasajeros fueron conducidos a la casa principal del pueblo. Una mucama le contó al panadero que los recién llegados sólo se comunicaban en su idioma con el dueño de la estancia, que permanecieron algunas semanas sin salir ni siquiera a los amplios jardines de la mansión y que al hombre mayor, que parecía enfermo, lo llamaban algo así como “meinfiure” y a la señora rubia le decían “fraueva”. Se fueron de noche, en un par de autos negros que empalmaron en la estación de José B. Casás con el tren que se dirigía a San Carlos de Bariloche.

Hasta aquí las cinco historias. Ninguna de ella real, ninguna comprobable con documentos escritos o dichos verificables. Solamente relatos que aparecen en las charlas de sobremesa.

lunes, 15 de agosto de 2011

Los murales de Chelo Candia cuentan la historia popular de Allen, con colores y afectos

 Arriba: el doctor Kantor con "su" mural sobre el viejo hospital de Allen; abajo: jóvenes, los de pintura y los de carne y hueso, juntos en la esquina de la escuela 1.
 
 Chelo y el truco visual de los pibes jugando al voley, sobre la esquina del Club Unión Alem Progresista; abajo, el homenaje al inolvidable cine San Martín, su dueño, Chaplin, el pibe... y la gordita que imita a Marilyn.


Unas cuantos frentes de edificios públicos y casas particulares de la ciudad de Allen cuentan la historia del pueblo, a través de coloridos murales realizados por el multifacético artista plástico Chelo Candia. Lo singular de esta “galería de arte a cielo abierto” es que los vecinos de la localidad son los auténticos protagonistas de las pinturas, como personajes de una historieta gigante.

Allen es una ciudad mediana, de perfil frutícola, cuya historia oficial arrancó el 25 de mayo de 1910 cuando un grupo de colonos se reunió para distribuirse las parcelas que les otorgaba la dirección de Tierras de la Nación y celebrar, modestamente, el Centenario de la Revolución de Mayo. El crecimiento posterior fue producto del esfuerzo de los chacareros inmigrantes, con apoyo de organismos públicos y el desarrollo de las propias instituciones. Esta simple cronología de acontecimientos está reflejada en los 14 murales que Chelo Candia lleva pintados, desde marzo del año pasado, en una serie que tendrá punto final en pocas semanas más con la realización de la obra número 15.
El proyecto fue propuesto por Candia a las autoridades municipales en el marco de la conmemoración del Centenario de Allen, para mayo de 2010, y contó con el decidido apoyo del intendente Graciano Bracalente. El artista tuvo el asesoramiento de la historiadora local Graciela Vega y sobre la base fotos antiguas (similares a las que se publican habitualmente en Perfiles y Postales) pudo reconstruir momentos de la vida cotidiana y los rostros de recordados vecinos.
Una visita guiada
Un par de semanas atrás, en una fría jornada de este invierno, el cronista tuvo el privilegio de ser guiado por el propio Chelo Candia en una recorrida por la totalidad de los murales, distribuidos en el radio de las 30 manzanas centrales de Allen. Lo que sigue es la descripción de la caminata, con algunas intervenciones del artista, y las referencias a las ilustraciones que acompañan esta nota.
La galería arranca con el mural dedicado a los pueblos originales, donde se representan rostros, instrumentos musicales, elementos culturales y también, en contraste de negro, las tropas militares de la campaña de Roca. El segundo es sobre la fundación, aquel día 25 de mayo de 1910, y está pintado sobre el edificio de la Municipalidad, donde aparecen los pioneros y el fundador Piñeiro Sorondo. Por otra calle encontramos el mural que recuerda la figura de Marianito, un joven de Allen con síndrome Down que fue muy querido y participaba en un grupo teatral “Cosechadores de Sueños”.
La siguiente obra que visitamos está referida al emblemático edificio del Hospital Regional de Allen, que se inauguró en 1925 y fue durante muchos años el centro público de salud más importante de la región. “En la memoria de mucha gente es muy fuerte el recuerdo del hospital y tomamos una foto del frente en el día de su inauguración, y también imágenes del interior, donde se ve a su personal trabajando; y entre ellos se destaca la figura del apreciado doctor Isidoro Kantor, que prestó la pared del frente de su casa (ver foto) para pintar el mural” explicó Chelo.
La recorrida siguió con el mural sobre la capilla Santa Catalina y el colegio adjunto, ya demolidos, que están representados en la esquina de un supermercado, en el mismo terreno donde estuvieron años atrás esos edificios.
Unos pocos metros más adelante llegamos al mural “Memoria” y aquí relató Chelo Candia: “quisimos hacer una especie de síntesis de todo lo que significa la galería, tal vez porque es el trabajo más reciente, ya casi en el final del proyecto. Allí aparecen el placero, don Rapetti; un momento de las manifestaciones previas a la revocatoria popular del intendente Ulises Gentile; don Bentata, un conocido comerciante de algunas décadas atrás; y el primer colectivo de la empresa KoKo, de 1941”.
Sobre la esquina de la escuela 1, está el mural “Educación” donde Chelo retrató al primer maestro de Allen, y también se muestra una tradicional foto de aula, de esas donde una alumna aparece sentada a la mesa de la maestra con un cuaderno y lapicera en la mano. En los laterales del mural aparecen jóvenes estudiantes secundarios pintados con tanto realismo que se confunden con los chicos verdaderos que se sientan sobre un parapeto que rodea la pintura, en sus habituales encuentros a la salida de las aulas. (Ver foto) “Yo sabía que los chicos se sientan acá y por eso dibujé otros pibes en proporción real para que se integren en el conjunto, para mezclarlos con los de verdad, todo reunidos allí en esa esquina” apuntó el artista.
“Tierra y Trabajo” se llama el siguiente friso, sobre el lateral de la Escuela Industrial (donde hizo sus estudios secundarios el propio Chelo) “donde hicimos referencia al trabajo particular de Allen que tiene que ver con la tierra y las chacras, los hornos de ladrillo, las bodegas, y las canteras de yeso también; con la presencia, además, de los alumnos de la Industrial, porque al lado de la pared que pintamos está la puerta del taller”.
El que sigue, sobre la esquina del gimnasio del Club Unión Alem Progresista (una institución emblemática de la ciudad) es el mural en homenaje a los deportistas allenses en general. Allí se pueden ver jugadores de fútbol con las camisetas de Unión, Alto Valle y Estrella Polar (el club donde jugó el padre de Chelo); y hay dos chicos jugando al voley en un truco de perspectiva preparado para sorprender a quienes pasan caminando por allí. (Ver foto)
La obra siguiente (en la recorrida) se llama ‘La chacra’ y se apoya en la reproducción gigante de una foto de archivo que ilustra un típico momento de la actividad frutícola: la fumigación de las plantas, realizada por un hombre y sus hijos. “Es una foto tomada hace muchos años en una chacra de la zona y la nieta del productor pasó en auto y al reconocer a su familia paró para mirar la tarea, y se sacó fotos junto al mural” señaló Candia.
Otra actividad vinculada a la producción frutícola, como lo fue la fábrica Bagliani, es el eje del mural que se visitó después. “Recuperamos la memoria de la producción de tomates y salsas, las etiquetas y el diseño de la marca, con una escena del interior del establecimiento en plena producción” dijo Chelo.
Después de algunas cuadras, a lo largo del boulevard que corre paralelo a las vías en donde se ha reunido esculturas y referencias históricas, se llega al mural dedicado al desaparecido cine San Martín. Advirtió Candia que “en Allen hubo otro cine, pero yo no lo conocí, y por eso puse el ojo en el San Martín, a partir de mi experiencia personal. Aquí aparece como protagonista principal el señor García, que era el dueño del cine, con una vista del frente, otra del interior de la sala, Carlos Chaplin con el pibe de su famosa película y dos agregados, que no son del cine pero me pareció interesante incorporarlos como chistes.” (Ver foto)
Esos agregados a los que se refiere Chelo le confieren a esta obra un toque especial: uno es la silueta de un conocido vecino allense, don Herrera, que desde hace muchos años vive junto a lo que fue el cine (ahora es un negocio de electrodomésticos), y aparece desde un pequeño balcón saludando; y el otro es el de una señora gordita que espera el colectivo (porque la pintura está, precisamente, enfrente de la parada de los micros interurbanos) y el viento que se arremolina le levanta la pollera (igual que a Marilyn Monroe).
“Don Herrera sale poco de su casa, pero cuando alguien le contó que estaba en ese mural fue y se sacó una foto allí” comentó Chelo Candia.
Cruzando la avenida, en el lateral de un taller mecánico y una estación de servicios se ubica la obra de recordación y exaltación de la pasión por el automovilismo deportivo, de cuando Allen era considerada “la capital tuerca del Comahue”. El paso de los tiempos y los modelos, desde aquellos “bólidos” con motor Ford A, pasando por los Gordini, hasta el Sierra de Jorge Eidilstein; el trazado del autódromo General Mosconi (actualmente fuera de uso) y el recuerdo del quincho del Allen Moto Club como el sitio de las fiestas sociales más calificadas, están representadas en esta pintura.
La gira por la “galería de arte a cielo abierto” llegó al punto final con el mural sobre los artistas de Allen de todos los tiempos. “Allí quise meter referencias a la música, las danzas, la literatura y las murgas, todo junto en una síntesis de lo que ha sido y sigue siendo la rica vida cultural de mi pueblo” describió el autor. En esta obra Chelo reprodujo una foto de la antigua banda de música municipal y, mientras la estaba pintando, apareció uno de los ejecutantes y se quejó porque no lo estaba haciendo bien igual. “Yo quiero ser reconocido, quiero que vengan mis hijos y mis nietos a verme en el cuadro” pidió el hombre y el artista, por supuesto, accedió.
Perritos y un linyera singular
Chelo Candia y su eficaz asistente, María Langa, tuvieron el acierto de retratar estos personajes reconocibles y veraces de la historia popular de Allen, en la serie de frisos que como una especie de historieta gigante de “continuará” despliegan un colorido relato callejero. Pero hay otros sellos, que responden a la creativa impronta de Chelo. Por ejemplo el haber incorporado en los murales a los infaltables perros de pueblo. “El primero fue el de una vecina, que tuvo un gran éxito de aprobación, por lo que decidimos seguir pintando siempre algún perrito y hasta me di el gusto de representar aquel dicho de ‘perdido como perro en cancha de bochas’ y en otro caso lo escondí a la sombra de un camión”. También aparece con perros y todo, en el mural de homenaje a los artistas, uno de esos linyeras bohemios que nunca faltan. “Se llamaba el Zorro Manzaneda, un hombre que un día decidió vivir pobre, en su propia casa y lo pinté, como andaba siempre por la calle con sus perros” relató.
Falta el mural número 15, que estará dedicado a las grandes competencias ciclísticas que caracterizan a Allen en los últimos años. Con esa obra Chelo habrá completado su propuesta; y la historia habrá quedado en las paredes.

sábado, 13 de agosto de 2011

La Biblioteca de la Legislatura de Río Negro en su Cincuentenario, algunos antecedentes y recuerdos

 Velia Salicioni, Juan Fresán, Mena Píccolo, Nelly Magnanelli yJackie Abrameto, en aquella primera biblioteca de los años 60.
 Una reunión de autoridades y empleados en la biblioteca de los años 70, ya con la boisserie de madera en el primer piso de la sede legislativa.
 Los ex legisladores Piñero y Chucair, el ex secretario Argañaraz y el actual director de Asuntos Legislativos Daniel Ayala, en la celebración de los 50 años, el pasado 11 de agosto. Abajo: el presidente de la Legislatura, Bautista Mendioroz, saluda a la directora de la biblioteca, Dalia Chaina.
Se acaban de cumplir 50 años de la sanción de la ley de creación de la Bibioteca de la Legislatura de Río Negro, una institución cultural fuertemente relacionada con la comunidad de Viedma; no tan sólo por su rol de asistencia al parlamento provincial en temas específicos, sino por su trascendente labor en la difusión general de la buena lectura.



En aquellos tiempos, los primeros años de la década del 60 en el siglo pasado, en la joven provincia de Río Negro estaba todo por hacerse. Así fue que el 31 de julio de 1961 fue sancionada la ley de creación de la Biblioteca de la Legislatura de Río Negro. El proyecto, convertido en ley 202, llevaba la firma del legislador Farid Marón, un hombre de las filas de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), que desde Valcheta llegó para ocupar una banca y colaborar activamente con el primer gobernador constitucional de los rionegrinos, Edgardo Castello, desde la presidencia del inicial cuerpo parlamentario.
“La creación (de la Biblioteca) por ley es garantía de estabilidad presente y futura; (pues) ni los cambios políticos ni aún la posibilidad de intervenciones podrá influir en la trayectoria expresamente fijada, ni desviar o anular la proyección futura de la entidad. Y si ello por desgracia ocurriera siempre habrá un responsable que tendrá que responder ante la ley”, escribió Marón. Las bases estaban claras.

El primer ámbito
La estructura de aquella primera Legislatura de Río Negro era muy reducida, el recinto de sesiones era la sala ocupada hasta el año 1956 por el cine y teatro Argentino, donde apenas se habían removido las butacas para colocar una larga mesa con forma de herradura, un estrado y las bancas de los diputados, conservando el escenario y el telón; con unas pocas oficinas sobre la construcción de la esquina de las calles San Martín y Saavedra. Para instalar a la flamante biblioteca se alquiló entonces un inmueble ubicado sobre Saavedra, número 534 (actual sede del Colegio de Ingenieros).
Jacobo Alberto Abrameto (simplemente Jackie) fue el primer responsable de la biblioteca. Hace 5 años trazaba estos recuerdos. “Entré a trabajar en la Legislatura por concurso, en la época de Juan Stábile como presidente y Paco García como secretario administrativo. Este señor se llamaba Armando Pedro Ramón del Rosario García, pero todos lo conocían como Paco García, era martillero y ocupaba el cargo de secretario administrativo. El primer secretario legislativo fue Oscar “Tolucho” Liccardi, que más tarde renunció para pasar a la Gobernación, reemplazado por Aníbal “Icho” Argañaraz”.
“Cuando se decidió organizar la biblioteca hubo concurso para cubrir el cargo de bibliotecario y lo ganó Orfilio Modesto “Chichino” Arró, abogado recién recibido en Córdoba. En ese momento también ingresaron Filomena Píccolo y Velia Salicioni,(dos docentes de conocida actuación en Viedma) Al poco tiempo Arró renunció, para dedicarse a pleno a su profesión, y quedé a cargo de la incipiente biblioteca”.
“Sin tener conocimientos específicos, simplemente aplicando un poco de sentido común, diseñé una ficha para catalogar, clasificar y seguir cada proyecto en sus diversas etapas, hasta que se convertía en ley; llevó un tiempo, incluso tuvimos que pedirle a la imprenta Bagli que nos hiciera una tarjeta especial, y al final nos quedó un sistema que tiempo más tarde fue elogiado por un especialista que vino a visitarnos de la biblioteca del Congreso de la Nación”.
Velia Salicioni se sumó a la recordación nostálgica, cuando fue entrevistada por este cronista en estos primeros días de agosto del 2011. “Nos sentíamos allí como en nuestra casa, constituíamos una familia juvenil y compartíamos sueños y esperanzas. Jackie y su esposa Amelia estaban recién casados y como el edificio tenía al fondo un pequeño departamentito le habían autorizado instalarse allí, para vivir; lo que aumentaba la familiaridad. Recuerdo que los ambientes eran muy fríos, y como la calefacción esos tiempos era escasa muchas veces nos quedábamos totalmente arropados adentro de la oficina, pasando las fichas a máquina y atendiendo al público. Por suerte teníamos la recompensa del calor y del sol en los días de primavera y verano, cuando disfrutábamos mucho del patio interior”.
Velia agrega los nombres de otros compañeros de tarea de aquellos tiempos iniciales: Juan Fresán (que años más tarde se destacaría como diseñador gráfico y publicitario), Guguy Fáges (después recibido de médico en La Plata, secuestrado y desaparecido en 1975), Eleodoro Saissac y Ricardo Ocejo (de destacada actuación deportiva y empleado de larga data en Rentas de la provincia).
“A tiempo llegó otra maestra joven, menor que nosotras (Mena y Velia, quien habla) y se convirtió en nuestra protegida, con los años sería directora de la Biblioteca y seguimos viéndonos cada tanto, para recordar aquellas épocas”. Se llama Nelly Magnanelli, poco después se convertiría en “de Armas”.

La biblio en LU 15
De nuevo los recuerdos de Abrameto, para ilustrar sobre una importante experiencia de difusión. “En aquellos tiempos los habitantes de Viedma y Carmen de Patagones no recibían las imágenes de la televisión y la radio, sobre todo LU 15 radio Viedma, era un importantísimo medio de comunicación. La joven Biblioteca de la Legislatura necesitaba proyectarse a la comunidad y radio Viedma, dirigida por “Tolucho” Liccardi recibió con los brazos abiertos una interesante iniciativa.”
“Yo compraba los días jueves el diario Clarín que traía un suplemento literario, y en base a esos artículos y con el material que teníamos en la biblioteca hacíamos un programa de radio los sábados en LU 15 a las ocho de la noche. Lo conducíamos Nelly, Mena, Velia y yo, se leían poemas, comentarios de libros y algunos temas de la actualidad legislativa. El programa tenía gran éxito”.

Sucesivas mudanzas y cambios
Tras la interrupción militar en la vida constitucional (1966), la Biblioteca se instaló en la sede central, sobre calle San Martín. Funcionó un tiempo en el vestíbulo (“Salón de los Pasos Perdidos”) y después en la esquina con Saavedra (en el mismo espacio que tiempo antes había albergado el restaurante de la Legislatura). Para principios de los 70 el gobernador militar general Roberto Requeijo ordenó una serie de reformas en la estructura del viejo teatro Argentino. Se trajo, desde Buenos Aires, una impactante boiserie antigua, que perteneciera a una aristocrática casa porteña. La Biblioteca de la Legislatura lució durante muchos años –hasta 1989- un distinguido aire europeo, con revestimiento de madera, estanterías en dos niveles con escaleras y pasillo superior. Estas instalaciones ocupaban todo el espacio del frente en la planta alta del edificio, el mismo lugar que más tarde sería asignado a la presidencia del cuerpo y despacho del Vicegobernador.
La expansión de la Legislatura requirió ese espacio y así, hacia 1989, hubo que serruchar los estantes de madera y adaptarlos a un salón comercial de calle Saavedra 577; con una nueva mudanza, en 1996, al edificio de Rivadavia 64.

La sede propia
En el año 2004, siendo vicegobernador y presidente de la Legislatura Mario De Rege, comenzó a gestarse el proyecto de la primera ampliación del edificio de la sede central. La nueva ala, construída hacia la calle Belgrano, incluyó en planta baja y entrepiso las nuevas dependencias de la Biblioteca de la Legislatura de Río Negro, bajo un desarrollo espacial del arquitecto Sergio Gorriti. Fue el primer edificio diseñado especialmente para biblioteca en la ciudad de Viedma, y se inauguró el 8 de diciembre de 2007. Un poco después, tras la muerte del primer gobernador constitucional de la recuperada democracia, Osvaldo Alvarez Guerrero, el 8 de octubre de 2008 se le impuso su nombre a la Biblioteca, como un merecido homenaje, dadas sus condiciones de calificado intelectual, bibliófilo y ensayista.

Libros y anaqueles que cuentan
La historia de estos 50 años de trayectoria de la Biblioteca de la Legislatura se nutre también con los recuerdos de sus usuarios. Este cronista tiene muy presente, en su memoria, el clima de cálida atención en la esquina de San Martín y Saavedra, por el año 1968, cuando entrando a la izquierda se encontraba la estantería de llteratura argentina y se pudo nutrir, con la ansiedad propia de la adolescencia, de un cóctel de autores donde se mezclaban Julio Cortazar, Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges y David Viñas.
Los bibliotecarios también guardan sus anécdotas. Como aquella vez que un lector sorprendió con la consulta sobre la “perestroika” (la famosa reestructuración lanzada por el gobierno ruso en 1987) y la joven empleada que atendía marchó velozmente hacia el sector de los libros de arte. Una compañera, solícita, le pregunto en voz baja “¿sabés lo que es la perestroika?” y la muchacha contestó, muy segura: “sí, es un ballet ruso”. Y esa otra ocasión cuando una bibliotecaria con poca antigüedad se enfrentó a un señor que, muy circunspecto, pidió consultar “la Enciclopedia Jurídica escrita por el doctor Castellanos” (el apellido era otro, se preserva por razones entendibles) tras lo cual la empleada recorrió de punta a punta el anaquel jurídico y volvió contestando “no la tenemos, señor”; y el usuario, furioso, soltó: “no puede ser, si es una obra de mi autoría y yo la doné la semana pasda”. La sorprendida bibliotecaria no atinaba respuesta; hasta que otra empleada, más experimentada, se acercó para prevenirle, en un susurro: “no te preocupes, este señor está un poco chifladito y siempre viene con este tema, no es abogado ni tampoco escribió ningún libro pero tiene ese delirio, disculpate y decile que la vamos a buscar bien y se va tranquilo”.
¡Cuántos estudiantes secundarios y universitarios habrán saltado exitosamente por el trampolín del conocimiento rumbo a los exámenes gracias a los servicios generosos de la Biblioteca de la Legislatura a lo largo de este medio siglo! ¡Cuántos viajes maravillosos por los territorios de la imaginación, en novelas y cuentos, habrán tenido puerto de partida en los estantes de esta prestigiosa institución!