sábado, 21 de mayo de 2011

Edalberto Ferrari, noches de danza y festivales

 Arriba: ecos de Nochedanza en la prensa local; abajo Edalberto en la Fiesta de la nieve, 1970
Edalberto Ferrari, Cuki para los amigos, periodista, locutor, conductor radial y televisivo, se tomó un año sabático para descansar y reponerse de algún trance de salud; pero abre para Noticias sus recuerdos sobre festivales, audiciones y actos protocolares que lo tuvieron de protagonista en los años 70.


“Llegué a Viedma, en septiembre de 1970, para reclamar el pago de la mitad del cachet como maestro de ceremonias de la Fiesta Nacional de la Nieve, que se había realizado en Bariloche en agosto de ese mismo año; no me imaginaba que las circunstancias administrativas y un primer éxito artístico, apenas unos meses después, me iban a vincular activamente en la Comarca de Viedma y Carmen de Patagones, donde me quedé por espacio de 15 años y pude disfrutar del enorme afecto de la gente” comenzó su recordación..
“Yo quería cobrar y pedí hablar con el gobernador, el general Roberto Requeijo, que me había visto en el escenario de la Fiesta. Me recibió con su acostumbrada amabilidad y me dijo que no se había hecho el contrato y era imposible pagarme; pero me ofreció una alternativa, para que no dejarme a la intemperie: tomarme como empleado jornalizado” siguió narrando.
Agregó que “las primeras semanas no me dieron ninguna tarea específica, estaba en la Legislatura, por entonces sin actividad, matando el tiempo con palabras cruzadas y lectura de revistas, al igual que los taquígrafos Campos Gutiérrez y Osán. Algunas semanas más tarde me llamó el propio Requeijo y me dijo: en diciembre vamos a hacer en Viedma un congreso de intendentes y quiero que usted arme un espectáculo”.

La Nochedanza
Ferrari asumió la tarea con la responsabilidad que le conocemos, preocupándose por todos los detalles imaginables; pero tenía que vencer como primera dificultad la falta de conocimiento del ambiente artístico de la zona. Comenzó por la elaboración del libreto “inspirándome en unos versos del poeta Armando Tejada Gómez, al que había conocido unos años antes en Mendoza, tomé una palabra inventada por él, nochedanza, y se me ocurrió el título: nochedanza rionegrina con el canto de Argentina.” ¿En qué consistiría el espectáculo? Un paisano rionegrino salía de Viedma y recorría todos los departamentos del interior de la provincia, tomando contacto con la gente y conociendo las características folclóricas de cada lugar, lo que daba lugar a la presentación de una serie de cuadros.
¡Para llevarlo a la práctica necesitaba bailarines, cantores y músicos, y entonces se vinculó con las peñas existentes en las dos ciudades y empezó a conocer jóvenes y talentosos valores que fue reclutando!
Para el rol del gaucho que recorría la provincia le pareció que la estampa apropiada era la de un joven de 17 años llamado Angel Hechenleitner; después se vinculó dos hermanos que cantaban y bailaban: Julio y Horacio Goncalvez; también encontró dos chicas que bailaban folclore: María del Carmen Chaer y Rina Balda. ”Y así fui armando todo el elenco de Nochedanza, bajo la dirección coreográfica de Liliana Insegna, una bailarina que también había venido conmigo desde Bariloche” apuntó Edalberto.
La primera parte de la puesta se tituló “Desde y para Río Negro, venga y cántele a la Patria”, con una cinta grabada, en los estudios de LU 15 Radio Viedma en la calle Rivadavia con la participación de tres grandes locutores de esa época: Jorge Savino (Zoilo Kucich, su verdadero nombre), Mario Goldberg y Osvaldo “Cacho” Ferreira, acompañando al propio Edalberto Ferrari.
Todo el montaje se realizó en el gimnasio cubierto del club Sol de Mayo, donde fue necesario armar un importante tablado con practicables del escenario de la Fiesta de la Manzana, traídos especialmente desde General Roca. La cantina del club fue convertida en una pulpería y para la instalación de las luces se armó un mangrullo de troncos, en el medio del salón, transformado integralmente en un decorado de ambientación gauchesca.
“Como ya dije el espectáculo fue el broche final de un encuentro de intendentes, así que la totalidad de ellos asistieron esa noche; en el intervalo entre la primera y la segunda parte Requeijo me llamó y me sugirió: invítelo a recitar al intendente de Ingeniero Jacobacci, que tiene una sorpresa. Y en efecto, Elías Chucair, que era en esa época el intendente de su pueblo, subió al escenario para recitar unos poemas y después le dio paso a su esposa Elsa Chamelli, a quien presentó como la Calandria, acompañada por el guitarrista Rocha, que nos deleitó con varias canciones”.
Para el final estaba previsto que se reunieran todos los artistas sobre el escenario, mientras la voz de Goldberg decía “y no hay Alto Valle, ni Valle Medio o Inferior, hay un solo Río Negro, el que está unido, el que marcha hacia el progreso, por la voluntad y el esfuerzo de sus hijos” y unos 30 bailarines hacían un gran pericón nacional.
“Fue un suceso, Requeijo quedó muy contento y toda la gente que yo había convocado con una gran entusiasmo, lo que me permitió reunir a gran parte de ellos en la peña Prun Ruca (Casa del Baile) que armé después, con quienes volvimos a representar Nochedanza en otras oportunidades” recordó Ferrari.

Todo el elenco
La nómina completa de los jóvenes participantes en aquella “Nochedanza Rionegrina” de noviembre de 1970 es la siguiente: Rina Balda, María del Carmen Chaer, Jorge Malaspina, Angel Hechenleitner, Andrés Cascallares, Elizabeth Alloggia, Susana Cóppola, Carlos Porro, Julio y Mary Goncalvez; Horacio Goncalvez, Ada Ranucci, Julio César Acuña, Hugo Linares, Roberto Palma, Martha Otermin, Alberto Yañez, Edith y Rodolfo Magnanelli, Lidia Herrero, María Inés Jovanovich, Norma Capetta, Silvia Michelis, Juan José Lattanzi.

Radio y TV
Para entonces Edalberto Ferrari no sólo había cumplido en tiempo y forma con el exigente mandato del general Requeijo; había logrado relacionarse con buena parte de la sociedad viedmense a la que, como se dice comúnmente, “se la metió en el bolsillo”.
Sus apariciones en el canal de televisión local de cable, Televiedma en su casona de la calle Mitre 919, muy pronto se hicieron muy populares en distintos papeles, de conductor, actor y payaso. “Yo vivía a la vuelta, por la calle Güemes, y me iba ya maquillado para el canal, a veces con la caracterización de un compadrito porteño, otras como el yosapa Popo que fue otra creación mía… y la gente que pasaba por la calle se quedaba sorprendida” recordó también.
Desde 1971 Ferrari instaló en los micrófonos de LU 15 un micro radial, puntualmente a las 10 y 55, que hizo historia y fue su “caballito de batalla” durante muchos años. Sobre este momento de su carrera relató: “en Mendoza, en LV10, un veterano periodista realizaba un micro titulado ‘Ocurrió y es importante’, y más o menos por 1965 decidió dejar de hacerlo, porque ya estaba cansado y quería retirarse. Ese hombre, un verdadero maestro de periodistas, se llamaba Fabián Calle y me dijo, entonces, mirá pibe, yo no voy a hacer más el micro y si vos querés te dejo el nombre para que lo usés vos; así que yo empecé entonces presentando ‘Ocurrió y es Importante’, una creación de Fabián Calle, radiopreparada por Edalberto Ferrari…” Pasaron los años y Ferrari hizo de ese título una especie de sello de su quehacer radial, la mayoría de las veces con formato mínimo (como lo hizo durante 4 temporadas en radio Noticias) y también como programa de larga duración. Fabián Calle falleció hace más de dos décadas y su nombre preside en la actualidad, en la ciudad de Mendoza, un importante instituto privado de formación de locutores y periodistas.

Fiestas y protocolo
“Casi al mismo tiempo (años 1971 al 73) me empezaron a llamar para la animación de las principales fiestas de la provincia: de la Manzana, en Roca; de la Vendimia, en Villa Regina; del Mar y del Acampante, en el balneario El Cóndor; además de festivales especiales en otras localidades” recordó también.
Para la conmemoración del 9 de julio de 1971 el general Requeijo estaba en el pináculo de su popularidad en Viedma por las obras que impulsaba en la capital provincial; y ordenó la construcción de una réplica de la casa histórica de Tucumán sobre el frente de una antigua vivienda de la calle Buenos Aires, entre Belgrano y Saavedra. “Entonces hice alquilar en Buenos Aires una docena de trajes de época para varones y mujeres y armamos 12 parejas, con los integrantes de la peña, que salimos desde la casa de Gobierno y recorrimos varias calles hasta la casita de Tucumán de la calle Buenos Aires en medio de la sorpresa del público” añade Edalberto, siempre exacto con sus evocaciones.
Durante los años 1971 y 1972 Ferrari realizó decenas de locuciones formales en las presentaciones de actos oficiales encabezados por Requeijo. De una de ellas tiene una anécdota particular y la contó así. “Desde Viedma se largaba la carrera de autos de la Vuelta de la Manzana y el general Requeijo tenía que dar el banderillazo inicial, en la ruta para la oca enfrente de la Sociedad Rural, que era donde estaba el parque cerrado. Con la gente de Ceremonial pasamos a buscarlo por la residencia y estaba con su vestimenta habitual: traje cruzado, camisa y corbatas impecables. Yo lo miré y le dije: me parece Gobernador que esa no es la ropa adecuada para ir a un acto de estas características. Entonces le sugerí que se pusiera un blazer azul con un pantalón gris, con camisa sport de cuello abierto, y para rematarle el arreglo le até al cuello un pañuelo amarillo chico de esos que se llaman gatitos porque el moño queda con dos orejitas. Al día siguiente, en el diario Río Negro el comentario era que ‘el gobernador Requeijo con un atuendo elegante muy apropiado para las circunstancias dio la largada del gran premio de la Vuelta de la Manzana’, y el general chocho por supuesto…”
El último párrafo de la charla está referido, precisamente, al carácter de aquel hombre que marcó durante varios años la agenda política rionegrina. “Requeijo era un hombre de especial magnetismo, seductor y gran conversador, pero sobre todo un hombre de acción: el primero en llegar a la Casa de Gobierno a las 6 y media de la mañana, y el último en irse a las 10 de la noche”.

martes, 17 de mayo de 2011

Pocho Lehner, recuerdos de surtidor, ciudad estudiantil, viajes y gobierno peronista

 Arriba, en la Unidad Básica del PJ en Viedma; abajo, crónica sobre la Ciudad Estudiantil.

 Arriba, en Holanda durante su viaje como conscripto naval; abajo, con Franco, cuando fue ministro
Omar “Pocho” Lehner, 73 años, cumplidos el pasado 11 de diciembre, es un vecino de Viedma muy conocido por su trayectoria política y profesional, en el ambiente de los contadores públicos. Es un hombre con visión crítica de la realidad, que se permite también una mirada cálida y nostálgica sobre su infancia y juventud.

“Mis bisabuelos llegaron de Suiza; venían con 3 hijos y acá tuvieron otros 6 más, entre ellos mi abuelo Luis Alberto Lehner, que se radicó en Viedma hacia 1890; y aquí se casó con una descendiente de daneses: Sofia Magdalena Jensen.
Mi abuelo Luis instaló en Viedma una barraca de compra y venta de lo que se llamaban ‘frutos del país´, es decir lanas, cueros y pieles. Estaba ubicada en la esquina de las actuales calles Moreno y San Martín, y la propiedad se extendía por toda esa cuadra hasta la calle Garrone, con depósitos, gallinero, la quinta y la casa familiar, sobre la otra esquina.
En mis recuerdos de la infancia está el olor fuerte de la lana sucia, acopiada en la barraca. Esa actividad continuó hasta fines de los años 40, y mi abuelo murió en 1952. Mi padre ya se había independizado, y se empleó con don Felipe Marqueti, que tenía negocio de venta de repuestos de auto en la esquina de Buenos Aires y Belgrano. Estuvo unos años allí y ya casado con mi mamá, Ana María Gianni, alquilaba una casa familiar sobre la calle Buenos Aires; allí nací yo y me acuerdo que yo recorría toda esa vereda en triciclo.
Después mi papá se traslada y pone su negocio propio en la esquina de Garrone y 25 de Mayo, así que de chico yo tenía un mundo familiar comprendido entre la casa de Garrone y Moreno, donde vivían mis abuelos Luis y Sofia; y Garrone con Belgrano, donde estaba la casa y comercio de mis otros abuelos: los Gianni, con almacén, despacho de bebidas y, fundamentalmente, la fábrica de chacinados.
Yo le daba trabajo a mi tío Gildo, que le decíamos Chilín, porque durante algún tiempo por una cuestión de salud de mi hermana mis padres viajaban seguido a Buenos Aires y yo me quedaba con mis abuelos, y me metía allí en la fábrica de chacinados para hacer lío. Se iba a la tablada de Viedma a buscar el chancho para hacer las facturas, y yo agarraba una cuchilla y cortaba pedazos de tocino y, también, de vez en cuando, un pedazo de algún dedo mío, en donde todavía tengo las cicatrices.
Tuve infancia y adolescencia con muchas ocupaciones diversas: por un lado ayudaba a hacer chorizos y por el otro, con mi viejo, despachaba nafta en el surtidor del taller mecánico y gomería de la esquina de Garrone y 25 de Mayo, donde hay actualmente una librería. Lo de mi papá era un complejo de distintas cosas para el auto: gomas, vulcanización, repuestos, aceites y combustible, que se extendía por esa vereda de la 25 de Mayo para el lado de Alsina, hasta llegar a lo de Marcelo Bagli y su imprenta.
También ayudaba en la confitería de de la sociedad conformada por Felipe Salinas y mi tío Chilín Gianni, que entre ellos eran cuñados, que tuvo la primera fábrica de helados de calidad en Viedma, sobre la calle Buenos Aires entre Belgrano y Saavedra. Allí yo ayudaba a lavar los platos y las copas de la confitería, y aprovechaba para servirme a gusto las papas fritas y los maníes de los copetines.
En el comercio de papá teníamos una máquina de vulcanizar, y con mi viejo aprendieron el oficio varios gomeros que siguieron trabajando durante muchos años. El trabajo era impresionante, recuerdo a mi padre cuando llevaba rodando los tambores de 200 litros de nafta para volcarlos en el tanque del surtidor.

La ciudad estudiantil
La escuela primaria la hice en el curso de Aplicación de la Escuela Normal y la secundaria en el Colegio Nacional, salvo el segundo año, que lo hice en el Nacional Manuel Belgrano de la calle Ecuador de Buenos Aires, mientras vivía en la Ciudad Estudiantil creada por Eva Perón y el general Perón.
Fue una experiencia impresionante, era un lugar de mucho confort, con gimnasio, pileta de natación y todo lo necesario para pasarla muy bien. Estuve un año, todo el 1952, con emociones muy fuertes como haber conocido personalmente a Evita y el propio Perón. El grupo que viajó de Río Negro, donde estaba con Magdaleno Ramos, Juan Carlos Joelson, Pancho Larrosa y otros, llegó un poco tarde cuando ya estaban ocupadas casi todas las instalaciones. Por eso nos mandaron a las habitaciones de un sector que no estaba todavía totalmente equipado, y yo tengo el recuerdo de Evita discutiendo con la gente de la mueblería Maple y con los responsables del equipamiento porque les exigía la rápida terminación de todo.
Pasaron unos meses y se produjo la muerte de Evita, a fines de julio de ese año 1952; a los alumnos de la Ciudad Estudiantil nos tocó hacer guardia de honor en el Congreso de la Nación en la capilla ardiente donde se velaban los restos de Evita.
Mi padre era peronista, era concejal y cuando se produjo la desaparición de Javier Echarren, que se perdió en el mar con su avión, le tocó pasar a ocupar la presidencia del Concejo que era equivalente al cargo de intendente.
Precisamente enfrente del taller, en donde está la farmacia Cévoli, funcionaba la Unidad Básica del peronismo, y yo concurría para colaborar en las tareas de doblar boletas.
En la Ciudad Estudiantil tuve también la oportunidad de conocer al general Perón. Había un túnel que comunicaba sus instalaciones con la Ciudad Infantil por debajo de una calle; un día Perón llegó de visita primero al hogar para los chicos y después pasó por el túnel. Yo me enteré que llegaba y salí corriendo para verlo llegar, bajé apurado las escaleras y tropecé, y me caí justo a los pies de Perón, que me dijo “Epa pibe!!!” y me ayudó a levantarme, mientras yo estaba rojo de vergüenza por el papelón que había hecho justo adelante del presidente.
En el Colegio Nacional de Viedma me recibí de bachiller en 1955; y para estudiar la carrera de Contador Público me fui a Bahía Blanca y estando allá me tocó el servicio militar, precisamente en la Marina. En la base yo estaba como oficinista y allí llegaban los pedidos de inscripción de los soldados conscriptos para entrar como marineros en el buque Bahía Thetis, en el viaje de egresados de la Escuela Naval Militar dando la vuelta al mundo. Así fue que me pusieron primero en la lista y tuve un viaje espléndido de alrededor de 5 meses, durante la presidencia de Arturo Frondizi, que fue a despedirnos al puerto. Cuando estábamos sobre la costa de Estados Unidos sobre el Pacífico el ministro de Economía, que era Alvaro Alsogaray, ordenó recortar los gastos y en vez de subir hasta el Canadá emprendimos el regreso.
La experiencia del viaje fue extraordinaria, porque me permitió conocer los principales puertos de Europa y América del Norte y también llegar a importantes ciudades como París y Nueva York.
Estuvimos de vuelta en 1959, retomé los estudios y me recibí en 1962. Apenas recibido volví a Viedma y enseguida ingresé a la dirección de Rentas, porque en Bahía Blanca mientras estudiaba ya había trabajado en la Dirección General Impositiva (DGI). En el año 1970 decidí renunciar al empleo público. No había contadores públicos afuera de la administración pública y creo que yo fui uno de los primeros en volcarse exclusivamente a la tarea privada; aunque tenía un contrato con el Poder Judicial para llevar sus cuentas, pero sin relación de dependencia.

El básquet
Jugué al básquet desde chico en Villa Congreso gracias a Yayo López que es el hombre que más ha hecho por el básquet de Villa. Empezamos saltando en el Rancho Grande, de Belgrano y Buenos Aires, y un día vino Yayo y nos fichó a todos y quedamos anotados; seguí jugando y así a los 16 años estaba integrando el seleccionado provincial que fue a jugar el Campeonato Argentino en Córdoba. El equipo lo integraban Elosegui, Cévoli, Piedra Buena, Sitanor, los Catellani. En Bahía jugué en Olimpo, en tercera de ascenso, y también practiqué rugby y algo de softbol.
En Viedma seguí jugando al básquet en Villa hasta principios de los años 70. Formé parte del equipo que salió campeón 4 años consecutivos, con el Chato Taraborelli, Pato Linares, Piqui Rossi, Spigariol, Alonso y Pesado, dirigidos por Jorge Stábile..

Con Franco
En 1973 me presenté como candidato a intendente de Viedma por el PJ y perdimos, este fue uno de los pocos lugares de la provincia en donde el peronismo no pudo ganar, ante el Partido Provincial Rionegrino, por la fuerte influencia del general (Roberto) Requeijo sobre la sociedad viedmense.
En esas mismas elecciones del 11 de marzo de 1973 fue elegido gobernador Mario Franco por el peronismo y pocos días después me ofreció el ministerio de Economía. Acepté y me puse a trabajar con muchas ganas, porque Franco fue un hombre que supo manejarse muy bien en el conflicto interno del peronismo, porque venía de la derecha pero no le negó participación a los otros sectores, como en mi caso, que venía de la Juventud Peronista de la Tendencia . Yo trabajé con absoluta libertad, era ministro de Economía y al mismo tiempo presidente del Banco de la Provincia, y no faltaban quienes iban a pedirle a Franco un préstamo y él me los remitía, pero sin presionarme, y yo resolvía según la real capacidad del solicitante, y cuando decía que un crédito no se podía otorgar jamás tuve un problema.
Hicimos cosas que dejaron una huella, como fue el apoyo presupuestario para el Plan de Salud sin restricciones, contando con el apoyo de toda la Legislatura en su momento.
En 1983 Osvaldo Alvarez Guererro me ofreció el ministerio de Economía, pero yo no quise aceptar porque había algunas diferencias de enfoques entre la UCR y el PJ. Lo respeté mucho y seguimos teniendo una muy buena relación hasta su muerte, incluso en algún tiempo compartimos el espacio político del Frente Grande”.
Este texto es la síntesis de la amena charla de Omar Lehner con el cronista, en una rápida recorrida por el territorio de sus recuerdos, que revela un perfil diferente del político.

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