domingo, 20 de febrero de 2011

El Museo Ferroviario Pablo Neruda, de Temuco (Chile) y el soñado Corredor Histórico Ferroviario de la Patagonia


 Dos aspectos del Museo Neruda, de Temuco (arriba); una parte de la playa de maniobras de San Antonio Oeste (abajo) con enorme cantidad de material ferroviario en desuso, que podría ser exhibido.
En la ciudad chilena de Temuco, a casi mil kilómetros de la comarca de Viedma y Carmen de Patagones, se encuentra el Museo Nacional Ferroviario Pablo Neruda. Es una magnifica muestra de rescate y valoración de la rica historia ferroviaria del país hermano y, también, un interesante ejemplo para imitar en nuestra región.

Este cronista llegó al museo de Temuco con enormes ilusiones, deseoso de realizar un fascinante viaje por el pasado ferroviario de Chile, muy similar al de nuestro país en sus aspectos generales. El balance final de la visita no colmó todas las expectativas, tal como se explicará más adelante; pero la observación general del importante esfuerzo realizado por el gobierno municipal de la ilustre ciudad chilena estimuló una reflexión concluyente, con una mirada regional. En el eje ferroviario conformado por Carmen de Patagones-Viedma-San Antonio Oeste-Ingeniero Jacobacci es necesario e imprescindible montar una especie de museo lineal de características comparables y quizás, aún, más importantes.

Una rápida descripción
La presentación visual del amplio espacio es impecable, sobre la base de lo que fue la Gran Maestranza ferroviaria de Temuco, parte de la playa de maniobras y la monumental Casa de Máquinas, construida entre 1932 y 1941 con capacidad para guardar hasta 32 locomotoras. También se destaca el edificio de lo que fue la antigua carbonera, una torre de 40 metros de altura que podía almacenar unas 3.000 toneladas de carbón piedra y las descargaba prolijamente sobre los tender de las vaporeras. En los tiempos actuales, y como lamentable consecuencia del sismo que afectó gran parte del territorio chileno el 27 de febrero de 2010, no es posible acceder al interior mismo del depósito de máquinas, pero las verdaderas joyas que allí se conservan se pueden apreciar desde el exterior, a regular distancia.
Se pueden recorrer por su interior un conjunto de vagones restaurados: uno de servicio para alojamiento de personal técnico, uno de dormitorio para pasajeros, un salón comedor y el suntuoso coche presidencial, que estuvo en uso hasta los primeros años de la década del 90 del siglo pasado. Después, en el generoso y muy bien cuidado parque, es posible observar una vieja vaporera fuera de uso y varios vagones de distintas épocas, exhibidos con su carga de óxido y abandono a cuestas, como cabal demostración del injusto olvido.
Al llegar al museo, ubicado en las afueras del centro de Temuco, el visitante puede presenciar el funcionamiento de una maqueta de ferromodelismo, fotos de archivo y la proyección de un video que explica por qué la institución lleva el nombre del insigne poeta Pablo Neruda, dado que su progenitor fue trabajador del riel, él mismo pasó años de infancia y adolescencia en Temuco, y uno de sus poemas (precisamente “El padre”) contiene una bella descripción del oficio. “El ferroviario es marinero en tierra y en los pequeños puertos sin marina –pueblos del bosque- el tren corre que corre, desenfrenando la naturaleza, cumpliendo su navegación terrestre”.
En la modesta opinión de este escriba al Museo Nacional Ferroviario Pablo Neruda, de Temuco, le falta precisamente un capítulo sobre vivencias, recuerdos, nostalgias y anécdotas ferroviarias, a través del testimonio de los propios ex obreros en paneles gráficos, proyecciones de video e ilustraciones sonoras.
Además, dado que el máximo orgullo de la entidad son las formidables locomotoras a vapor, restauradas y recuperadas, algunas de ellas en condiciones de funcionamiento, sería muy bueno que un panel estuviese dedicado a su descripción, características y mecanismo; información a la que sólo se accede con la adquisición del libro catálogo (por 6.000 pesos chilenos, equivalentes a unos a 53 pesos nuestros).
Es muy probable que puedan tener una visión más dinámica y completa quienes puedan elegir como fecha de visita el mismo día en que se realiza uno de los periódicos viajes del llamado Tren de la Araucanía, con una formación traccionada por una vaporera en un trayecto de cinco horas de duración entre Temuco y Victoria. Pero estas salidas se realizan sólo 4 veces al año, así que la mayoría de los visitantes sólo acceden a la observación parcial que pudo apreciar este cronista.
Como punto final de esta evaluación vale apuntar que el contenido al que se puede acceder en el sitio www.museoferroviariotemuco.cl es excelente, tanto en los gráficos como en los videos, y supera –al menos en este momento- la calidad de la muestra in situ.

Valiosa inversión
La municipalidad de Temuco realizó un valiosa y acertada inversión, del orden de los 9 millones de dólares, para las varias etapas de recuperación y restauración del espacio de 3,5 hectáreas de lo que fue la Gran Maestranza (central de maniobras y cargas) del Ferrocarril del Estado de Chile, en Temuco; para que recuperara brillo, surgiera del abandono y se convirtiese en una atracción de turismo histórico y cultural que recibe miles visitantes de todo el mundo. Señala el libro-catálogo que “…el Municipio ha hecho propia la misión de conservar aquel patrimonio que por si solo logra transmitir a las nuevas generaciones, información sobre los distintos modos de habitar otras épocas. Es así como hemos centrado nuestros esfuerzos en la tarea de dignificar, preservar y recuperar este complejo ferroviario”.
Se agrega después que se trata de “…una iniciativa de carácter estratégico para la ciudad, que tiene como directrices fundamentales conservar, difundir y poner en valor el patrimonio ferroviario existente; incentivar y orientar el desarrollo urbano del sector, revirtiendo el proceso de degradación que se estaba produciendo y ofrecer una alternativa de atractivo turístico para la ciudad”.
La publicación puntualiza el agradecimiento a la Asociación Chilena de Conservación del Patrimonio Ferroviario (www.accpf.cl; organismo semejante al Ferro Club Argentino) por el acompañamiento en la gestiones para impedir que el espacio de la Maestranza sucumbiera ante las apetencias inmobiliarias y se vendiese para la construcción de un shopping o edificio de propiedad horizontal. Como es fácil imaginar fueron muchas las adversidades que tuvieron que vencer la administración municipal de Temuco y los impulsores de la idea, entre quienes tuvo fuerte protagonismo el maquinista jubilado y ya fallecido Mario Augusto Fuentes Romero, cuyo nombre figura en una placa descubierta el pasado 1 de diciembre.
Los ferroviarios chilenos tienen motivos para estar orgullosos de este Museo Nacional Pablo Neruda y quizás reciten, como el poeta, que “estaban soñando los trenes en la estación, indefensos, sin locomotoras, dormidos” (Sueños de Trenes)

Una propuesta regional
Esta interesante experiencia alimentó en el cronista un sueño, como anhelo de que la historia ferroviaria regional sea fuertemente revalorizada, con objetivos coincidentes a los que expone con absoluta claridad la Municipalidad de Temuco. La idea es ambiciosa y sería factible con la participación asociada del ministerio de Infraestructura Federal; los gobiernos provinciales de Buenos Aires y Río Negro, sus respectivas empresas ferroviarias (Unidad Ejecutora del Programa Ferroviario Provincial y Tren Patagónico); y las administraciones municipales de Patagones, Viedma, San Antonio Oeste e Ingeniero Jacobacci.
El proyecto soñado consistiría en un Corredor Histórico Ferroviario Patagónico que comprendería los galpones abandonados, playa de maniobras, estación y locomotora La Maragata, en Carmen de Patagones; el puente ferrocarretero, en el límite con Viedma sobre el río Negro; el barrio ferroviario, debajo del puente; muelle ferroviario de cargas, bases de los galpones y fosas de inspección del Tren Blanco Ganz, en Viedma; el complejo de galpones de la ex Cooperativa Obrera Metalúrgica de San Antonio Oeste (Comsal), depósito de material ferroviario en desuso (que incluye formaciones españolas), vagón especial en el que viajó el príncipe de Gales, barrio obrero, y casa del ingeniero Guido Jacobacci, en San Antonio Oeste; playa de maniobras y galpón de máquinas de La Trochita, con el viaje hasta Ojos de Agua, en Jacobacci.
El viajero amante de los trenes comenzaría su recorrido en Carmen de Patagones un día jueves, con la visita y observación de los atractivos histórico ferroviarios de la Comarca; pernoctaría en la ciudad bonaerense, o en Viedma, para seguir después por carretera hacia San Antonio Oeste, donde el día viernes recorrería todo el complejo férreo y en horas de la noche abordaría el Tren Patagónico para cenar y viajar hacia Ingeniero Jacobacci. En la localidad sureña, con el paseo en La Trochita, culminaría el viaje, para efectuar el desplazamiento final hacia San Carlos de Bariloche o el regreso a Viedma. ¡Todo en apenas cuatro días!

Tomar la decisión
Uno de los aspectos notables del Museo Ferroviario Pablo Neruda es que una parte del material ferroviario que se exhibe muestra el destructivo pasaje del tiempo (ver la foto de la vieja grúa y la carbonera), y a las antiguas construcciones sólo le han quitado suciedad y escombros. Esta observación inspira un tratamiento similar para las edificaciones de la región (por ejemplo: los galpones de Patagones) y sólo sería necesario el rescate de material rodante en desuso para su exposición. Según los reiterados anuncios se efectuará muy pronto la obra de restauración del puente ferrocarretero (que en este año ingresa en su octava década de uso), lo que naturalmente estaría resaltando un atractivo singular al Corredor Histórico Ferroviario Patagónico propuesto. Limpieza, ordenamiento, parquización de los senderos, colocación de cartelería informativa, instalación de baños públicos químicos en sitios de descanso… ¿cuánto más hace falta para poner en funcionamiento la idea? ¿Son inversiones faraónicas las que debieran absorber las provincias y los municipios? Es menester tomar la decisión, empezar con el rescate de la historia ferroviaria, hacernos cargo con orgullo, como hicieron los hermanos chilenos en Temuco.