domingo, 26 de diciembre de 2010

Apuntes para el balance del año 2010, desde los Perfiles y Postales

 Bruno Di Benedetto (arriba) en la Biblioteca de la Legislatura, presentó su obra premiada por Casa de las Américas en el género poesía; el cronista (abajo) frente a la tumba de Francisco de Viedma en la ciudad de Cochabamba, en Bolivia.
Chelo Candia desarrolló una valiosa tarea muralista en la ciudad de Allen, (arriba) con motivo del Centenario de su fundación.  La locomotora Baldwin a vapor, de la legendaria trochita, puso la nota en la modesta celebración del Bicentenario en Viedma (abajo).
 ¿Qué nos deja el balance del 2010, año del Bicentenario? Una serie de artículos de tono y contenido diferente, el buen recuerdo de los coloridos festejos organizados por el gobierno nacional en el centro de Buenos Aires; un toque de sorpresa ese mismo 25 de mayo en la plaza San Martín de Viedma. Y algunas decepciones también.

Nada fácil la tarea que se propone el cronista: la de poner en una misma bolsa el material del archivo del año que concluye, las emociones y afectos recolectados, las expectativas generadas y los resultados obtenidos. Fue un año interesante este 2010, está claro, pero quizás no alcanzó la fuerza de los anuncios.
La celebración de los 200 años de vida de la Nación parecía atractiva. Uno se ilusionaba con un fuerte estado de movilización cultural, a lo largo y a lo ancho del país, bajo la guía y coordinación de algún organismo público que permitiera el mejor aprovechamiento de los recursos disponibles. Algunas reuniones efectuadas en los primeros meses del año anticipaban, en tal sentido, un calendario con distribución territorial de las actividades. Para Río Negro se anunció, en ese programa federal, la realización de un foro sobre “Economías regionales en el Bicentenario”. No se hizo.
La movilización no se percibió, más allá del éxito de público de los magníficos espectáculos montados en la avenida 9 de Julio y la Plaza de Mayo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La programación territorial se diluyó, con actos de irregular significación.
Quedaron como resultado unas cuantas publicaciones, una serie de cortos fílmicos, y el proyecto de las Casas de Historia y Bicentenario, un buen Congreso Federal de Cultura y algunas pocas cosas más. Hubo vibración pasajera, pero nada que se constituya en un hito trascendente en si mismo, como para que dentro de 50 años los pibes de hoy (los que tienen 12, 15 años) se lo puedan contar a sus hijos y nietos, con el orgullo de decir “yo participé, asistí, protagonicé los actos del Bicentenario del 2010”.
Perfiles y Postales en Bolivia
Todos los domingos de este año, como viene ocurriendo desde el 2006, esta sección de Noticias de la Costa cumplió un recorrido que alternó las historias de vida con la crónica histórica y el análisis de materiales periodísticos de archivo, para procurar el rescate de aquellos elementos que configuran la memoria e imaginario colectivo.
¿Losartículos más logrados, según el gusto del autor? Toda selección es arbitraria, sobre todo si la realiza el mismo escriba. Veamos. La nota titulada “De la Patagonia al Chapare, tras las huellas de don Francisco de Viedma en Bolivia” (18-abril-2010) llevó implícita la satisfacción por la breve travesía realizada hacia Cochabamba, para visitar los sitios frecuentados por Viedma y Narváez, ilustre fundador, en sus muchos años de actuación como gobernador e intendente de aquella población del Alto Perú.
Los apuntes de viaje permitieron escribir esto. “ Sobre las veredas desparejas de calles estrechas en el amable casco histórico de Cochabamba, en su muy florida Plaza de Armas, por los atrios de las iglesias de Santo Domingo, la Recoleta, el Convento de las Carmelitas Descalzas de la Santísima Trinidad, la Catedral o la capilla de Nuestra Señora de la Merced; en los senderos de pueblos de nombre musical como Sacaba, Tutimayo, Paracti o Colomi anotados en el itinerario de sus viajes. En todos estos puntos se adivinan las huellas del hidalgo andaluz de paso elegante y firme. De aquel hombre que desembarcó en la Patagonia, trajinó vientos y levantó un fuerte en la ribera alta del río Negro, organizó haciendas y descansó sus últimas miradas de ojos calmos en las bellas cimas del Tunari, el cerro que abraza a la noble Cochabamba.”
El 25 de mayo de 2010
La celebración del día del Bicentenario en Viedma fue austera y casi desabrida. El gobierno provincial había puesto todo el esfuerzo institucional en la ciudad de Allen, que ese mismo 25 de mayo conmemoraba cien años de su fecha fundacional, y la municipalidad local quedó sin respaldo para un festejo que en la propia capital de Río Negro hubiese merecido mayor brillo. Incluso, a juicio de algunos observadores, influyó en el poco empeño puesto para la organización festiva la transitoriedad del mando del gobierno municipal en manos de la presidenta del Concejo Deliberante, Hilda Schlitter, por la licencia del intendente Jorge Ferreira que por entonces ocupaba un sitio de convencional municipal, dado el desentendimiento entre ambos funcionarios. Dicho de otro modo: el Ejecutivo municipal no se preocupó mucho por el Bicentenario de la Patria; ni tampoco se puso énfasis en celebrar el centenario de la inauguración del histórico edificio de la municipalidad, que en esa jornada era simbólicamente recuperado para su finalidad específica (ver más adelante: El museo perdido).
Pero hubo una sorpresa emotiva, que llegó por iniciativa de la empresa estatal Tren Patagónico. Una locomotora a vapor Baldwin de la dotación del ramal Ingeniero Jacobacci-Esquel, conocido popularmente como La Trochita, montada sobre un enorme acoplado del Departamento Provincial de Aguas, pasó aquel día por Viedma en su viaje de regreso de la Capital Federal, en donde fue una de las atracciones del Paseo del Bicentenario.
“Emociones y recuerdos, cuando la leyenda de La Trochita visitó Viedma” ( 30–mayo-2010) fue la nota que intentó documentar ese hecho.
“El 25 de mayo de 2010, cerca de las 11 de la mañana, muchos vecinos de la zona céntrica de Viedma no podían creer lo que sus oídos les avisaban. ¿Ese sonido penetrante en la serenidad del cielo nublado y apacible del día feriado era, realmente, el silbato de una locomotora a vapor? ¿Cómo era posible escucharla allí, en la plaza San Martín, a metros de la casa de Gobierno?
Rubén Edgardo Cristino Traversa (83 años, cumplidos el pasado 3 de marzo) sintió que el corazón le latía muy fuerte en su pecho y no pudo evitar que algunas lágrimas corrieran por su rostro. “Ya sabía que venía para acá, ya lo había leído en el diario, pero cuando escuché el silbato, acá tan cerca (vive en la calle Garrone, entre Moreno y Las Heras) fue una emoción muy fuerte, algo que en mi vida nunca me hubiese imaginado” le contó a este cronista.
Poco después, bien abrigado y, como siempre, sobriamente vestido, Traversa se acercó para tocar, oler y sentir la palpitación de esa vieja amiga, una locomotora Baldwin (fabricada en Estados Unidos, en 1922) que en varias oportunidades manejó, entre 1958 y 1966, en el ramal de Ingeniero Jacobacci a Esquel, más precisamente hasta la estación Cerro Mesa que era el punto de relevo del personal de conducción.
Muchas horas pasé en esta estrecha cabina, sintiendo el fuego de la caldera y la vibración de las ruedas, cuando trepaban las cuestas de la vía, recordó, mientras posaba sus ojos mansos en los detalles de manivelas y relojes, para la operación de la vaporera”.
El museo perdido
Ya se dijo que el centenario edificio histórico municipal, la más antigua de las construcciones públicas de Viedma, surgida con la reconstrucción posterior a la inundación de 1899, volvió a manos de la Municipalidad el 25 de mayo, aunque la ocupación efectiva con el despacho del intendente y otras oficinas se concretó recién el 9 de julio, ya con Ferreira reintegrado en sus funciones.
Entre 1970 y el 2010, por el lapso de 4 décadas, ese sitio permaneció ocupado por el Museo Antropológico Gobernador Tello, dependiente de la Subsecretaría de Cultura de la provincia. Las autoridades municipales venían advirtiendo desde un par de años atrás sobre la intención de recuperarlo para la finalidad que se concretó ahora. Pero desde el organismo provincial no se tomaron las medidas adecuadas, en tiempo y forma, y llegó el momento de la mudanza obligada y la colección museográfica fue metida en cajas y enviada a una vivienda de reducidas dimensiones, donde las condiciones de conservación son muy precarias. Como un paliativo se anunció la reconstrucción de un ala del edificio de la vieja inspección de escuelas, actualmente sede de la asociación Amigos de lo Nuestro en calle Rivadavia 145, e incluso la provincia aportó la suma de 120 mil pesos como arrancar los trabajos. Pero han transcurrido 7 meses y nada se hizo, Viedma perdió un museo, que es como haber perdido una parte de la memoria. Un pésimo pergamino para el Año del Bicentenario, precisamente.
Dos grandes momentos
Para el final de estos apuntes de balance dos hechos que fueron destacados y de gran relieve cultural. Aquí en Viedma, a fines del mes de julio, estuvo de visita Bruno Di Benedetto, escritor radicado en Puerto Madryn, ganador del premio Casa de las Américas 2010 en el género poesía. Invitado por la biblioteca de la Legislatura de Río Negro ofreció una charla, con la lectura de maravillosos fragmentos de sus “Crónicas de muertes dudosas”, una de ellas ambientada en Carmen de Patagones.
El otro acontecimiento ocurrió en Allen, donde el artista plástico Chelo Candia (historietista, dibujante, pintor, etc) realizó entre mayo y noviembre gran parte de un proyecto sobresaliente, denominado “Una galería a cielo abierto”, con la instalación de 10 grandes murales (de un total de 15) que representan aspectos de la vida social, cultural, económica, deportiva e institucional de esa ciudad del Alto Valle. El programa, costeado por la municipalidad de Allen sin ninguna participación de la Subsecretaría de Cultura de Río Negro, tiene enorme aceptación entre los vecinos allenses, dado que Chelo (y su asistente María Langa) muchas veces toman documentos fotográficos como base para las enormes pinturas y la gente reconoce a sus parientes reflejados en las paredes del pueblo. Cosas buenas que dejó el Año Bicentenario.
(Nota publicada en Noticias de la Costa, Viedma, 26 de diciembre de 2010)

sábado, 11 de diciembre de 2010

El viejo puente ferrocarretero tiene adherida en el óxido la memoria de la gente

 Una formidable obra de ingeniería, todavía en pleno uso, 79 años después de su inauguración
 Arriba: la postal que identifica a Viedma y Carmen de Patagones; abajo: el día de su apertura 
¿Cuántas historias de la vida cotidiana de Carmen de Patagones y Viedma están contenidas y relacionadas con la formidable estructura del puente ferrocarretero, que dentro de pocos días cumplirá 79 años de servicios sin interrupción?


Hay una memoria colectiva, un registro popular que todavía espera su rescate y recopilación. Esta crónica sólo pretende constituirse en un aporte en tal sentido. Se tomaron elementos de diversas fuentes y fragmentos de dos notas publicadas, hace cuatro años, en esta misma sección de Perfiles y Postales. Hay datos que provienen del imaginario popular, que no pueden documentarse con fidelidad, pero no por eso deben ser descartados.
El sueño del balsero
Antonio era balsero en el río Negro, entre las dos poblaciones hermanas, cuando el puente era solamente una ilusión y la rutina obligada de cada día era el cruce de carruajes a caballo, arreos de ganado lanar y, de vez en cuando alguno de los primeros autos llegados a la región. Cuentan que en una tarde de verano Antonio se tiró a dormir la siesta bajo el fresco reparo de los sauzales costeros, y tuvo un sueño. En el sueño se veía él mismo en un fino coche tirado por caballos, que cruzaba por arriba del río sobre un puente que resplandecía brillante con su pavimento de plata. Cuando llegó esa noche a su casa, en el barrio de puerto de Patagones, le contó de aquella visión a su padre (que era también balsero) y obtuvo por respuesta: “no sueñes con imposibles, Nino, porque además el día que el gobierno construya el puente nosotros nos quedamos sin trabajo”.
Los notables con Yrigoyen
Un grupo de notables vecinos de Patagones y Viedma, contando también con la adhesión de pobladores de San Antonio Oeste, viajó a la ciudad de Buenos Aires en febrero de 1921 con el propósito de ser recibidos en audiencia por el presidente de la Nación, Hipólito Yrigoyen.
La comisión se autodenominaba Pro Ferrocarril Patagones a San Antonio y estaba conformada por Felipe S. Contín , presidente del Consejo Municipal de Viedma, caudillo radical de enorme trascendencia; Juan Julián Lastra, procurador y abogado; el capitán de fragata Santiago Albarracín, experto navegante del río Negro; Francisco Pita, escribano de Patagones e historiador; Darío Peirano, progresista comerciante de San Antonio Oeste y el ingeniero Diego Contín, entre otros.
El periódico “La Capital”, uno de los más importantes medios periodísticos de la época en la comarca, siguió paso a paso y con detalle el viaje de esa comisión hacia la Capital Federal. De sus páginas se puede extraer la siguiente cronología: el 11 de febrero de 1921 los calificados vecinos partieron hacia Buenos Aires (seguramente en auto hasta Stroeder, que era punta de riel, y después en un convoy del Ferrocarril del Sud); y los días 22 y 23 de febrero fueron recibidos por el jefe de Estado.
Vale reparar que Yrigoyen los recibió primero el 22 y ante la necesidad de que los temas incluidos en el petitorio obtuvieran el compromiso del ministro de Obras Público (ese día ausente de la Capital) dispuso una nueva audiencia para la jornada siguiente, en la cual se analizaron todos los puntos con el funcionario responsable. La comitiva volvió satisfecha, con una serie de promesas.
Ya de regreso en Patagones, en los últimos días de febrero, en el restaurante del hotel Argentino hubo una cena de agasajo a los viajeros, quienes narraron con lujo de detalles el encuentro con Yrigoyen. Natalio, uno de los mozos del hotel, contaba al día siguiente, en un boliche de La Loma “estaban contentos los señores, hasta me convidaron con un habano a la hora del brindis”.
La ansiada obra
A pesar del entusiasmo el comienzo de los trabajos demoró más de un lustro. Recién durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear se dio inicio al impresionante movimiento de tierras, instalación del obrador y todo lo que indicaba que la construcción del puente era una realidad.
Obra de envergadura, con 270 metros de largo, en tres tramos fijos y uno basculante, con siete metros de ancho en la calzada, elevada a 17 metros sobre el nivel del río, en una marea media; con 2.500 toneladas de peso total y mucho más de cinco millares de remaches.
La obra de cemento, para la construcción de los pilares que se apoyan como gigantescas patas en el lecho del río, fue contratada con la empresa alemana Dycherchoff y Widmann.
La estructura metálica, que comprende el brazo basculante y la maquinaria para elevarlo, fue realizada por otra empresa germana: la Gutehoffnungshütte , de Oberhausen.
El extenso terraplen que fue necesario levantar en la costa viedmense para llegar a la altura de la margen de Patagones, con 37 metros sobre el nivel del mar de diferencia, fue realizado por los contratistas Figliozzi y Ferrario. Para acarrear la tierra, desde la zona de la cuchilla, se instaló un trencito de trocha angosta (tipo “Decaville”) que se desmanteló al finalizar.
Toda la obra fue considerada en su momento como exponente de la capacidad y creatividad de ingenieros argentinos y alemanes. En una imponente exposición mundial de ingenieria, en Oberhausen, durante la Alemania nazi (1935) fue calificado entre los cinco puentes más importantes de Sudamérica y el más imponente entre aquellos de sistema levadizo.
Unos 450 operarios fueron necesarios para edificar el gigante de hormigón y acero. Gran parte de aquella mano de obra procedía del exterior, casi mayoritariamente inmigrantes italianos, españoles, alemanes del Volga (llamados “rusos”), croatas, yugoslavos y polacos. Un verdadero crisol de razas
Entre tantos “tanos” llegó a estas costas Vigilio Tollo, nativo de Grigno, en la provincia de Trento. En 1924 se radicó en Viedma y tres años más tarde ingresó a la obra del puente. Dos factores de su historia anterior al arribo a “la América” influyeron positivamente para que el joven Tollo consiguiera ocupación, en el calificado puesto de “sobrestante” para las inspecciones del ministerio de Obras Públicas de la Nación: tenía conocimientos de construcción y sabía hablar alemán (porque su pueblo natal estaba cercano al límite fronterizo y allí se hablaban varias lenguas).
Lino Tollo, conocido vecino de Viedma (ya fallecido), también nacido en Grigno, hijo de aquel inmigrante del que hablábamos, nos transmitió sus recuerdos de pequeño (llegó a la Comarca en 1927 con siete años recién cumplidos, cuando la obra crecía rápidamente) y la emoción particular de acompañar a su padre, en días francos, para realizar una paseo por los andamios.
“Yo era chiquito y la obra me parecía mucho más enorme de lo que realmente es” comentó, mientras nos mostraba algunas fotos desvanecidas por el paso de los años. Vigilio Tollo aparece en una de esas imágenes, junto a los operarios que están cavando por debajo del lecho del río, en la sacrificada tarea de preparar los basamentos para los pies de hormigón de la colosal estructura.
“Fue un trabajo muy duro, y también peligroso. Papá contaba que muchas veces algún obrero se caía al agua y, como no sabía nadar, era arrastrado por la corriente río abajo, hasta que desaparecía o se ahogaba. Pero los alemanes pagaban muy bien, y él (su padre) pudo ahorrar bastante como para poder comprarse este local (esquina de Mitre y Alem) en donde instaló un restaurante y hotel”, recordó.
El día de la inauguración
No existen indicios sobre la razón por la cual se eligió la fecha del 17 de diciembre de 1931 para la inauguración del puente. Para entonces ya hacía más de nueve años que los trenes de la empresa británica del Ferrocarril del Sud arribaban a Carmen de Patagones; y desde 1928 la estación de Viedma, ubicada justo debajo del puente, recibía las formaciones del Ferrocarril del Estado que llegaban desde San Antonio Oeste y permitían transitar el ramal de fomento hasta Pilcaniyeu (pues recién en 1934 se completó el tendido hasta Bariloche).
Pero lo concreto es que ese día hubo fiesta y enorme curiosidad. La gente de las dos poblaciones se volcó masivamente para recorrer a pie la calzada y observar de cerca los detalles de la imponente estructura. Para entonces ya no había gobierno radical (en septiembre de 1930 un golpe militar había derrocado a don Hipólito, en su segundo mandato) y la placa oficialmente descubierta lucía el nombre del impostor presidente de facto, general José Félix Uriburu, sin ningún mérito sobre la realización de tamaña obra. Dicen que un grupo de militantes radicales de Patagones, proscriptos por la ley, pergeñaron un acto reivindicativo: proyectaban llegar en las sombras de la noche y colocar, sobre la placa, un cartel con el nombre del presidente depuesto. El comisario se enteró y mandó a un agente de a caballo para que hiciera ronda sobre el puente durante las horas de oscuridad y el plan quedó sin cumplir.
El brazo levadizo
El brazo levadizo del puente había sido probado varias veces. Pero faltaba que arribara el primer barco que hiciera necesaria la operación, comandada por Domingo Juan Ferría, maragato y moreno, mecánico de profesión que hasta esa época había trabajado en lo de Cambiasso, la casa de taller y venta de repuestos Ford ubicada en la esquina de Bynon y la actual Harosteguy, de Carmen de Patagones. Allí había trabado conocimiento con jefes de la obra, que llevaban los autos Ford T para su mantenimiento, y le ofrecieron capacitarlo en el manejo de la maquinaria de elevación, en lo alto de la casilla.
En la primera semana de enero de 1932 ingresó el vapor Bahía Blanca con lastre, para cargar bolsas de trigo; y el mecanismo entró en acción por primera vez. Algunos memoriosos dicen que el último barco que necesitó levantar el puente fue el “Patagonia”, en 1944, porque el puerto de Patagones no resistió la competencia del ferrocarril.
Los sueños y esperanzas de Antonio, el balsero; de los notables que fumaban puros en el restaurante del hotel Argentino solazándose de la reunión con Yrigoyen; de Vigilio Tollo y tantos obreros anónimos; del propio Ferría, que durante años se sintió importante por su trabajo, permanecen adheridos en el óxido que hoy recubre los hierros del puente viejo. Son historias de unos y de todos, la memoria de la gente.