domingo, 11 de julio de 2010

San Antonio Oeste, 105 años de historia, según los apuntes de Héctor Izco

Dos reliquias del patrimonio histórico urbano de San Antonio Oeste. Arriba la casona de Juan Peirano, próspero comerciante, actual Museo Histórico Municipal. Abajo la casa donde vivió el ingeniero Guido Jacobacci, director de las obras ferroviarias, a la espera de su restauración.

La ciudad de San Antonio Oeste acaba de cumplir 105 años, contados desde el 10 de julio de 1905 cuando la empresa Sassemberg decidió mudarse desde Patagones. Un vecino notable, Héctor Izco, recopiló valiosa información histórica en una obra de consulta imprescindible.

La historia de San Antonio Oeste está marcada a fuego por el esfuerzo de los pioneros. Fue puerto de avanzada en el litoral atlántico patagónico y, por ello mismo, el sito de arranque para el trazado de la línea férrea del Estado, que uniría el Atlántico con la Cordillera. En el mes de marzo pasado se cumplieron 100 años de la inauguración del primer tramo del ferrocarril de fomento diseñado por el ministro de Obras Públicas, Ezequiel Ramos Mexía, que se construía bajo la experta conducción de Guido Jacobacci.. Aquel momento esplendoroso, con la presencia del presidente José Figueroa Alcorta en estas latitudes, ya fue reflejado en estas páginas de Noticias. Hoy nos ocuparemos de nacimiento y desarrollo del pueblo (hoy ciudad) de San Antonio Oeste, con una serie de matices muy interesantes.
El inolvidable Héctor Izco
El material que habrá de copiarse en esta crónica será tomado del libro “San Antonio Oeste y el mar; origen y destino” que hacia 1995 escribió Héctor Juan Izco, recordado habitante de aquella población. Un hombre de apasionadas inquietudes, dirigente político de la Unión Cívica Radical Intransigente, diputado provincial (1963-66), comerciante reconocido…. pero, sobre todo, vecino apreciado y respetado.
La obra, editada por la Legislatura de Río Negro, presenta en su contratapa algunas reflexiones de Elías Chucair, compañero de bancada de Izco, dilecto amigo suyo.
“San Antonio Oeste fue desde principios del siglo uno de los pueblos de avanzada en la vida de nuestro viejo territorio y de la Patagonia; y bien merece que las nuevas generaciones conozcan los hechos que fueron amojonando la distintas etapas de su rico pasado. El autor de este valioso testimonio que nos acerca historias y personas que contribuyeron al crecimiento de San Antonio y su comarca fue y sigue siendo un activo protagonista en el quehacer comunitario y en las instituciones que mucho hicieron para crear, desde antiguo, el perfil de un pueblo progresista junto a las aguas azules del Golfo” escribió Chucair.
Primero el éxodo
“San Antonio Oeste es producto de un éxodo y despoblamiento del asentamiento primero que se hace en el sector de Punta Villarino, que tiene allí el inicio de un pequeño pueblo-puerto. Se había fundado cerca de la finalización del siglo 19” comienza relatando Izco, en su ameno libro.
“Saco Viejo, Puerto San Antonio y luego San Antonio Este son nombres indistintos y casi cronológicos del asentamiento inicial. Tiene actividades de cara al mar y se localizan allí las primeras autoridades de la zona: Prefectura Marítima, Juzgado de Paz y Aduana que se complementan con las actividades comerciales y de servicios. También, posteriormente, un faro en el sector del oeste de Villarino.
Es punto final de tropas de carros que venían de toda la zona de influencia de nuestro litoral marítimo, que abarcaba hacia el Oeste hasta las estribaciones de la cordillera (Bariloche) y a partir de Huahuel Niyeo (hoy Ingeniero Jacobacci) hacia el sur oeste por Quetrequile, Ñorquincó, hasta Trevelín, Esquel o Tecka, ya en el Chubut. Es también punto inicial del envío de todo lo que traían los barcos con destino a esa zona. Mercaderías, víveres, materiales de construcción y eventualmente personas. Tráfico de tropas de carros, tal vez de bueyes, de mulas o caballos, que a su regreso traían los frutos del país: lanas, cueros, pieles.”
Señala después que la mayor preocupación de aquellos mercaderes era “acercar el mar (el puerto, en realidad) a las huellas que se abrían a su vasta zona de influencia ya descrita”.
Está claro que la distancia de 50 kilómetros que separa ese “Saco Viejo” de la posterior localidad “del Oeste” (la misma que hay, naturalmente, entre el moderno puerto de exportaciones frutícolas y la actual San Antonio) era un obstáculo duro de vencer en épocas de medanales y ásperos caminos de piedra. ¿Cómo se podía resolver el problema, de qué manera lograr una más rápida conexión de las cargas entre los barcos y las caravanas de chatas cargueras que arrancaban para el sur?
Sigue Izco. “Es en 1905 el año en que se intensifican las acciones para el logro de aquel propósito. Y son protagonistas marinos y comerciantes, la firma Contín, Benito y Cia. instalados en el este y la casa Sassemberg que ejercía el comercio en Patagones y Viedma y deseaban establecerse en la zona de San Antonio”.
Es un velero de carga, un “paillebot” como se lo llamaba en esos años, el que hace las primeras navegaciones en la ría de acceso o “caleta del Oeste”, lo que más comúnmente llaman los lugareños como “la marea”. Esa nave, el “Antonio Calcagno” de la firma Contín, Benito y Cia abre un rumbo que ya no tendrá pausas. Acota el autor que la mencionada empresa recibe aportes de nuevos socios y se transforma en Peirano, Podestá, Benito y Compañía. Don Juan Peirano se convertirá, en pocos años, en uno de los hombres más acaudalados de la región. La que fue su casa, de estilo inglés y según se cuenta transportada íntegramente desarmada desde Europa, es actualmente la sede del Museo Histórico Municipal de San Antonio Oeste.
Tras los pasos de aquellos comerciantes habrá de llegar Sassenberg, que deja sus importantes instalaciones de Patagones: el llamado palacio Sassenberg-Landalde, con su gigantesca barraca, que hoy todavía se conservan entre las calles Elsegood y Péerz Brito del barrio del bajo. El inmigrante alemán buscaba una nueva radicación con el olfato acertado de los emprendedores, con la seguridad de que desde esa caleta se construiría una historia de pleno desarrollo.
10 de julio
Sigamos con las palabras de Héctor Izco. “Es un 10 de julio de 1905. Una mañana seguramente de aquellos crudos inviernos que hemos conocido los que transitamos largos años aquí. Y ese día el silencio que sólo sabía del ruido del viento y de las aves marinas se ve quebrado por el de las herramientas de trabajadores, sierras –a mano, naturalmente- que cortaban tirantes y tablones de madera y el de los martillos que comenzaban la construcción de la primera barraca y dependencias de comercio. Lejos estaban de suponer, seguramente, que no se apagarían esos ruidos desde entonces, pues serían sinónimos de un fundar, de un hacer y un crecer que desde ese mismo día nos acompañan. Comenzaban los trabajos de hacer una construcción que podemos hoy ubicar en el sector de lo que es el campo de deportes de la Prefectura, algunas docenas de metros más al sur. Pero estaban haciendo algo más que esa inicial construcción. Estaban fundando un pueblo. En esa porción de la nord patagonia, a orillas del mar, nacía San Antonio Oeste. Nacía un pueblo”.
Agrega que “Con buen criterio es el 10 de julio de 1905 la fecha que nuestra comunidad recuerda como día de la fundación. Y al festejarlos cada año no son solamente los acontecimientos materiales producidos. Lo son y en grado sumo el reconocimiento a fundadores y pioneros que fueron capaces de generar estos hechos y dejar semejantes testimonios.”
“Tenemos así la fundación. También dijimos que era consecuencia de la búsqueda de acercar el mar (el puerto) a las huellas de los carros que partían hacia el sur y el oeste. Pero hay otro elemento determinante, que es el agua. Porque aquí, paradójicamente tratándose de San Antonio Oeste, estaba el agua. Las tropas de carros en sus viajes se abastecían de ese vital elemento en nuestras cercanías, siendo que emprendieran el viaje al Puerto Villarino o lo hicieran hacia el interior del Territorio. Unos jagüeles con molinos de viento o a cincha de caballo proveían algo de agua en la zona de los médanos al sur de San Antonio Oeste”.
Es interesante rescatar que la problemática del agua, que San Antonio Oeste recién resolvería en forma definitiva hacia 1972, ya estaba presente en el momento fundacional. Resalta Izco “el espíritu de aquella gente fundadora e inicial de San Antonio Oeste, al haberse dispuesto a poblar y radicarse a sabiendas de la falta de agua”.
Del tren aguatero al canal
Hay en este ameno libro que hoy rescatamos del injusto olvido un capítulo titulado, específicamente “El problema del agua” Dice el autor que “la solución definitiva, por entonces, llega con el arribo del ferrocarril a Valcheta. Allí el arroyo del mismo nombre tenía un caudal posible de ser utilizado para abastecer a nuestro pueblo. En tanques fue haciéndose el traslado. Luego corrieron trenes aguateros en mucho tiempo diarios y a veces hasta dos trenes cuando fue necesario”.
La descarga de los vagones tanque aguateros se hacía en un tanque ubicado al costado de la estación ferroviaria, desde donde se trasvasaba a los carritos aguateros que hacían el reparto en el pueblo. Esta “aguatería”, como se llamaba popularmente, fue restaurada hace pocos meses y hoy puede observarse su sencilla estructura metálica como un monumento al esfuerzo tremendo de una población que debía hacer increíbles sacrificios para sobrevivir con cantidades mínimas de agua.
Héctor Izco también hace una apretada reseña de los antecedentes de la construcción de la obra que significaría el remedio efectivo para esa angustia cotidiana: el canal Pomona-San Antonio Oeste, un tajo de muchos kilómetros de largo que finalmente, el 20 de agosto de 1972, empezó a calmar la antigua sed de San Antonio Oeste.
El libro que hemos consultado tiene 432 páginas, con un excelente compendio de hechos institucionales y aspectos costumbristas del pueblo marítimo, tales como los bailes populares, las kermeses y otros. Hace 105 años se fundó San Antonio Oeste y, por suerte, tuvo un vecino llamado Héctor Juan Izco, que nos dejó este legado. Como escribió Elías Chucair “la historia no la constituyen solamente las acciones de combate (…) sino también la suma de hechos que se suceden en la vida cotidiana de los pueblos…”