lunes, 26 de julio de 2010

Apuntes de la historia comercial de Patagones, en los años 40 al 60

Arriba: casa Los Vascos, una tienda que era un verdadero emporio. Abajo: la moderna estación de servicio inaugurada por la firma Malaspina en 1935.

Para hacer las compras domésticas, en Carmen de Patagones, más o menos para 1950, había que internarse en espaciosos locales comerciales, generalmente atendidos por sus propios dueños y una diligente corte de eficientes dependientes; donde reinaban mil aromas variados y se desplegaba un fantástico catálogo visual de mercaderías. Por entonces se decía que “en Patagones se conseguía de todo, y siempre con la mejor calidad”.

Para confeccionar un mapa de nostalgias comerciales, con breves referencias que individualicen los rubros y sus propietarios; los nombres de algunos de sus empleados y otros detalles ilustrativos, se eligió como guía a Edgardo Salvador Melluso.

Más conocido como “Pety”, cumplió 76 años de vida el pasado 6 de junio; pero aparenta mucho menos, por la vitalidad y la excelente predisposición que despliega en sus dominios, rodeado de camas y mesas, sillas y sillones, armarios y roperos; acompañado por su familia y también por sus vivos recuerdos. Firme como siempre, en su mueblería San José, que acaba de cumplir 52 años de trayectoria en una tradicional esquina de Carmen de Patagones, Pety se brindó con la amabilidad que lo caracteriza en la charla con el cronista. Durante la conversación se fue trazando un nostálgico recorrido por el centro de la ciudad más austral de la provincia de Buenos Aires, señalando los sitios en donde funcionaron algunos locales emblemáticos de la pujanza comercial de la localidad, entre los años 40 al 60.

El itinerario memorioso estuvo sazonado con el rico anecdotario de Pety, con referencias amigables que en muchos casos se relacionaron con la propia historia comercial familiar.

Desde la plaza Villarino

Punto de arranque, en la Plaza Villarino, esquina de las calles Dr. Baraja y San Martín. “Allí estaba el negocio de Llanos Hermanos, propiedad de dos hermanos: Luis y el Negro, quienes tenían también una hermana que los ayudaba en el comercio. Ellos iban a la campaña a llevar los vicios, como se decía en ese tiempo, era un almacén de ramos generales” recuerda Pety Melluso. Enseguida asocia “un comercio similar era el de Pozzo Ardizzi en la esquina de España y Dr. Baraja (más tarde la ferretería de la Cooperativa) atendido por don Juan y sus empleados. Yo me acuerdo bien del negocio de Pozzo Ardizzi porque mi papá me mandaba a buscar vidrios y don Juan los cortaba con una excelente baquía, porque era un hombre muy trabajador. Tenía un hermano, Alfredo Pozzo Ardizzi, que tenía la panadería sobre Yigoyen y Brown, y después las dos casas eran una sola”.

“Don Juan tenía su importante almacén de ramos generales, que competía con la de don Félix Malaspina, que manejaba su hijo Pepe, en la otra importante esquina comercial de Patagones, la de Yrigoyen e Italia. Pero volviendo a lo de Pozzo Ardizzi, que después se dedicó a la maquinaria para el campo, recuerdo que allí trabajaban

Carmelo Trípodi, los hermanos Miguel y Meco Cadenazzo, y también los hermanos Avila” apunta nuestro gentil informante.

Otra referencia y enseguida toda la información. “Claro que me acuerdo de don Pascual Dichiara, un gran comerciante. Arrancó como socio de dos hermanos Testore y con un señor Cancillieri, en la calle Comodoro Rivdavia al 300, casi esquina España enfrente de la estación de servicio, en donde hay ahora un restaurante. El rubro era el de materiales para la construcción, también con tanques australianos, molinos y otros implementos para el campo. Después, cuando don Pascual, falleció los empleados se unieron en sociedad y pusieron el corralón en calle Garibaldi, donde estuvieron Ricardo Marino y otros muchachos”.

Por la Comodoro

En el rubro específico de la ferretería Pety recuerda a “don Basilio López, sobre la calle Comodoro Rivadavia, enfrente del banco Provincia, en la esquina con Alsina. Me acuerdo muy bien que allí compré mi primera estufita a kerosene de 4 velas, hace más de 50 años. Mi nena era chiquita y la casa donde vivíamos con mi señora era muy fría, por esos techos tan altos que se usaban antes, así que fui y compré la estufita para poner un poco de calor. Don Basilio era un español muy simpático, lo tengo muy presente.”

“Enfrente, cruzando la calle, estaba la tienda La Ideal de José Lorenzo Alegre, con todo tipo de ropa. Yo tengo anotada, en el libro copiador que tengo guardado, una cuenta que le abrimos hace más 50 años para la carpintería, cuando una vez le hice unos trabajos para el negocio. Muy buen hombre el señor Alegre, muy buen pagador”.

Unos pasos más y llegamos a la esquina de Comodoro Rivadavia y España. “Ah! Casa Los Vascos, por supuesto que la tengo presente, era de dos hermanos, Andrés y Manuel Pasarón, cuando fallecieron quedaron como socios Pedro Arias y Manolo Rodriguez, al frente de un negocio que era famoso por su variedad y calidad; como empleados había un tal Scalesi, que tiraba muy bien aquí en el polígono; una señorita de apellido Sitanor, que viene siendo hermana de don Tomás y tía de Miguel Angel “Chichín”; y también una señorita Barilá. Como repartidor de Los Vascos había un tal Demicheli al que siempre le hacíamos bromas, por su forma de hablar. Resulta que a mi hermano José Julio, que le decíamos el Ñato, le gustaba mucho andar embromando y entonces le pedía que le contara sus andanzas: “Che Demicheli ¿qué te pasó con ese hombre?” Entonces Demicheli arrancaba, “qué se ha creído usted, hombre grande, carancho, caramba, la gran pucha. Se me reía, todavía, ¿cómo usted todavía se ríe con todo lo que le estoy diciendo? Y más se reía ese hombre” de sus propios dichos. Ese señor Demichelli era el encargado de tirar las bombas para los días de fiesta patria, en la plaza 7 de Marzo enfrente de la Municipalidad” contó Pety.

Siguió su relato. “Nosotros éramos clientes de Los Vascos, igual que de casa Imperiale, en Bynon y España, una gran casa de almacén y ramos generales. Allí justamente empezó de empleado Pascual Dichiara. Los fundadores de la familia comercial fueron tres hermanos: Francisco, Hércules y Juan, que hicieron construir ese local tan elegante. Recuerdo que cuando yo era alumno del taller de carpintería de la escuela salesiana de La Piedad, en Bahía Blanca, había un carpintero que cuando se enteró que yo era de Patagones me contó que había estado trabajando aquí haciendo los moldes en madera para llenar con hormigón y hacer las columnas que sostienen el interior. Un edificio hermoso, todos los muebles de madera los hizo mi abuelo, yo tengo guardado el detalle, los hizo con buena madera de cedro o roble.”

“Otros trabajos importantes de mi abuelo en materia de muebles para comercios y oficinas fueron las de la sastrería de Bergandi y la sucursal del Banco Nación, trabajando para un contratista de apellido Peloto, que era un albañil de muy buena calidad” agregó.

Sobre Sastrería Bergandi (uno de los más antiguos locales de Patagones con tradición comercial familiar de muchos años) surgió la referencia amistosa con su propietario, don Armando Bergandi. “Tiene 86 años y está muy bien, anda hecho un pibe, siempre que me lo encuentro le hago el chiste: ¿saliste con el documento, mirá que no te van a creer que sos mayor de edad y por allí capaz que no te dejan entrar en algún lugar”.

Otras esquinas

“En España y Fagnano, donde hay actualmente una imprenta, estaba el mercado de Silvio Garrafa, que siempre salía para la estación para llevar la mercadería para los trenes para el sur. Enfrente estaba lo de Eugenio Carrera, que le decían el gaucho Carrera y su hermano Lidio Carrera, que vendían molinos y otras cosas para el campo”.

Seguimos por España, intersección con Garibaldi, la famosa tienda El Suelo. “Sí, era de dos turcos: Bari y Guaya. Se decía que le habían puesto de nombre tienda El Suelo porque no tenían plata para comprar estanterías y cuando recién se iniciaban tenían toda la mercadería en el piso, no sé si habrá sido cierto”.

.”Otro turco era Salagalla que venía de viaje, con su negocio La Liquidadora Argentina, y se instalaba dos meses en la esquina de Comodoro Rivadavia y 7 de Marzo; vendía mucho, todo tipo de ropa” acotó después.

Ya más cerca de su esquina, el paso por Casa Galli, Yrigoyen y Comodoro Rivadavia, en donde hay un terreno abierto y una venta de autos usados. “Una gran tienda, el local ya había pasado a manos de la firma Zagari y Sofi cuando se destruyó con un incendio el primero de julio de 1980, con la trágica muerte de don Gregorio Sofi. Casa Galli era una sucursal de una firma de Buenos Aires; allí trabajaban, entre otros, Ricardo Percaz, Bartolo Llanos, y el gallego Turienzo, que después se instaló en Viedma en Casa Olimpia, fundada por su suegro, el comisario Alvarez.”

Finalmente lo de Malaspina, con estación de servicio, venta de autos de la marca Chevrolet, taller y repuestos, en un verdadero complejo que causaba admiración en sus tiempos inaugurales, en la década del 30, en Yrigoyen y Bynnon. “Era un negocio grandísimo, con los primeros surtidores eléctricos de Patagones, todo muy moderno y muy bien puesto para la época, una verdadera empresa fundada por José “Pepe” Malaspina y sus hermanos Serafín y Félix Mateo “Pichín”. Allí trabajó mucha gente entre los que recuerdo a Edgardo Borasi y Rafael Surcovich. Mi papá siempre hablaba de la importancia de la estación de servicio de Malaspina, que hasta tenía cocheras”.



domingo, 11 de julio de 2010

San Antonio Oeste, 105 años de historia, según los apuntes de Héctor Izco

Dos reliquias del patrimonio histórico urbano de San Antonio Oeste. Arriba la casona de Juan Peirano, próspero comerciante, actual Museo Histórico Municipal. Abajo la casa donde vivió el ingeniero Guido Jacobacci, director de las obras ferroviarias, a la espera de su restauración.

La ciudad de San Antonio Oeste acaba de cumplir 105 años, contados desde el 10 de julio de 1905 cuando la empresa Sassemberg decidió mudarse desde Patagones. Un vecino notable, Héctor Izco, recopiló valiosa información histórica en una obra de consulta imprescindible.

La historia de San Antonio Oeste está marcada a fuego por el esfuerzo de los pioneros. Fue puerto de avanzada en el litoral atlántico patagónico y, por ello mismo, el sito de arranque para el trazado de la línea férrea del Estado, que uniría el Atlántico con la Cordillera. En el mes de marzo pasado se cumplieron 100 años de la inauguración del primer tramo del ferrocarril de fomento diseñado por el ministro de Obras Públicas, Ezequiel Ramos Mexía, que se construía bajo la experta conducción de Guido Jacobacci.. Aquel momento esplendoroso, con la presencia del presidente José Figueroa Alcorta en estas latitudes, ya fue reflejado en estas páginas de Noticias. Hoy nos ocuparemos de nacimiento y desarrollo del pueblo (hoy ciudad) de San Antonio Oeste, con una serie de matices muy interesantes.
El inolvidable Héctor Izco
El material que habrá de copiarse en esta crónica será tomado del libro “San Antonio Oeste y el mar; origen y destino” que hacia 1995 escribió Héctor Juan Izco, recordado habitante de aquella población. Un hombre de apasionadas inquietudes, dirigente político de la Unión Cívica Radical Intransigente, diputado provincial (1963-66), comerciante reconocido…. pero, sobre todo, vecino apreciado y respetado.
La obra, editada por la Legislatura de Río Negro, presenta en su contratapa algunas reflexiones de Elías Chucair, compañero de bancada de Izco, dilecto amigo suyo.
“San Antonio Oeste fue desde principios del siglo uno de los pueblos de avanzada en la vida de nuestro viejo territorio y de la Patagonia; y bien merece que las nuevas generaciones conozcan los hechos que fueron amojonando la distintas etapas de su rico pasado. El autor de este valioso testimonio que nos acerca historias y personas que contribuyeron al crecimiento de San Antonio y su comarca fue y sigue siendo un activo protagonista en el quehacer comunitario y en las instituciones que mucho hicieron para crear, desde antiguo, el perfil de un pueblo progresista junto a las aguas azules del Golfo” escribió Chucair.
Primero el éxodo
“San Antonio Oeste es producto de un éxodo y despoblamiento del asentamiento primero que se hace en el sector de Punta Villarino, que tiene allí el inicio de un pequeño pueblo-puerto. Se había fundado cerca de la finalización del siglo 19” comienza relatando Izco, en su ameno libro.
“Saco Viejo, Puerto San Antonio y luego San Antonio Este son nombres indistintos y casi cronológicos del asentamiento inicial. Tiene actividades de cara al mar y se localizan allí las primeras autoridades de la zona: Prefectura Marítima, Juzgado de Paz y Aduana que se complementan con las actividades comerciales y de servicios. También, posteriormente, un faro en el sector del oeste de Villarino.
Es punto final de tropas de carros que venían de toda la zona de influencia de nuestro litoral marítimo, que abarcaba hacia el Oeste hasta las estribaciones de la cordillera (Bariloche) y a partir de Huahuel Niyeo (hoy Ingeniero Jacobacci) hacia el sur oeste por Quetrequile, Ñorquincó, hasta Trevelín, Esquel o Tecka, ya en el Chubut. Es también punto inicial del envío de todo lo que traían los barcos con destino a esa zona. Mercaderías, víveres, materiales de construcción y eventualmente personas. Tráfico de tropas de carros, tal vez de bueyes, de mulas o caballos, que a su regreso traían los frutos del país: lanas, cueros, pieles.”
Señala después que la mayor preocupación de aquellos mercaderes era “acercar el mar (el puerto, en realidad) a las huellas que se abrían a su vasta zona de influencia ya descrita”.
Está claro que la distancia de 50 kilómetros que separa ese “Saco Viejo” de la posterior localidad “del Oeste” (la misma que hay, naturalmente, entre el moderno puerto de exportaciones frutícolas y la actual San Antonio) era un obstáculo duro de vencer en épocas de medanales y ásperos caminos de piedra. ¿Cómo se podía resolver el problema, de qué manera lograr una más rápida conexión de las cargas entre los barcos y las caravanas de chatas cargueras que arrancaban para el sur?
Sigue Izco. “Es en 1905 el año en que se intensifican las acciones para el logro de aquel propósito. Y son protagonistas marinos y comerciantes, la firma Contín, Benito y Cia. instalados en el este y la casa Sassemberg que ejercía el comercio en Patagones y Viedma y deseaban establecerse en la zona de San Antonio”.
Es un velero de carga, un “paillebot” como se lo llamaba en esos años, el que hace las primeras navegaciones en la ría de acceso o “caleta del Oeste”, lo que más comúnmente llaman los lugareños como “la marea”. Esa nave, el “Antonio Calcagno” de la firma Contín, Benito y Cia abre un rumbo que ya no tendrá pausas. Acota el autor que la mencionada empresa recibe aportes de nuevos socios y se transforma en Peirano, Podestá, Benito y Compañía. Don Juan Peirano se convertirá, en pocos años, en uno de los hombres más acaudalados de la región. La que fue su casa, de estilo inglés y según se cuenta transportada íntegramente desarmada desde Europa, es actualmente la sede del Museo Histórico Municipal de San Antonio Oeste.
Tras los pasos de aquellos comerciantes habrá de llegar Sassenberg, que deja sus importantes instalaciones de Patagones: el llamado palacio Sassenberg-Landalde, con su gigantesca barraca, que hoy todavía se conservan entre las calles Elsegood y Péerz Brito del barrio del bajo. El inmigrante alemán buscaba una nueva radicación con el olfato acertado de los emprendedores, con la seguridad de que desde esa caleta se construiría una historia de pleno desarrollo.
10 de julio
Sigamos con las palabras de Héctor Izco. “Es un 10 de julio de 1905. Una mañana seguramente de aquellos crudos inviernos que hemos conocido los que transitamos largos años aquí. Y ese día el silencio que sólo sabía del ruido del viento y de las aves marinas se ve quebrado por el de las herramientas de trabajadores, sierras –a mano, naturalmente- que cortaban tirantes y tablones de madera y el de los martillos que comenzaban la construcción de la primera barraca y dependencias de comercio. Lejos estaban de suponer, seguramente, que no se apagarían esos ruidos desde entonces, pues serían sinónimos de un fundar, de un hacer y un crecer que desde ese mismo día nos acompañan. Comenzaban los trabajos de hacer una construcción que podemos hoy ubicar en el sector de lo que es el campo de deportes de la Prefectura, algunas docenas de metros más al sur. Pero estaban haciendo algo más que esa inicial construcción. Estaban fundando un pueblo. En esa porción de la nord patagonia, a orillas del mar, nacía San Antonio Oeste. Nacía un pueblo”.
Agrega que “Con buen criterio es el 10 de julio de 1905 la fecha que nuestra comunidad recuerda como día de la fundación. Y al festejarlos cada año no son solamente los acontecimientos materiales producidos. Lo son y en grado sumo el reconocimiento a fundadores y pioneros que fueron capaces de generar estos hechos y dejar semejantes testimonios.”
“Tenemos así la fundación. También dijimos que era consecuencia de la búsqueda de acercar el mar (el puerto) a las huellas de los carros que partían hacia el sur y el oeste. Pero hay otro elemento determinante, que es el agua. Porque aquí, paradójicamente tratándose de San Antonio Oeste, estaba el agua. Las tropas de carros en sus viajes se abastecían de ese vital elemento en nuestras cercanías, siendo que emprendieran el viaje al Puerto Villarino o lo hicieran hacia el interior del Territorio. Unos jagüeles con molinos de viento o a cincha de caballo proveían algo de agua en la zona de los médanos al sur de San Antonio Oeste”.
Es interesante rescatar que la problemática del agua, que San Antonio Oeste recién resolvería en forma definitiva hacia 1972, ya estaba presente en el momento fundacional. Resalta Izco “el espíritu de aquella gente fundadora e inicial de San Antonio Oeste, al haberse dispuesto a poblar y radicarse a sabiendas de la falta de agua”.
Del tren aguatero al canal
Hay en este ameno libro que hoy rescatamos del injusto olvido un capítulo titulado, específicamente “El problema del agua” Dice el autor que “la solución definitiva, por entonces, llega con el arribo del ferrocarril a Valcheta. Allí el arroyo del mismo nombre tenía un caudal posible de ser utilizado para abastecer a nuestro pueblo. En tanques fue haciéndose el traslado. Luego corrieron trenes aguateros en mucho tiempo diarios y a veces hasta dos trenes cuando fue necesario”.
La descarga de los vagones tanque aguateros se hacía en un tanque ubicado al costado de la estación ferroviaria, desde donde se trasvasaba a los carritos aguateros que hacían el reparto en el pueblo. Esta “aguatería”, como se llamaba popularmente, fue restaurada hace pocos meses y hoy puede observarse su sencilla estructura metálica como un monumento al esfuerzo tremendo de una población que debía hacer increíbles sacrificios para sobrevivir con cantidades mínimas de agua.
Héctor Izco también hace una apretada reseña de los antecedentes de la construcción de la obra que significaría el remedio efectivo para esa angustia cotidiana: el canal Pomona-San Antonio Oeste, un tajo de muchos kilómetros de largo que finalmente, el 20 de agosto de 1972, empezó a calmar la antigua sed de San Antonio Oeste.
El libro que hemos consultado tiene 432 páginas, con un excelente compendio de hechos institucionales y aspectos costumbristas del pueblo marítimo, tales como los bailes populares, las kermeses y otros. Hace 105 años se fundó San Antonio Oeste y, por suerte, tuvo un vecino llamado Héctor Juan Izco, que nos dejó este legado. Como escribió Elías Chucair “la historia no la constituyen solamente las acciones de combate (…) sino también la suma de hechos que se suceden en la vida cotidiana de los pueblos…”