miércoles, 23 de junio de 2010

Ingeniero White, un territorio pleno de sorpresas y reliquias arquitectónicas


A tan sólo 10 kilómetros de Bahía Blanca está Ingeniero White, un barrio, un puerto, un territorio pleno de historias y riqueza arquitectónica. Esta crónica propone un recorrido, con referencias, impresiones y algunas fotos, como invitación para un paseo de jornada completa.

Hay antecedentes históricos muy remotos, como el paso del explorador portugués Hernando de Magallanes en 1520 y su registro de una bahía que llamó “de los bajos anegados”. Hacia 1828 el coronel Estomba, que cumplía órdenes del gobierno nacional, identifica el lugar como Puerto Esperanza, en cercanías de la Fortaleza Protectora Argentina, que es actualmente la ciudad de Bahía Blanca.
En 1833 llegan el marinos británico Robert Fitz Roy con su barco “Beagle”, que llevaba a bordo al naturalista Charles Darwin y como piloto a James “el Cojo” Harris (muy conocedor de Carmen de Patagones, donde tuvo participación en el combate de 1827, volvió, se casó y formó una familia). Los dos experimentados navegantes realizaron una minuciosa exploración y sondeo de las aguas de la bahía, determinando puntos navegables, dirección de canales, existencia de bancos y características de las costas.
El 15 de octubre de 1882 entró en el actual puerto whitense el primer vapor de ultramar; y un año después el Gobierno Nacional, con la generosidad que lo caracterizaba en relación con las empresas de capital británico, le otorgo al Ferrocarril del Sud el permiso para construcción de un muelle de carga y descarga. Estas obras se inauguraron el 26 de septiembre de 1885; y pocos años después se empiezan a construir los enormes silos de almacenamiento de granos, que completan el formidable negocio de los ingleses. El nombre de Ingeniero White, para la progresista localidad que ya en 1900 registraba 5 mil habitantes, le fue asignado como homenaje a un funcionario de la mencionada empresa ferroviaria.
Para principios de siglo el puerto y su pueblo tenían una población donde se mezclaban inmigrantes de todas las nacionalidades y los criollos, todos amalgamados en el trabajo pesado de los oficios portuarios y marítimos, y también en la formidable expansión de los ferrocarriles, que tuvo en White una de sus playas de maniobras más extensa.
La vida comercial del pueblo-puerto creció con enorme velocidad, muy pronto pulularon almacenes navales y de ramos generales, bodegones, hoteles, tiendas y casas de ropa; y, por supuesto, piringundines, cantinas bulliciosas y salones de baile para la diversión nocturna.
El estímulo intelectual y cultural se sumó con el magnífico teatro (refaccionado y en pleno funcionamiento, en nuestros días), biblioteca y sociedad de fomento, y hasta un cine (el “Jockey Club” donde la leyenda cuenta que pudo haber cantado Carlos Gardel).
Hoy la realidad de Ingeniero White es distinta. La actividad portuaria cerealera se mantiene, modernizada con la incorporación de sistemas automáticos de transporte computarizados, almacenamiento y carga; y la reciente incorporación de las industrias petroquímicas, revitalizó la región. Pero la cantidad de mano de obra ocupada se redujo sensiblemente, la paulatina clausura de los servicios ferroviarios mermó también este sector laboral, y todo el esplendor social y comercial que tuvo hasta los años 60 se redujo a una mínima expresión.
Una recorrida actual por White permite adentrarnos en la nostalgia, tomar contacto visual con elementos sobrevivientes del pasado, conocer su rica historia y profundizar vivencias.
El museo del puerto
El Museo del Puerto, creado en 1987 por iniciativa de un grupo de vecinos, es un centro comunitario ubicado en el corazón de White, en una antigua y muy bien reciclada construcción. Un edificio de chapa y madera sobre pilotes construido en 1907 por la compañía inglesa del Ferrocarril del Sud para el Resguardo de Aduana. Entre sus diez salas se cuentan ‘la peluquería’, ‘la cocina’, ‘el bar’ y ‘el aula’. Pero la labor del museo no se limita al edificio, y es precisamente el trabajo con el patrimonio natural y cultural del pueblo aquello que lo distingue.
Un documento del área cultural de la municipalidad de Bahía Blanca, que maneja el museo, sostiene que “fue creado con la convicción de la necesidad de establecer un ‘ida y vuelta’ constante entre la institución y los vecinos. Ing. White, que surgió a fines de siglo pasado como parte del proyecto modernista del progreso (capital inglés y músculos de inmigrantes), fue un pueblo con mayoría de italianos y españoles que recibió además a croatas, griegos, judíos, belgas y polacos entre otros grupos de extranjeros.”
“Es desde allí que el Museo del Puerto trabaja con la historia inmigratoria y actual de los vecinos a fin de rescatar su vida cotidiana y motivar, en particular en los visitantes de las escuelas, una percepción intensa del presente” explica el texto oficial.
El ferro White
Un poco más allá, en el predio de la desactivada Usina General San Martín, se ubica el museo de temas ferroviarios “Ferro White”, donde se exhiben maquetas, maquinarias y herramientas de los talleres de mantenimiento del ferrocarril. El lugar está atendido personalmente por viejos trabajadores ferroviarios que cuentan con gusto y anecdotario muy ameno sus historias personales.
El castillo
Pero en ese sector de Ingeniero White se impone la presencia monumental del “castillo” que durante muchos años albergó una poderosa usina termoeléctrica. El ingeniero Mario Minervino, fuente imprescindible de consulta cuando se trata de temas del patrimonio histórico urbanístico y arquitectónico de Bahía Blanca y su zona, hizo esta reseña en su sitio www.labahiaperdida.blogspot.com
“La obra fue construida por la compañía "Empresas Eléctricas de Bahía Blanca" entre 1928 y 1932, como respuesta a la exigencia del municipio de construir una nueva usina (en lugar de la que operaba en Loma Paraguaya) a esta firma de capitales italianos que tomó la concesión del servicio eléctrico que desde principios del siglo XX estaba en manos de las empresas ferroviarias inglesas (Buenos Aires al Pacífico (1907-1924) y Ferrocarril del Sud (1924-26)).A pesar de que muchos refieren a su estilo como inspirado en el gótico, sobretodo por la aparición de arcos ojivales, el mismo responde a los lineamientos de la arquitectua medieval propia del Románico lombardo, lenguaje adoptado por la Compañía Italo Argentina para sus usinas, estaciones y subestaciones, tanto en la ciudad de Buenos Aires, como Bahía Blanca, siendo una de las primeras empresas en adoptar una imagen corporativa a través de su arquitectura. A fines del siglo XIX, ese estilo era considerado como un estilo nacional en Italia.El edificio de Ingeniero White fue diseñado por el arquitecto Molinari y si bien su terminación exterior simula ser una construcción en piedra, de acuerdo a los modelos del medioevo, se trata de un revoque de varias tonalidades aplicado sobre una tradicional estructura de hormigón armado.
El Castillo de Ingeniero White se encuentra desde hace casi dos décadas en completo abandono, sin posibilidad además de ser visitados sus impactantes espacios interiores debido al mal estado general de la obra”
Uno de los detalles llamativos del Castillo es la estatua de San Jorge en lucha con el dragón, que le fue encargada al escultor italiano Troiano Troiani, que se había radicado en la Argentina en los primeros años del siglo 20 y tuvo a cargo, entre otras realizaciones, el diseño de las farolas de la Plaza del Congreso, en Buenos Aires.
Sorpresas por todas partes
Pero White es un verdadero yacimiento de piedras preciosas para el amante de la observación de la arquitectura antigua; de las construcciones de chapa típicas de la época del desarrollo ferroviario portuario; y las emblemáticas edificaciones de generosas dimensiones y detalles novedosos (para la época) que a partir de la tercera década del siglo 20 mostraban con orgullo las familias pudientes.
En una recorrida por la localidad, hace pocos días, este cronista encontró dos antiguas casonas diseñadas con estilo “art deco” (en furor desde 1920 en adelante), una sobre calle Brown (ex J. Harris) y otra en la esquina de Brown y Fiches. La dos tienen la “firma” en sus fachadas, de un tal Kurt Buska. Para intentar saber quien fue Buska, un dibujante de planos de probable origen germánico, se consultó al profesor Conrado De Lucía, polifacético vecino de Ingeniero White, licenciado en Filosofía, historiador y tanguero, conductor de un espacio en radio Nacional de Bahía Blanca, que proporcionó algunos datos valiosos.
Relató que el mencionado Buska aparece en 1945 como autor de la "Casa de la Autonomía", en la ciudad de Punta Alta; y también identificó a los antiguos propietarios de dos viviendas de White que también salieron del tablero de dibujo del enigmático diseñador.
“Hablé largamente por teléfono con un ex whitense, el lic. en letras José Rubén Pupko, quien hace cincuenta años vivía en la planta alta del edificio de dos pisos Siches y Brown (una de las casas diseñadas por Buska), en el local de la esquina estaba la tienda de su padre, y en la casa contigua de la planta baja vivía la dueña, la señora de Enrique Lombardo, hombre adinerado –propietario, entre otros bienes, de una bodega en Mendoza, que fue quien hizo construir el edificio en cuyo frente consta "Kurt Buska Oficina Técnica".
“En cuanto al otro gran edificio de una sola planta (ver foto), que se extiende con un frente de media cuadra, perteneció a Alejandro Dignani, quien lo hizo construir para su ferreteria "La Fama", la primera y durante décadas la única de Ingeniero White” precisó el amable estudioso.
En suma: la propuesta de este cronista es la de visitar Ingeniero White, preferentemente un sábado o un domingo por la tarde, que es cuando los museos mencionados están abiertos al público y dejarse llevar por la nostalgia, para volver un poco al pasado glorioso del pueblo-puerto.