domingo, 2 de mayo de 2010

Desde Zerba a Cubanea, la historia de una colonia italiana en la Patagonia

El Castillo de los Malaspina (arriba) domina el paisaje de Zerba, pequeño pueblo italiano desde donde llegaron varias familias al Valle Inferior del río Negro, allá por 1860. Un fresco, sobre una pared de la casona familiar de los Malaspina en Carmen de Patagones (abajo) muestra el villorrio tal como era a mediados del siglo 19.



Esta crónica contiene un apretado relato sobre la creación de la colonia de inmigrantes italianos en Cubanea, a unos 50 kilómetros de Viedma. Los datos centrales surgen de una extensa y amena charla con la investigadora Mirta Madies, Magíster en Políticas Sociales y profesora de Geografía, que hace más de una década estudia los notables orígenes de este emprendimiento.

Los resultados de la precisa investigación de la profesional permiten asegurar que las primeras acciones en el papel para la instalación de aquellos colonos itálicos en el Valle Inferior del río Negro son anteriores a la creación formal de Colonia Esperanza, en Santa Fe, por parte del emprendedor salteño Aarón Castellanos.Don Manuel Alvarez, juez de paz y comisario de Patagones, hacendado y hombre de negocios, quien según las referencias de Emma Nozzi tuvo heroica actuación en el combate de Patagones de 1827, a principios de 1853 firma el contrato para la radicación de un grupo de familias italianas, de la región de Génova. La llegada de los inmigrantes se demora un tiempo, no se sabe exactamente el por qué, y en el ínterin, para 1856, ya se instalaron en Esperanza los colonos suizos, alemanes y franceses, entre otros europeos del centro. “Si no hubiese sido por esa dilación Cubanea estaría registrada en la historia argentina como la primera colonia agrícola organizada” afirma Mirta Madies.Aquel hombre influyente estableció el convenio con 30 jefes de familias italianas, con el compromiso de proporcionarles “tierra en propiedad, útiles de labranza, animales de laboreo y semillas para fundar una colonia en la costa del río, aguas arriba”, según apuntó el historiador Eduardo Sánchez Ceschi en su “Crónica Histórica de Carmen de Patagones”.En la misma obra se transcribe el decreto del Gobierno Nacional el 23 de agosto de 1853 en los siguientes términos: “se aprueba el anterior contrato y en los términos a que ha sido reducido de conformidad entre el Juez de Paz y los individuos de la adjunta relación, siendo prevención que los víveres para su manutención sólo les serán suministrados durante un mes después de su arribo a aquel punto, y de cuenta del Gobierno su pasaje”.

¿Pero, quien era este Manuel Alvarez, que proyectaba colonias agrícolas junto al río más caudaloso de la Patagonia? Es altamente probable que se trate del mismo “comerciante distinguido” (originario de Buenos Aires) que al naturalista francés y viajero Alcide D’Orbigny le pareció “asombroso” encontrar en Patagones unos cuantos años antes (de la fundación de Cubanea), en enero de 1829.¿Cuáles habrán sido los antecedentes para la firma del contrato entre Manuel Alvarez y los italianos? Mirta Madies no encontró documentación fehaciente, pero ensaya una hipótesis probable, acerca de un contacto previo entre el juez de Paz (y encargado de las migraciones) y miembros de la Legión Agrícola Militar (de influencia Garibaldina) que en 1856 funda la localidad de Nueva Roma, en cercanías de Bahía Blanca. “Era un conjunto de italianos con fuerte capacidad de emprendimiento, tal vez alguno de ellos viajó por el mar hacia el sur y llegó a Patagones con natural curiosidad por este puerto tan importante” dice, sobre el particular.“Lo que sabemos es que los inmigrantes itálicos que se relacionan con Alvarez proceden de las cercanías de Génova, y en este punto vale recordar que el Corsario Fiori, aquel que participó de la defensa de Patagones en el combate de la batería, era precisamente genovés” agrega después.

¿Por qué desde Zerba?

Pero lo que sorprende a Mirta es “cómo llegan a Cubanea inmigrantes italianos nacidos y crecidos en un pequeño pueblo, llamado Zerba, que tenía unos 1.500 habitantes hacia 1850, ubicado a 60 kilómetros del mar y del puerto de Génova en una región montañosa”.“En esa época en la Liguria los caminos eran muy rudimentarios y la conexión entre Génova Y Zerba, en un pequeño valle, era difícil de transitar por senderos. Esa travesía se hacía a caballo y, también, a veces simplemente caminando. Nos podemos imaginar que aquellos inmigrantes llegaron con gran sacrificio al puerto en donde se embarcarían hacia América; y quizás, como era común que ocurriese en esos años, durante el viaje algunas mujeres pueden haber dado a luz, y otros viajeros se habrán enfermado. Pensemos que aquellos integrantes de la familia que decidían viajar tal vez eran acompañados hasta Génova por sus parientes, y estos posiblemente ya no volvían al pueblo, porque optaban por una nueva vida” comenta.Sobre la cantidad de familias que efectivamente llegaron a su nueva radicación, en la ribera sur del río Negro, dice que “según los registros que pude comprobar son alrededor de 8 a 10 familias, con varios integrantes, que se instalaron en los parajes Rincón de Cubanea, Rincón de la Leña y Rincón de San Roque, todos cercanos entre ellos. Pero no hay anotaciones fehacientes hasta bastante tiempo después de su arribo, cuando se les presentan problemas de tipo legal con la posesión de las tierras que ocupaban y se inician expedientes de reclamo, de donde se rescatan los apellidos” explica.En su paciente y analítica búsqueda de datos Madies consultó los trabajos de mensura de campos registrados por los agrimensores Díaz y Heusser, que hacían un relevamiento, medían y describían los grupos familiares radicados en cada parcela. “Otros planos que pude consultar en esa etapa corresponden al trabajo del agrimensor Telémaco González, de 1883” añade.El interrogante sobre la conexión inicial entre Cubanea, en el territorio nacional de Río Negro, a 80 kilómetros del mar Atlántico y Zerba, Liguria, a 60 kilómetros del Mediterráneo no tiene (por ahora) una respuesta convincente para la exigente investigadora que entrevistamos.

Los apellidos pioneros

Mirta vuelve atrás en su reconstrucción documental. “Fueron los archivos de tierras los que permitieron emerger los apellidos pioneros de la Colonia Cubanea: Malaspina, Esteban, Razzari, Ferrino, Ferrín, Sacco, Serra, Bianchi, Quini, Gattoni, Barbieri, Deli Antonio (que después se convirtió en Degliantoni)". Agrega que “los primeros en llegar fueron después llamando a sus primos, hermanos y novias, que en algunos casos habían quedado esperando en Zerba”.La reconstrucción del conjunto de viviendas, que no formaban un agrupamiento del formato tradicional que reconocemos como un poblado sino que estaban dispersas y separadas por varias decenas de metros; y el trazado de una topografía aproximada, fueron otras preocupaciones de Madies.“Me propuse descubrir la percepción colectiva de lo geográfico, desentrañar lo que aquella gente pensaba sobre el lugar en donde vivía. Partía de una realidad: la enorme diferencia entre el marco de Zerba y el de Cubanea. Por ejemplo: allá tenían que ir a buscar el agua a un río montañés y correntoso, seguramente elevándola a balde hasta el terreno en donde cultivaban, en terrazas elevadas; las viviendas de dos plantas tenían las habitaciones en la parte superior y por debajo el establo, en donde por las noches frías se reunían buscando el calor de los animales. Acá el agua del río les llegaba con facilidad, por el régimen de crecidas y mareas, que formaban lagunas y albardones; la tierra para sembrar estaba en el llano y sus aptitudes agrícolas les permitieron prosperar en la frutihorticultura; y las construcciones de una sola planta se adaptaban también a la llanura, con un invierno menos duro, con distinta duración del día solar y menores exigencias de almacenamiento de leña y alimentos” relata. Pero aquellos inmigrantes tuvieron que adaptarse a la navegación del río, la principal vía de comunicación con Carmen de Patagones; aunque también se largaban en carros por el camino de la margen izquierda. Cuando los niños fueron creciendo la necesidad de educación obliga a los grupos familiares al traslado a Patagones, pero los agricultores mantienen las tierras en explotación; aunque el golpe de gracia fue la inundación de 1899 que destruyó las viviendas y arruinó las plantaciones; tras lo cual la colonia se despobló. Pero aquellas familias ya mencionadas siguieron establecidas en la Comarca y sus apellidos permanecen en la comunidad.

Los Malaspina, los del castillo

Una de las familias llegadas de Zerba es Malaspina, que en el pueblo de origen le da nombre a un antiguo castillo. Llamado por un hermano (y con otros parientes ya establecidos) el joven Félix Malaspina llegó “con una mano atrás y otra adelante” en el mismo año de la catástrofe hídrica, 1899. Con sacrificio y empuje progresó y fundó una familia, con un próspero comercio. Por 1927 ya tenía su amplia casa propia, sobre la actual calle Yrigoyen, y unos años más tarde apareció por allí un artista trotamundo que se ofreció para hacer algunas tareas. José “Pepe” Malaspina, hijo de don Félix y nacido en 1905, le contó a Mirta que el pintor se interesó por el origen del dueño de casa, ¡y resultó que conocía Zerba y sobre la base de su memoria, y los aportes del propio Malaspina pintó el paisaje aldeano en un fresco que aun hoy se conserva en lo que fue una amplia sala de recibir!“Un maravilloso recuerdo, la presencia de un cuadro que refuerza el relato de la historia familiar, con la reconstrucción de Zerba en una pared de Carmen de Patagones, tan lejos en la geografía pero tan cerca en el sentimiento” apunta Mirta Madies, ya en el final de la charla. La estudiosa (siempre desde una geografía de la percepción que supera la mera descripción física de los lugares) nos descubrió una historia desconocida, llena de afectos y emociones, plena de humanidad. Por Internet el cronista pudo asomarse a la actualidad de Zerba; tiene tan sólo 117 habitantes (censo de 2005) de los cuales en invierno apenas quedan 30, y el castillo de Malaspina (cuya torre fue recientemente reconstruida) domina desde el monte Lesima el antiquísimo villorrio. Aquí en Cubanea sólo se conserva la tahona (rueda de piedra para moler trigo) que usaron aquellos colonos.