domingo, 30 de mayo de 2010

Un día histórico: 25 de mayo de 2010, cuando La Trochita llegó a Viedma

El 25 de mayo de 2010, cerca de las 11 de la mañana, muchos vecinos de la zona céntrica de Viedma no podían creer lo que sus oídos les avisaban. ¿Ese sonido penetrante en la serenidad del cielo nublado y apacible del día feriado era, realmente, el silbato de una locomotora a vapor? ¿Cómo era posible escucharla allí, en la plaza San Martín, a metros de la casa de Gobierno?


Rubén Edgardo Cristino Traversa (83 años, cumplidos el pasado 3 de marzo) sintió que el corazón le latía muy fuerte en su pecho y no pudo evitar que algunas lágrimas corrieran por su rostro. “Ya sabía que venía para acá, ya lo había leído en el diario, pero cuando escuché el silbato, acá tan cerca (vive en la calle Garrone, entre Moreno y Las Heras) fue una emoción muy fuerte, algo que en mi vida nunca me hubiese imaginado” le contó a este cronista.
Poco después, bien abrigado y, como siempre, sobriamente vestido, Traversa se acercó para tocar, oler y sentir la palpitación de esa vieja amiga, una locomotora Baldwin (fabricada en Estados Unidos, en 1922) que en varias oportunidades manejó, entre 1958 y 1966, en el ramal de Ingeniero Jacobacci a Esquel, más precisamente hasta la estación Cerro Mesa que era el punto de relevo del personal de conducción.
“Muchas horas pasé en esta estrecha cabina, sintiendo el fuego de la caldera y la vibración de las ruedas, cuando trepaban las cuestas de la vía” recordó, mientras posaba sus ojos mansos en los detalles de manivelas y relojes, para la operación de la vaporera.
Este amable vecino viedmense, ferroviario de alma, por herencia paterna y designio personal, atesora recuerdos de enorme valor.
En su casa recibió rodeado de las libretas que acreditan sus validaciones personales en la “idoneidad como maquinista y conductor de locomotoras (a vapor)” que le extendieron el 17 de enero de 1952 y, dos años más tarde, como “conductor de (máquinas) diesel eléctricas”; una cuidada guía de La Trochita, con imágenes de los sitios más emblemáticos como el puente sobre el río Chico; fotos varias; y el recorte de Noticias de la Costa del 3 de mayo de 1998, cuando fue protagonista de una nota especial con la firma de Víctor Carlovich.
“Pasé un problema delicado de salud, tengo dañada una parte de mi cerebro y estuve un tiempo sin poder hablar ni mover la mano derecha, pero me recuperé y por suerte pude ver a La Trochita en su visita a Viedma” relató don Rubén; y agregó, convencido: “si pudiera volver el tiempo atrás quisiera estar de nuevo manejando esa locomotora”.
Una obligada pausa en el viaje
El diagrama de trabajo de los maquinistas, en aquellos tiempos en que el personal ferroviario trabajaba bajo convenios de estricto cumplimiento y supervisión gremial, imponía que los conductores trabajaran un máximo de 8 horas. De esta manera cuando salían desde la cabecera de Ingeniero Jacobacci los maquinistas de La Trochita tenían relevo en Cerro Mesa. En un viaje de vuelta, en el invierno de 1965, la nieve les tapó las vías en cercanías de Ojos de Agua, en un cañadón. “Estuvimos dos días y medio tirados allí, sin poder salir del tren; se nos acabó el combustible y la caldera se apagó; en las salamandras de los vagones también se terminó la leña y los pasajeros tuvieron que aguantarse el frío con lo que tenían puesto. Al final vinieron con una locomotora desde Jacobacci y otra desde El Maitén y nos pudieron sacar del atascamiento” recordó Traversa.
Un poco de historia
Fue una quijotesca decisión de las autoridades del Tren Patagónico el traslado de la vieja locomotora, sobre un carretón cedido por el Departamento Provincial de Aguas, al Paseo del Bicentenario en Buenos Aires en donde su tránsito por la avenida 9 de Julio fue una espectacular sorpresa para medio millón de personas presentes y otros cinco millones que seguían el acto por televisión. Después, en el regreso hacia Jacobacci, el paso por Viedma produjo otro impacto. Y fue justo el 25 de mayo, cuando se cumplían 65 años de la llegada de La Trochita a Esquel, en 1945.
La línea de 402 kilómetros de recorrido, la más extensa en todo el mundo para una trocha de 0,75 metros de ancho, prestó servicios a numerosas poblaciones rurales durante casi medio siglo.
En la década de los `90, tras la privatización de Ferrocarriles Argentinos, el ramal fue clausurado y sólo pudo ser recuperado para servicios turísticos por cuenta de las administraciones rionegrina y chubutense.
Desde la cabecera de Esquel el viaje hasta el paradero del paraje Nahuel Pan, de 40 minutos de duración, se cumple regularmente tres veces por semana bajo la administración del gobierno del Chubut. En cambio desde Jacobacci, en la órbita del Tren Patagónico, las salidas no tienen frecuencias fijas y se programan según la demanda de contingentes especiales.
La opinión de un especialista.
Sergio Sepiurka, ingeniero industrial radicado en Esquel hace dos décadas, integra la asociación Amigos de La Trochita, de Esquel; y es autor de numerosas publicaciones sobre el antiguo ramal. Lo que sigue es un extracto de una presentación suya, en el reciente Esquel Literario 2010.
“Si hay un lugar donde uno puede toparse con un mito y su correspondiente realidad, es a bordo del Viejo Expreso Patagónico La Trochita, el legendario ferrocarril de trocha angosta (75 cm) cuyas vías unen, entre otras localidades, las ciudades de Ingeniero Jacobacci (Río Negro), El Maitén y Esquel (Chubut).
La historia nos dice que La Trochita es el sobreviviente del proyecto ferroviario patagónico impulsado en 1908 por el Ministro Ezequiel Ramos Mexía, e interrumpido en 1914. En 1922 se decidió completar aquel trazado con ramales económicos de trocha angosta, aunque el ferrocarril llegó a Esquel recién en 1945. Los variados destinos de la gran cantidad de materiales adquiridos, incluyendo 81 locomotoras a vapor, 1600 km de vías y unos 600 vagones, desvelaron durante décadas a cientos de aficionados ferroviarios de todo el mundo.
La obra fue realizada por el Estado Nacional con el objeto de propender al transporte de cargas y pasajeros, como parte de los ferrocarriles patagónicos de fomento. El contexto recesivo posterior a la primera guerra mundial limitaba los fondos requeridos, y la trocha angosta fue visualizada como una posibilidad cierta, así como es posible que la elección de la trocha de 0.75 metros haya sido favorecida por la disponibilidad de locomotoras.
En nuestro país la leyenda creció en el corazón de los trabajadores ferroviarios que conservaron la originalidad del funcionamiento de sus máquinas a vapor, en la vida cotidiana de los pobladores patagónicos que lo tuvieron como elemento indispensable para romper el aislamiento que imponían del frío y la nieve, y en las vivencias veraniegas de los contingentes de mochileros universitarios que lo hicieron suyo desde los ‘60, sintiendo –como decía el actor Luis Sandrini en la escena de una película filmada a bordo del trencito- que “aquí se respira Patagonia por los cuatro costados”.
“En los últimos diez años, La Trochita fue declarada Monumento Histórico Nacional, se ha convertido en uno de los habitantes más queridos de la Patagonia y también en el principal atractivo turístico de la ciudad de Esquel. En su nueva estación (la vieja pronto albergará un Museo), abordan sus vagones unos 30.000 viajeros al año, que disfrutan cada paso de su bamboleante traquetear, envueltos por el vapor de las centenarias locomotoras repletas de historia. Sus imágenes siempre cambiantes, son las de un sobreviviente patagónico, una suerte de ‘mylodon’ contemporáneo que atraviesa el viento de la estepa impulsado por el espíritu del Sur.”
Más allá de la emoción
Cuando uno tiene la oportunidad de participar de la experiencia que describe Sepiurka, a bordo de La Trochita “chubutense” entre Esquel y Nahuel Pan, las emociones son intensas, naturalmente. Pero el cronista se sintió abrumado por un extraño sentimiento, casi avergonzado por la actitud de turista intruso, montado con despreocupación y cámara fotográfica en ristre sobre una reliquia social que merece un respeto mayor. La Trochita no fue concebida y construida (obra de enorme esfuerzo físico para los cientos de operarios que abrieron a pico y dinamita su sinuoso recorrido) para que fuese sólo un pasatiempo y una diversión (cuyo viaje, para visitantes nacionales o extranjeros cuesta 150 pesos). Este formidable ramal (único en su tipo en todo el orbe, como ya se dijo) tuvo una clara finalidad de fomento económico y poblacional, y como tal debe ser honrado. Por eso, más allá del sano propósito de la Asociación Amigos de La Trochita de Esquel, en cuanto a una declaración de la UNESCO como “patrimonio cultural de la humaniad”, sería muy bueno que los gobiernos de Río Negro y Chubut analizaran seriamente la posibilidad de restablecer todo el trayecto del antiguo servicio, aunque fuese sólo con una frecuencia mensual. Para que los pobladores de la zona se (re) encuentren con La Trichita.
El mito y Theroux
Volvamos a los escritos de Sergio Sepiurka. Dice el escritor chubutense adoptivo que “el mito (de La Trochita) fue consagrado internacionalmente por la literatura de viajes a través del norteamericano Paul Theroux quien, habiendo partido desde Boston, viajó por toda Sudamérica en ferrocarril. Al llegar a Buenos Aires se detuvo una semana para conversar con Jorge Luis Borges, antes de partir hacia la Patagonia y llegar a Esquel a bordo del cautivante trencito, al que bautizó El Viejo Expreso Patagónico, igual que al libro que dedicó a relatar su viaje, obra que tuvo un notable éxito, llegando a figurar octava en ventas en todo el mundo en 1979”
“Para esa época, -añade- aquí en la Argentina, unas 40 locomotoras a vapor originales pertenecientes al ramal fueron reducidas a chatarra en Río Gallegos, Trelew, El Maitén e Ingeniero Jacobacci”.
Señal de que los mitos también pueden ser destruidos, y que depende de nosotros, los pobres mortales, mantenerlos vivos y enhiestos.







viernes, 21 de mayo de 2010

Dos faros en la historia de Viedma: el 25 de mayo de 1887 hubo dos inauguraciones

El Faro del Río Negro, ubicado sobre la barranca del acantilado al oeste del poblado de la villa marítima "El Cóndor" (antes, durante muchos años, Villa Massini) se inauguró el 25 de mayo de 1887 en un acto encabezado por el entonces gobernador del Territorio Nacional de Río Negro, general Lorenzo Vintter. La comitiva viajó en barco hasta la desembocadura y después en carruajes hasta la obra; al regresar a Viedma se procedió a dejar inaugurada la Biblioteca Pública. El faro ha prestado servicios ininterrumpidos desde aquella fecha y es el más antiguo en funcionamiento en toda la costa patagónica. Aquella biblioteca sucumbió cuando se produjo la devastadora inundación de julio de 1899, pero constituyó el antecedente para la fundación -en 1908- de la actual Biblioteca Popular Bartolomé Mitre, que con cierta discontinuidad llegó hasta nuestra época.

jueves, 20 de mayo de 2010

Hechos ocurridos en los 25 de Mayo en la Comarca de Patagones y Viedma

No hay registros sobre las celebraciones de los 25 de Mayo en Carmen de Patagones o Mercedes de Patagones (actualmente Viedma) allá por la mitad del siglo 19. Es posible suponer que se trataban de actos modestos, pero con entusiasmo patriótico, en donde no faltaban formaciones y desfiles de efectivos uniformados, acompañados por demostraciones de música y declamación.
Pero en coincidencia con esta magna fecha patria se producen hechos de interesante significación para el progreso de estas poblaciones sureñas.

El Palacio Municipal de Viedma
Se trata de una emblemática construcción, ubicada enfrente de la plaza San Martín, que señala el impulso de la reconstrucción de la antigua Capital del Territorio Nacional de Río Negro, destruida por la inundación del invierno de 1899.
En la fundamentación del proyecto de declaración de Patrimonio Histórico presentado por el senador nacional Luis Falcó (en el 2003) se puntualiza que “a partir de la inundación, desde 1900, las reuniones de la Municipalidad se efectuaban en un edificio de armazón de madera forrado con chapas de zinc en el lote que hoy ocupa el Correo Argentino sobre la calle Rivadavia. Allí en la sesión del Concejo Municipal del 5 de abril de 1906 Don Juan Balda mocionó la construcción del edificio municipal en el terreno que antes de la inundación ocupaba, actualmente San Martín 263, la que fue aprobada por unanimidad. El edificio del Palacio Municipal fue diseñado por el Agrimensor Municipal Guillermo Pragne en 1906, y construido por Pedro Colombo. Comenzado en mayo de 1907 mediante un acto en el que se colocó la piedra fundamental y fue finalizado en 1909. La inauguración se llevó a cabo con grandes festejos el 25 de mayo de 1910, coincidiendo con el año del centenario de la Revolución de Mayo”
El edificio municipal de Patagones
Un prolijo estudio realizado por el arquitecto Fernando Córdoba informa que fue el 20 de abril de 1882 cuando algunas personas de Carmen de Patagones lanzaron la idea de construir un edificio que albergara a las autoridades municipales, que desde 1854 cuando se había creado la municipalidad funcionaba en una casa alquilada. La iniciativa fue aprobada en sesión de la Corporación Municipal del 5 de junio de 1882, pero hubo diversos problemas para obtener los fondos necesarios.
Por eso la piedra fundamental del actual edificio se colocó finalmente el 30 de agosto de 1885, los trabajos se iniciaron a principios de setiembre con un presupuesto de cinco mil pesos y culminaron en el mes de abril de 1886.
Esa primitiva casa municipal comprendía un zaguán al que se abrían las puertas laterales de dos grandes salones: el de la izquierda es el que actualmente ocupa el Intendente Municipal y el de la derecha se usa ahora para la secretaría y presidencia del Honorable Concejo Deliberante.
En los primeros años del siglo 20 se hacen las primeras ampliaciones, para dotar a la casa municipal de las comodidades que el funcionamiento del gobierno comunal exigía. El 12 de agosto de 1903 se compra el reloj que se instalará en una torre elevada sobre el frente. En 1910, como adhesión a los actos del Centenario de la Revolución de Mayo, se construye e inaugura puntualmente para el día 25 el bello salón de actos y de sesiones del Honorable Concejo Deliberante. En aquella oportunidad el recinto fue equipado con las hermosas arañas de caireles que siguen iluminando con reflejos de cristal la sala municipal más importante , que fue muchas veces el escenario apropiado para actos sociales y culturales, tales como bailes de carnaval, conciertos de música popular y hasta algún casamiento, con la debida autorización del Intendente.
Durante casi cinco décadas el Palacio Municipal de Patagones permaneció sin cambios, muchas fotos de los años 30’ y 40’ muestran su frente de estilo clásico, como una joya antigua en el marco de una ciudad de fecunda historia.

Teatro Garibaldi de Patagones
El Teatro Garibaldi, inaugurado el 24 de mayo de 1910, es un legítimo orgullo para Carmen de Patagones. Es la sala de espectáculos más antigua, y en funcionamiento, de toda la región.
En la geografía urbana de la ciudad más austral de la provincia de Buenos Aires su edificio se distingue por sus dos torres, coronando el frente de estilo neoclásico donde se destacan un juego de relieves, con las leyendas “Opera” y “Comedia” que no dejan lugar a dudas sobre el destino para el cual fue construido.
Siete pilastras sostienen el frontis y enmarcan la arcada principal que hoy, lamentablemente ha sido reformada con respecto al diseño original. Por suerte hay una serie de detalles que se conservan perfectos, tales como las dos máscaras bufonescas que se asoman a ambos lados del pórtico.
Para recordar la fundación de la sala, hace casi 100 años, se tomaron algunos párrafos de un artículo del periódico “La Gaceta”, de setiembre de 1922.
“La creación del teatro Garibaldi no fue una obra fácil, pues la operación implicaba un desembolso importante en metálico, muy superior a las reservas de la caja social. Sin embargo la audacia de los unos, la constancia de los otros, la generosidad de todos, hicieron tabla rasa de la dificultades y el teatro se construyó”, dice la crónica.
Agrega que “todos los vecinos antiguos de Patagones recordarán sin duda alguna la construcción de madera, el galpón diremos así, que ocupaba el sitio donde hoy se levanta la sala del Garibaldi. Bien, cada renovación de comisión directiva traía consigo la cuestión del local, derrumbar ese maderamen para levantar un edificio digno de la colectividad era una aspiración de todos los italianos...”
Detalla después que la comisión que en 1909 comenzó a regir los destinos de la entidad, encabezada por Ambrosio Rucci, puso manos a la obra. El presupuesto inicial era de 18 mil pesos, pero en caja sólo había seis mil. Para juntar el faltante se vendió en dos mil pesos un terreno de la Asociación, se consiguió un préstamo por la misma suma del señor Enrique Mazzini, y con garantías personales de Rucci y del tesorero de la institución, Victorio Sprignolo, el banco otorgó un crédito por otros dos mil. Así se reunieron 12 mil pesos, mientras que la diferencia se obtuvo con otras colaboraciones, como las donaciones de materiales.
Sigamos con el artículo de “La Gaceta”. “La obra se empezó a construir en el año 1909 siendo su empresario el señor José Cichetti. No será necesario recordar las luchas y alternativas que tuvo la operación, ni las fuertes contrariedades que más de una vez ocasionó a sus bien interesados iniciadores; pero con ellas y a pesar de ellas, venciendo los escepticismos y recelos, el flamante teatro abrió sus puertas al público la víspera del gran Centenario Argentino, esto es el 24 de mayo de 1910”.
“La inauguración se efectuó con una gran velada, dirigida por el señor Eduardo Vázquez quien puso en escena la divertida comedia titulada ‘La cuerda floja’ que obtuvo un éxito remarcadísimo, lo mismo que otros selectos números de canto y música con que se amenizó el acto” relata también la publicación.

La Galera de Mora
En 1881, cuando se realizó el primer censo oficial de la provincia de Buenos Aires circulaban por ese territorio un total de 150 mensajerías, lo que señala la importancia de esa organización de servicio que llegaba a los muchos pueblos que por entonces todavía carecían de vinculación ferroviaria. Según el mismo relevamiento esas empresas contaban con 262 carruajes, nada menos que 10.998 caballos y daban empleo fijo a 935 empleados. Lo que se dice una verdadera industria de servicios.
En ese marco se desenvolvía Marcos Mora, empresario de este rubro del transporte, que el 25 de mayo de 1885 llegó por primera vez a Carmen de Patagones y siguió realizando viajes hacia y desde Bahía Blanca hasta 1913. En ese año el ferrocarril del Sur llegó a la estación de Stroeder y los 80 kilómetros finales de recorrido empezaron a cubrirse en los incansables Ford, modelo “T” al principio y modelo “A” más tarde, reemplazando así a la galera.
Para entonces Mora ya tenía más de 60 años y seguramente estaba bastante cansado de tanto trajinar los caminos. Demás está decir que el mayoral y patrón de la galera encabezada personalmente cada viaje, haciéndose cargo de cualquier inconveniente que pudiera surgir. Retirado de esta actividad Marcos Mora murió en Escobar en 1928.
En su libro “Remembranzas” el escribano y cronista Francisco Pita describió las dificultades de los largos itinerarios de la galera de Mora.
“El viaje de Bahía Blanca a Patagones era una verdadera odisea, por unos caminos intransitables –escribió Francisco Pita- A pocas leguas de Bahia empezaba la ‘vía crucis’ al tener que cruzar los salitrales donde se encajaba la galera hasta los ejes y había que aligerarla, bajándose los pasajeros, que eran transportados de un islote a otro en los caballos de los cuarteadores. Luego se repetía lo mismo para poder pasar los médanos de Romero, que los pasajeros debían cruzar a pie; después en la balsa el río Colorado y luego en bote los zanjones de ese mismo lugar”.
“El viaje duraba tres días e n invierno y dos íntegros en verano. Con todo era un gran adelanto, que siente se estaba más seguro que por mar y además había un itinerario fijo y permanente” añade Pita.
El trayecto estaba no solamente matizado por los accidentes geográficos o del clima, también de tanto en tanto había un entrevero entre el mismo personal de la mensajería, con algún viajero medio chusco o mal tomado, y a veces la aparición sobre la huella de algún grupo de jinetes mal entrazados y con malas intenciones. En esas circunstancias Mora sacaba a relucir su revolver y su carácter aguerrido, para superar alguna intimidación.
(Se tomaron materiales de la serie "Perfiles y Postales" en radio y en las páginas del diario Noticias de la Costa. Trabajos originales del responsable de este blog, Carlos Espinosa. Se ruega citar la fuente si se realizan reproducciones o referencias)



domingo, 2 de mayo de 2010

Desde Zerba a Cubanea, la historia de una colonia italiana en la Patagonia

El Castillo de los Malaspina (arriba) domina el paisaje de Zerba, pequeño pueblo italiano desde donde llegaron varias familias al Valle Inferior del río Negro, allá por 1860. Un fresco, sobre una pared de la casona familiar de los Malaspina en Carmen de Patagones (abajo) muestra el villorrio tal como era a mediados del siglo 19.



Esta crónica contiene un apretado relato sobre la creación de la colonia de inmigrantes italianos en Cubanea, a unos 50 kilómetros de Viedma. Los datos centrales surgen de una extensa y amena charla con la investigadora Mirta Madies, Magíster en Políticas Sociales y profesora de Geografía, que hace más de una década estudia los notables orígenes de este emprendimiento.

Los resultados de la precisa investigación de la profesional permiten asegurar que las primeras acciones en el papel para la instalación de aquellos colonos itálicos en el Valle Inferior del río Negro son anteriores a la creación formal de Colonia Esperanza, en Santa Fe, por parte del emprendedor salteño Aarón Castellanos.Don Manuel Alvarez, juez de paz y comisario de Patagones, hacendado y hombre de negocios, quien según las referencias de Emma Nozzi tuvo heroica actuación en el combate de Patagones de 1827, a principios de 1853 firma el contrato para la radicación de un grupo de familias italianas, de la región de Génova. La llegada de los inmigrantes se demora un tiempo, no se sabe exactamente el por qué, y en el ínterin, para 1856, ya se instalaron en Esperanza los colonos suizos, alemanes y franceses, entre otros europeos del centro. “Si no hubiese sido por esa dilación Cubanea estaría registrada en la historia argentina como la primera colonia agrícola organizada” afirma Mirta Madies.Aquel hombre influyente estableció el convenio con 30 jefes de familias italianas, con el compromiso de proporcionarles “tierra en propiedad, útiles de labranza, animales de laboreo y semillas para fundar una colonia en la costa del río, aguas arriba”, según apuntó el historiador Eduardo Sánchez Ceschi en su “Crónica Histórica de Carmen de Patagones”.En la misma obra se transcribe el decreto del Gobierno Nacional el 23 de agosto de 1853 en los siguientes términos: “se aprueba el anterior contrato y en los términos a que ha sido reducido de conformidad entre el Juez de Paz y los individuos de la adjunta relación, siendo prevención que los víveres para su manutención sólo les serán suministrados durante un mes después de su arribo a aquel punto, y de cuenta del Gobierno su pasaje”.

¿Pero, quien era este Manuel Alvarez, que proyectaba colonias agrícolas junto al río más caudaloso de la Patagonia? Es altamente probable que se trate del mismo “comerciante distinguido” (originario de Buenos Aires) que al naturalista francés y viajero Alcide D’Orbigny le pareció “asombroso” encontrar en Patagones unos cuantos años antes (de la fundación de Cubanea), en enero de 1829.¿Cuáles habrán sido los antecedentes para la firma del contrato entre Manuel Alvarez y los italianos? Mirta Madies no encontró documentación fehaciente, pero ensaya una hipótesis probable, acerca de un contacto previo entre el juez de Paz (y encargado de las migraciones) y miembros de la Legión Agrícola Militar (de influencia Garibaldina) que en 1856 funda la localidad de Nueva Roma, en cercanías de Bahía Blanca. “Era un conjunto de italianos con fuerte capacidad de emprendimiento, tal vez alguno de ellos viajó por el mar hacia el sur y llegó a Patagones con natural curiosidad por este puerto tan importante” dice, sobre el particular.“Lo que sabemos es que los inmigrantes itálicos que se relacionan con Alvarez proceden de las cercanías de Génova, y en este punto vale recordar que el Corsario Fiori, aquel que participó de la defensa de Patagones en el combate de la batería, era precisamente genovés” agrega después.

¿Por qué desde Zerba?

Pero lo que sorprende a Mirta es “cómo llegan a Cubanea inmigrantes italianos nacidos y crecidos en un pequeño pueblo, llamado Zerba, que tenía unos 1.500 habitantes hacia 1850, ubicado a 60 kilómetros del mar y del puerto de Génova en una región montañosa”.“En esa época en la Liguria los caminos eran muy rudimentarios y la conexión entre Génova Y Zerba, en un pequeño valle, era difícil de transitar por senderos. Esa travesía se hacía a caballo y, también, a veces simplemente caminando. Nos podemos imaginar que aquellos inmigrantes llegaron con gran sacrificio al puerto en donde se embarcarían hacia América; y quizás, como era común que ocurriese en esos años, durante el viaje algunas mujeres pueden haber dado a luz, y otros viajeros se habrán enfermado. Pensemos que aquellos integrantes de la familia que decidían viajar tal vez eran acompañados hasta Génova por sus parientes, y estos posiblemente ya no volvían al pueblo, porque optaban por una nueva vida” comenta.Sobre la cantidad de familias que efectivamente llegaron a su nueva radicación, en la ribera sur del río Negro, dice que “según los registros que pude comprobar son alrededor de 8 a 10 familias, con varios integrantes, que se instalaron en los parajes Rincón de Cubanea, Rincón de la Leña y Rincón de San Roque, todos cercanos entre ellos. Pero no hay anotaciones fehacientes hasta bastante tiempo después de su arribo, cuando se les presentan problemas de tipo legal con la posesión de las tierras que ocupaban y se inician expedientes de reclamo, de donde se rescatan los apellidos” explica.En su paciente y analítica búsqueda de datos Madies consultó los trabajos de mensura de campos registrados por los agrimensores Díaz y Heusser, que hacían un relevamiento, medían y describían los grupos familiares radicados en cada parcela. “Otros planos que pude consultar en esa etapa corresponden al trabajo del agrimensor Telémaco González, de 1883” añade.El interrogante sobre la conexión inicial entre Cubanea, en el territorio nacional de Río Negro, a 80 kilómetros del mar Atlántico y Zerba, Liguria, a 60 kilómetros del Mediterráneo no tiene (por ahora) una respuesta convincente para la exigente investigadora que entrevistamos.

Los apellidos pioneros

Mirta vuelve atrás en su reconstrucción documental. “Fueron los archivos de tierras los que permitieron emerger los apellidos pioneros de la Colonia Cubanea: Malaspina, Esteban, Razzari, Ferrino, Ferrín, Sacco, Serra, Bianchi, Quini, Gattoni, Barbieri, Deli Antonio (que después se convirtió en Degliantoni)". Agrega que “los primeros en llegar fueron después llamando a sus primos, hermanos y novias, que en algunos casos habían quedado esperando en Zerba”.La reconstrucción del conjunto de viviendas, que no formaban un agrupamiento del formato tradicional que reconocemos como un poblado sino que estaban dispersas y separadas por varias decenas de metros; y el trazado de una topografía aproximada, fueron otras preocupaciones de Madies.“Me propuse descubrir la percepción colectiva de lo geográfico, desentrañar lo que aquella gente pensaba sobre el lugar en donde vivía. Partía de una realidad: la enorme diferencia entre el marco de Zerba y el de Cubanea. Por ejemplo: allá tenían que ir a buscar el agua a un río montañés y correntoso, seguramente elevándola a balde hasta el terreno en donde cultivaban, en terrazas elevadas; las viviendas de dos plantas tenían las habitaciones en la parte superior y por debajo el establo, en donde por las noches frías se reunían buscando el calor de los animales. Acá el agua del río les llegaba con facilidad, por el régimen de crecidas y mareas, que formaban lagunas y albardones; la tierra para sembrar estaba en el llano y sus aptitudes agrícolas les permitieron prosperar en la frutihorticultura; y las construcciones de una sola planta se adaptaban también a la llanura, con un invierno menos duro, con distinta duración del día solar y menores exigencias de almacenamiento de leña y alimentos” relata. Pero aquellos inmigrantes tuvieron que adaptarse a la navegación del río, la principal vía de comunicación con Carmen de Patagones; aunque también se largaban en carros por el camino de la margen izquierda. Cuando los niños fueron creciendo la necesidad de educación obliga a los grupos familiares al traslado a Patagones, pero los agricultores mantienen las tierras en explotación; aunque el golpe de gracia fue la inundación de 1899 que destruyó las viviendas y arruinó las plantaciones; tras lo cual la colonia se despobló. Pero aquellas familias ya mencionadas siguieron establecidas en la Comarca y sus apellidos permanecen en la comunidad.

Los Malaspina, los del castillo

Una de las familias llegadas de Zerba es Malaspina, que en el pueblo de origen le da nombre a un antiguo castillo. Llamado por un hermano (y con otros parientes ya establecidos) el joven Félix Malaspina llegó “con una mano atrás y otra adelante” en el mismo año de la catástrofe hídrica, 1899. Con sacrificio y empuje progresó y fundó una familia, con un próspero comercio. Por 1927 ya tenía su amplia casa propia, sobre la actual calle Yrigoyen, y unos años más tarde apareció por allí un artista trotamundo que se ofreció para hacer algunas tareas. José “Pepe” Malaspina, hijo de don Félix y nacido en 1905, le contó a Mirta que el pintor se interesó por el origen del dueño de casa, ¡y resultó que conocía Zerba y sobre la base de su memoria, y los aportes del propio Malaspina pintó el paisaje aldeano en un fresco que aun hoy se conserva en lo que fue una amplia sala de recibir!“Un maravilloso recuerdo, la presencia de un cuadro que refuerza el relato de la historia familiar, con la reconstrucción de Zerba en una pared de Carmen de Patagones, tan lejos en la geografía pero tan cerca en el sentimiento” apunta Mirta Madies, ya en el final de la charla. La estudiosa (siempre desde una geografía de la percepción que supera la mera descripción física de los lugares) nos descubrió una historia desconocida, llena de afectos y emociones, plena de humanidad. Por Internet el cronista pudo asomarse a la actualidad de Zerba; tiene tan sólo 117 habitantes (censo de 2005) de los cuales en invierno apenas quedan 30, y el castillo de Malaspina (cuya torre fue recientemente reconstruida) domina desde el monte Lesima el antiquísimo villorrio. Aquí en Cubanea sólo se conserva la tahona (rueda de piedra para moler trigo) que usaron aquellos colonos.