jueves, 29 de abril de 2010

Una muestra imperdible: las viejas postales de Viedma

Una antigua imagen de la calle San Martín, con el centenario edificio de la Municipalidad (a la izquierda), el teatro Argentino (actual Legislatura) al fondo y a la derecha la temprana arboleda de la plaza. La muestra de postales en la Asociación Amigos de lo Nuestro es una oportunidad imperdible para realizar un paseo en imágenes por el pasado viedmense.
Unos pocos días atrás en la Asociación Amigos de lo Nuestro de Viedma se inauguró una muestra de postales antiguas, que propone un viaje en el tiempo. El fino e inteligente trabajo de rescate de 50 postales de distintos momentos, su reproducción y ampliación digital, más la compaginación del orden de la exhibición, son mérito de Mónica Nebiolo, responsable de la Fototeca de la entidad, con sede en calle Rivadavia 146 de la capital rionegrina.
Las paredes de la sala invitan, en efecto, a realizar un recorrido por la memoria de los cambios suscitados en el paisaje ciudadano de Viedma. Se arranca a principios del siglo 20 con vistas de la antigua Municipalidad (en la actualidad el Museo Tello, en transición hacia esa misma casona de la Asociación), la costa del río y la cárcel vieja, sobre la calle Alem. Algunos de esos trabajos tan remotos llevan la firma e impronta de Luis La Valle, un calificado fotógrafo radicado en Viedma hacia 1900.
Luego se avanza hacia las décadas del 40 y el 50, en donde las fotos permiten identificar la Catedral, el río y los barcos de gran calado que obligaban a levantar el gigantesco brazo de ese Goliat de hierro que es el puente ferrocarretero. En imágenes captadas en algunos casos por Mario Longhi (otro gran fotógrafo) y luego editadas por César y Marcelo Bagli (propietarios de prestigiosas papelerías e imprentas) aparecen la silueta de la Psiquis (la atrevida estatua de la Costanera, que mostraba un pecho semidesnudo para horror de muchos habitantes de Viedma del año ’20); la plaza San Martín con su famoso palco para la banda de música (el que provocó sarcástico comentario del periodista porteño Roberto Arlt); la avenida 25 de Mayo repleta de rosales, con un hotel Roma de ladrillos a la vista; el frente de la actual Legislatura, cuando todavía era el teatro Argentino; y la insólita presencia de dos hidroaviones en las aguas del río.
La postal más emblemática de la serie correspondiente a la primera mitad de la centuria pasada es la misma que fue utilizada para la promoción de la muestra. Es aquella donde se observan dos autos transitando por la calle Gallardo hacia el “puente de los curas” que cruzaba sobre el canal de provisión de agua a la cárcel, en cercanías de la quinta San Isidro de los sacerdotes salesianos, que más tarde fue asiento del seminario y en la actualidad constituye el complejo educativo que alberga los colegios San Francisco, Don Zatti y Padre Vecchi.
En medio del polvo se adivinan las siluetas de los ocupantes de los rodados, uno de ellos cargado con bártulos, como si se tratase de una mudanza.
Después, en el otro lateral, nos encontramos con postales en colores, que se corresponden con ediciones de las librerías Abel y Casa López, de los años ’60 al ’70. Desfilan ante nuestros ojos los techados de rojas tejas del ministerio de Hacienda y ex banco Provincia (el edificio que alguna vez se proyectó para hotel de Turismo); la plaza San Martín cuando lucía el busto al Padre de la Patria (con un anónimo chiquilín sentado en los escalones del rectángulo central); la obra de avanzadas líneas arquitectónicas de la Escuela Normal y Colegio Nacional sobre calle Lavalle (hoy José María Guido); una modesta villa balnearia marítima que aún se conocía como Massini, con amplios espacios baldíos; el aeropuerto Castello con flamantes instalaciones; y las anchas avenidas sin autos a la vista, que eran una característica de la serena Viedma de entonces.
Cada foto postal dispara una historia de recuerdos personales y colectivos. Las pretéritas esquinas se convierten en el centro de atención, por caso la de las calles Colón y Buenos Aires en una toma muy poco conocida, de principios de la década ’40 cuando ni siquiera estaba Casa Cortés. Los asistentes traen sus propios registros y comentan cosas como “aquí vivía mi abuelo”; “me contaron que acá estaba lo de fulano”, “esta casa está igual que hace 70 años”.

La plaza San Martín de Viedma, ágora de la capital, a través de los tiempos

Hay sitios públicos que se transforman con el correr de los años y cambian su fisonomía. Es el caso que nos ocupa: la plaza San Martín de Viedma, establecida a partir de la reconstrucción de la ciudad después de la inundación de 1899, registró en estos ciento y pico de años una serie de mutaciones interesantes.


Según los relatos del vecino Cándido Cámpano, recopilados por Nancy Pague en el libro “Viedma entre 1920 y 1930, en la memoria de don Cándido Campano”, la primera urbanización se realizó en tiempos en que el teniente coronel León Quaglia gobernador (1926-1929) del Territorio del Río Negro.
Campano recordaba que en ese tiempo “hicieron las diagonales y las cruces y las rellenaron con tierra de la manzana donde ahora está el edificio de Vialidad Nacional, el resto quedó en hondonada”. Quien fuera juez de Paz de Viedma añadía que “le pusieron cañerías para regarla y algunas estatuas: la Venus de Milo y esculturas de animales. Quedó tipo parque, muy linda, con sus bancos.”. Después señalaba que “en el año 1927, durante la visita que hizo a Viedma y Patagones el embajador de España, don Ramiro de Maestú, donó una fuente muy sencilla, que fue instalada pero no funcionó”.
Don Cándido también mencionaba que “por esos años (fines de la dé cada del ’30) las autoridades municipales hicieron construir frente a la Municipalidad (el actual emplazamiento del Museo “Gobernador Tello”) una especie de palco, grande, alto, muy bien hecho, para que tocara la banda de la Gobernación” y consignaba que en un depósito ubicado debajo del piso del palco guardaban sus herramientas los placeros.
El famoso palco
Esta construcción, una glorieta o palco, era realmente muy grande y desentonaba en el marco de la plaza todavía con árboles jóvenes. (ver foto arriba) En el verano de 1934 la mencionó el periodista y escritor Roberto Arlt en sus crónicas de viaje por la Patagonia en una forma bastante jocosa. Escribió, en su columna del diario El Mundo que “en la plaza principal, enfrente de la Municipalidad, han construido un pabellón de cemento armado para la banda y posiblemente discursos oficiales. Bueno, eso no parece un pabellón sino un albergue para elefantes, tan descomunalmente grande es. Uno lo mira y sin saber por qué experimenta ganas de reirse”.
Con absoluta indiferencia por el ácido comentario del talentoso cronista el sitio fue frecuentemente usado, no sólo por las bandas musicales de la época; sino también, para los juegos de los chicos en bicicleta y monopatín, así como para algún adelantado que ya calzaba patines sobre ruedas.
Otros datos
Pero volvamos a las memorias de Campano. Cita que en 1934 se plantó un retoño del pino de San Lorenzo; pero se terminó secando y en diciembre de 1978 se volvió a plantar otro retoño, sobre el lateral de la avenida 25 de Mayo, casi enfrente de una conocida casa de artículos de gas. Hay allí una olvidada placa que señala la presencia del árbol histórico en cuestión.
En las postrimerías de la década del ’40 el entonces gobernador del Territorio Miguel Montenegro hizo rellenar los desniveles que todavía tenía la plaza. También, en un alarde de diseño que se enmarca en el estilo de la arquitectura oficialista de los años del primer gobierno peronista, dispuso cubrir todos los caminos internos con baldosas de color rojo que ahora, por el paso del tiempo, apenas tienen una ligera coloración rosada y presentan muchas roturas. El ingeniero Montenegro se sentía muy orgulloso por su obra y le gustaba que lo llamaran “el gobernador que hizo embaldosar la plaza San Martín”. Por ese tiempo se tiró abajo el palco de la banda, quizás dándole la razón a Roberto Arlt (que para entonces ya había muerto, en 1942).
El busto y el monumento a San Martín
Al gobernador del territorio Carlos Gallardo (1903-1913) le corresponde la iniciativa de entronizar, en el centro del paseo, sobre una pilastra de dos metros de alto, un busto del general José de San Martín, fundido en el Arsenal de Guerra “Esteban De Luca” de Buenos Aires, con el bronce de dos cañones de la campaña militar encabezada por el general Roca. Cuentan las crónicas de ese tiempo que Gallardo propuso la realización de 8 bustos similares, como parte de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910, pero los trabajos se demoraron un par de años. Las otras siete esculturas gemelas se hallan en San Antonio Oeste, Guardia Mitre, Conesa, Río Colorado, Choele Choel, Roca y Allen.
El interventor militar de la gobernación, general Roberto Requeijo (1969-1972), se ocupó también de la plaza San Martín. En febrero de 1971 hizo remover el busto de bronce del Padre de la Patria, que fue a parar al vestíbulo central de la Casa de Gobierno en donde todavía se conserva, trayendo desde Buenos Aires una réplica de aleación del célebre monumento de San Martín a caballo.
Más cambios en el tiempo
A mediados de la década de los 60 el sistema lumínico de la plaza estaba en crisis, lo que favorecía naturalmente los arrumacos de los novios en los bancos instalados en el medio. Al intendente Oscar Hugo Mauri se le ocurrió, en 1967, reemplazar las columnas de hormigón -con dos bolas de vidrio de lámparas incandescentes- por modernas farolas con luminarias a gas de mercurio, a las que se adosaron unos bancos de diseño original, realizados en hormigón con revestimiento de pequeños azulejos llamados “venecianos” y un espacio para maceteros.
En 1984 el primer intendente de la recuperada democracia, Carlos Larreguy, ordenó arrancar el cerco bajo de ligustrina que rodeaba todo el perímetro de la plaza y limitaba el ingreso a la misma sólo por los caminos embaldosados.
En 1986, poco después del anuncio del proyecto de Raúl Alfonsín sobre el traslado de la capital, las Madres de Plaza de Mayo encabezadas por Hebe Bonafini hicieron en la plaza San Martín su tradicional ronda de los jueves y pintaron sobre las baldosas el ícono de sus pañuelos. Esa huella es repintada anualmente y se incorporó definitivamente al paisaje del paseo, aunque se perdió el grabado de un monolito recordatorio de aquel hecho, del que también tomó parte el obispo Miguel Esteban Hesayne.
En esta apretada síntesis falta mencionar otras intervenciones de renovación parcial, pero lo concreto es que la plaza de los poderes públicos rionegrinos permanece sin cambios importantes desde hace más de dos décadas.
La plaza de los actos
Pero la significación de este sitio, como ágora republicana, también comprende la memoria de momentos y visitas históricos. En su ámbito, por caso, se concentraron en noviembre de 1957 los vecinos que reclamaban que la incipiente Convención Constituyente reafirmara la condición de Viedma como capital de la joven provincia. Sobre la calle San Martín, en las veredas del histórico Palacio Municipal, habló el presidente Arturo Frondizi, en enero de 1961, acompañado entre otros por el intendente Guillermo Humble, el senador José María Guido y el gobernador Edgardo Castello, cuando vino a Viedma para la inauguración del Banco de la Provincia de Río Negro. También se recuerda que el expresidente Arturo Illia aceptó acompañar al interventor militar Julio Acuña, en el izamiento de la bandera el 2 de abril de 1982, en el marco de la fugaz recuperación de las Islas Malvinas.
Más cerca en el tiempo la plaza San Martín fue escenario de las primeras reivindicaciones políticas en la etapa final de la dictadura, con la presencia de Osvaldo Alvarez Guerrero (luego gobernador), y otros dirigentes. Es importante recordar también que el sitio albergó históricas luchas gremiales como los campamentos de la Unión del Personal Civil de la Nación y de la Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negro; y fue el escenario de dramáticos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas represoras de la Gendarmería Nacional en la caliente primavera de 1995.
Los edificios públicos del entorno
La importancia de la plaza San Martín esta dada, por otra parte, por el entorno de los edificios públicos que la rodean. En primer lugar de aparición el palacio municipal (actual Museo Tello) inaugurado como tal, según alguna documentación disponible, para el 25 de mayo de 1910 sobre la calle San Martín.
En la fundamentación del proyecto de declaración de Patrimonio Histórico presentado por el senador nacional Luis Falcó (en el 2003) se puntualiza que “a partir de la inundación, desde 1900, las reuniones de la Municipalidad se efectuaban en un edificio de armazón de madera forrado con chapas de zinc en el lote que hoy ocupa el Correo Argentino sobre la calle Rivadavia. Allí en la sesión del Concejo Municipal del 5 de abril de 1906 Don Juan Balda mocionó la construcción del edificio municipal en el terreno que antes de la inundación ocupaba, actualmente San Martín 263, la que fue aprobada por unanimidad. El edificio del Palacio Municipal fue diseñado por el Agrimensor Municipal Guillermo Pragne en 1906, y construido por Pedro Colombo. Comenzado en mayo de 1907 mediante un acto en el que se colocó la piedra fundamental y fue finalizado en 1909. La inauguración se llevó a cabo con grandes festejos el 25 de mayo de 1910, coincidiendo con el año del centenario de la Revolución de Mayo”
En la esquina sur, de Laprida y Belgrano, luce desde 1916 la Casa de Gobierno; y en el vértice opuesto, hacia 1925, se inauguró la imponente sucursal del Banco Nación; en tanto por el mismo año se terminó la construcción de la Residencia de los Gobernadores. La casona que albergó al Colegio Nacional (hoy sede del Departamento Provincial de Aguas) fue levantada por los años 20 y perteneció a la familia Chiapello (según Campano, obra citada).
Los otros edificios estatales son más recientes: ministerio de Producción (ex torre del Idevi) de 1972; ministerio de Salud (1978); palacio de Tribunales y juzgado Federal (en los años 90 del siglo anterior).