lunes, 11 de enero de 2010

La historia del club "Flor del Juncal" contiene relatos sobre pasiones y dramas

El ciclismo fue el deporte aglutinador de las primeras pasiones de "Flor del Juncal", el club de los chicos y los jóvenes del barrio Mitre.
En el centro de la imagen, con su bici sobre los hombros, la estampa de Remigio Perfetti, verdadero ídolo de aquel club de barrio fundado en Viedma hace 60 años. Abajo: un aspecto de los festejos del primer aniversario de la institución, en diciembre de 1950.
Hace 60 años, el 29 de diciembre de 1949, un grupo de vecinos viedmenses del barrio Mitre (que por entonces no tenía personería ni reconocimiento como tal) decidió fundar un club. Le pusieron de nombre “Flor del Juncal”, por la florcita silvestre que tanto abundaba en la cercana laguna.

Seis décadas después el cronista se reunió con dos de aquellos muchachitos entusiastas de los deportes, que formaban parte de un conjunto de jóvenes y niños talentosos para diversas disciplinas y constituyeron el corazón fundador de aquel club emblemático. Hoy son dos hombres septuagenarios y recuerdan con detalle una serie de acontecimientos que dieron lugar a la creación de “Flor del Juncal”, aquel club de barrio que perdura en nuestros días, bajo su actual denominación de “Club Atlético San Martín”.
Remigio y su barrio
En el mes de julio del 2008 en esta misma sección de Noticias de la Costa se publicó una nota titulada “Por los rincones del barrio Mitre, ayer y hoy, acompañados por Remigio Perfetti”. Este es un párrafo de ese artículo.
“El barrio Mitre de Viedma tiene personalidad propia, como herencia de un desarrollo casi autónomo del resto de la aldea grande que era la Capital del Territorio de Río Negro hacia fines del siglo 19 y comienzos de la centuria siguiente.
Los hitos de ese progreso en lo comercial y comunitario todavía están visibles, por ejemplo en sólidos locales de antiguos negocios, como la esquina de las actuales Zatti y Mitre, ex almacén de Escot; y el emblemático edificio de la escuela número 2, en su momento el establecimiento educativo estatal más importante de Viedma.
En los años 40 el barrio Mitre era una población que tenía de todo: comercios en los cuales era posible aprovisionarse de toda clase de mercaderías (hasta hubo un surtidor de nafta), bares, escuelas (la 2 y las hermanas de María Auxiliadora), la comisaría (ya veremos en dónde) y, casi en el deslinde para el centro, la vieja Penitenciaría Federal.
También hubo actividad deportiva propia, primero con el club Mitre (que precisamente le dio nombre a la barriada) y más tarde con Flor del Juncal, del que ya nos hemos ocupado en ocasiones anteriores.”
Falta agregar que Remigio, vecino de muchos años en la calle Lavalle (hoy José María Guido) es el recopilador y contador de historias más caracterizado de ese sector de la geografía urbana viedmense.
Tiene actualmente 79 años y sus ojos se humedecen de emoción y orgullo, cuando afirma: “yo soy uno de los fundadores de Flor del Juncal”.
Remigio y la bicicleta
“Es muy lindo contar cómo nació el club, porque tiene que ver con mis inicios en la bicicleta” relata Remigio Perfetti, uno de esos dos protagonistas del ayer que se mencionaban al comienzo.
“Yo no practicaba el ciclismo, hacía atletismo solamente y jugaba al fútbol. Una tarde, con mi gran amigo Edgardo Pérez, ya desaparecido, fuimos a ver una carrera de bicicletas en la antigua cancha de Sol de Mayo cerca de la costanera.” recuerda, con precisión de detalles. “Mirábamos a los corredores, algunos de ellos venidos desde Bahía Blanca y entonces le dije a Pérez: nosotros que nos vamos embalados desde el barrio hasta la laguna El Juncal podríamos también anotarnos para correr en bicicleta”.
Era todo un desafío, una temeridad quizás. Pero de esa clase de atrevimientos se nutre la historia de los grandes emprendimientos.
Después de aquella tarde de observación, en el circuito lateral al campo deportivo de Sol de Mayo, decidieron anotarse, para probar suerte como ciclistas por primera vez, a fines de 1948 en la prueba “La doble Bajada de De Rege” que salía por el camino del aeropuerto hacia la cuchilla, con un recorrido de 40 kilómetros entre ida y vuelta, todo sobre el áspero ripio.
“Nosotros largamos con unas bicicletas de media carrera, yo salí cuarto y mi compañero se ubicó quinto, porque teníamos mucha fuerza en las piernas” resume el resultado.
A principios del año siguiente la dupla se anotó en la competencia ciclística más famosa de la comarca en aquellos tiempos: la del 7 de Marzo en el circuito de la plaza Villarino. Pero entonces contaron con el asesoramiento de Manuel Goyeneche –“un recordado ciclista de los buenos del pasado, un verdadero maestro que hemos perdido hace pocos meses”, acota Perfetti- quien les aconsejó instalar piñones y coronas con multiplicación, para sacarle mejor resultado al esfuerzo físico.
Sigue el relato de Remigio “nos anotamos en segunda categoría porque allí nos sentíamos más confiados, la carrera era de noche y eran 20 vueltas. Corrimos con cubiertas Dunlop de tapones cuadrados, yo gané con cuatro vueltas de diferencia y Pérez salió segundo, con dos vueltas de ventaja sobre el resto”.
“Estábamos festejando el triunfo y se iba a largar la primera categoría, entonces viene Goyeneche y dice: muchachos tienen que animarse a la primera, anótense, vayan... Imagínese, recién habíamos terminado de dar 20 vueltas a la plaza y ya salíamos de nuevo” añade.
Los dos jóvenes deportistas viedmenses sabían que en esa división se enfrentaban a entrenados pedalistas de Bahía Blanca –“yo pensé, doy unas dos vueltas y abandono” señala Remigio- pero enseguida los dos amigos sacaron gran diferencia al pelotón, aprovechando que sus bicicletas más pesadas y con gomas grandes se agarraban mejor sobre la arena en la peligrosa curva “del Correo viejo” (Baraja y Suipacha).
“Eran cuarenta vueltas a la plaza y nosotros dale que dale, cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos embalados y gané la prueba con dos vueltas de diferencia a un corredor de Bahía; en tercero lugar entró otro bahiense y mi compañero quedó cuarto” recuerda, con una sonrisa que revive aquel momento inolvidable, hace más de 60 años.
Angel Geottonini, el amigo de siempre
En este punto de la charla se integra Angel Geottonini, de 74 años, otro vecino de la barriada Mitre. Trae sus propias vivencias.
“Nosotros, un grupo de chiquilines de entre 12 y 17 años, teníamos un líder de deportes y entretenimientos, que nos guiaba en juegos y salidas: Remigio Perfetti. Un tipo que siempre ha sido como sigue siendo hoy, bueno y sano, solidario y entusiasta. Nos llevaba a cazar a la laguna El Juncal, nos enseñaba a pescar, pasábamos por su casa a tomar la merienda. En ese grupo estábamos otros chicos de apellidos Cornide, Vázquez, Cruzado, Bravo, Ramos… todo el barrio Mitre era uno solo y Remigio era nuestro estandarte deportivo. Lo seguíamos a todas partes, fíjese que cuando Pérez y él van a correr a la plaza Villarino de Patagones era una competencia nocturna, en el año 1948, y yo tenía 13 años y mi viejo me dio permiso porque íbamos con Remigio” apunta.
Los recuerdos tienen punto de arranque en el barrio y en un cruce de calles que ya no se llaman como hace 60 años. “Nos juntábamos en la esquina de Lavalle y Salta (actualmente José María Guido y Schieroni) para hablar de fútbol, contar historias y dejar pasar el tiempo. Y había otro alma mater del grupo, que se llamaba Máximo Calvo, un señor mayor, que era electricista, trabajaba en la usina de Viedma y andaba con el carrito que arreglaba las luces del alumbrado público en las calles. Era un hombre chiquito, menudo, y decía siempre: tenemos que hacer un club, para aprovechar a todos estos chicos, antes que se nos vayan”.
Preparatoria y fundación
Remigio y Angel se cruzan y superponen en la charla, aportan sus anecdotarios y vivencias directas. De la recopilación de datos sale en limpio que Máximo Calvo fue, en el carrito de la usina a buscar a otro vecino, don Vicente Vázquez, que era empleado de la Gobernación del Territorio y sabía de cuestiones administrativas, para ofrecerle la presidencia de la entidad que estaban por fundar.
La sede de las reuniones preparatorias fue la casa de Lavalle 1025, en lo de Rosalía viuda de Calvo. Primero el 20 de diciembre de 1949 para ajustar detalles y finalmente el 29 de ese mismo mes para definir los miembros de la comisión directiva. Primer presidente fue, naturalmente, Vicente Vázquez.
“El nombre y los colores de la camiseta salieron de la inventiva de Máximo Calvo, porque la laguna era el bastión de nuestras excursiones y por la coloración de esa flor silvestre que abundaba en la zona: verde y amarilla” agrega también.
Remigio Perfetti fue uno de los primeros deportistas que lució esos colores en la camiseta (ver la foto que muestra el trazo bicolor en la tela) y con su entusiasmo por el ciclismo impulsó, casi enseguida, la creación del Circuito Ciclístico Flor del Juncal comprendiendo las actuales arterias Schieroni (desde la esquina de la sede provisoria, en el cruce con Guido) hasta Alvaro Barros, por ésta hasta Mayor Linares y así hasta Guido de vuelta. Las carreras eran a 40 vueltas y había que mantener informado al público sobre las alternativas y los punteros, para esa finalidad de instalaron bocinas altoparlantes y el locutor-relator era un joven llamado Magdaleno Ramos.
Fútbol y atletismo
La perfecta memoria y el archivo fotográfico de Remigio permiten recomponer la primera formación de fútbol de primera división que Flor del Juncal presentó, en 1950, para debutar en la Liga Rionegrina. La escuadra estaba conformada por H. Vázquez, V. Perfetti, Peña, Pérez, Schneider, Vázquez, (que aparecen parados) y Otero, R. Perfetti, Ullua, Server y Alarcón (agachados), con una mascota infantil (en el centro de la imagen) que era Angelito Massinari.
En la posta de atletismo se destacaron Remigio Perfetti, su hermano Antonio, “Coco” Alarcón, Magdaleno Ramos, Tomás Moyano, Carlos Colombo y Hugo Vázquez. Jóvenes que escribieron páginas gloriosas para el deporte barrial viedmense.
La historia sigue
¿Aquel puñado de muchachos del barrio Mitre que se juntaba, hace 60 años, en la esquina de las calles Lavalle y Salta (hoy llamadas José María Guido y Eliseo Schieroni, respectivamente) se habrán imaginado que seis décadas después, con kilos de más y pelos de menos, el recuerdo de aquellas proezas juveniles los señala como protagonistas de una historia singular?
No, seguramente no. Porque el impulso solidario de juventud y amor al deporte que los llevó a juntarse y formar un club de barrio no admitía especulaciones a futuro, se vivía el presente, sin ganas de mirar mucho más adelante.
Eran los tiempos de la vuelta al perro; de los helados en la confitería de Salinas y Gianni; vermú en la Costa Rica; milonga en el Rancho Grande o en la Española de Patagones para los que calzaban los pantalones largos; de matiné o ronda en el cine Argentino para los más purretes; de emociones futboleras contenidas junto a aquellos aparatos de radio tipo capilla que más se parecían a una heladera, escuchando los relatos de Fioravanti con ruido de fondo; tiempo de la revista El Gráfico, que se encargaba en lo de Fresán o en Casa López para esperarla con ansiedad el jueves o a veces recién el viernes.
No, seguramente no pensaban en el futuro, ni mucho menos en lo que sería de ellos 60 años después. Aquellos muchachotes de entre 15 y 20 se morían de ganas de organizarse para apoyar el desempeño de sus dos grandes valores del ciclismo: Remigio Perfetti y Edgardo Pérez, imbatibles sobre las rudimentarias pistas de canto rodado.
Ya hemos recordado que las primeras reuniones contaron con la hospitalidad de don Máximo Calvo y su esposa Rosalía, en la casa familiar de la calle Lavalle (hoy Guido) número 1025. Fue el anfitrión, Máximo Calvo, quien propuso el nombre “Flor del Juncal” y también imaginó los colores de la camiseta: verde y amarillo, porque son los colores de la flor del junco.
El 29 de diciembre de 1949 se hizo la reunión fundacional, estaban presentes el matrimonio Calvo, un montón de chiquilines, algunos de largo y otros todavía con los cortos, y don Vicente Vázquez, un simpático empleado de la gobernación que entendía de papeles y trámites y que por eso mismo recibió el cargo de primer presidente, para resolver toda la cuestión de la organización.
La primera sede oficial de “Flor del Juncal” fue una casa cedida por la familia Ansola en la misma esquina de Lavalle y Salta (perdón: Guido y Schieroni). Ya para 1950 se organizaba el primer equipo de fútbol, que desde bien abajo (desde las inferiores) comenzaba a morderle los talones a los equipos “grandes” de aquella época, como Sol de Mayo, Villa Congreso o el desaparecido Vial Rionegrino.
Pero la actividad ciclística seguía siendo la viga fundamental del club del barrio Mitre. Por eso en aquellas polvorientas calles armaron un circuito al que, por supuesto, Remigio Perfetti bautizó como “Circuito Ciclístico Flor del Juncal” comprendiendo las actuales arterias Schieroni (desde la esquina de la sede, en el cruce con Guido) hasta Alvaro Barros, por esta hasta Mayor Linares y así hasta Guido de vuelta. En la casa de la familia Ramos, que estaba por Schieroni entre Mitre y Alvaro Barros, se instalaban las bocinas de lata de la publicidad callejera del señor Diamante Gella y un joven aficionado a la locución improvisaba el vibrante relato de las competencias de bicicleta que se disputaban en el circuito. Ese aspirante de Luis Elías Sojit era Magdaleno Ramos.
El recuerdo de Magdaleno
“Yo era atleta y me destacaba en la carrera de postas, me gustaba el fútbol y jugaba con bastante habilidad también, pero no me animaba con la bicicleta, así que mi forma de acompañar a esas glorias del deporte del pedal era el relato” recordó Magdaleno, en charla con el cronista.
El paso del tiempo no le permite precisar cuándo fue su primera “transmisión” pero aseguró que “para la segunda ya me preparé con tiempo, pusimos las bocinas la noche anterior, con varios metros de cable y una instalación que cubría toda una cuadra; y hasta teníamos avisadores del mismo barrio”.
Pero el inquieto (y esmirriado) joven Ramos (55 kilos de peso) tenía otras inquietudes volcadas a lo artístico. “En la escuela 2, donde hicimos la primaria todos los chicos del barrio, tuvimos como maestro de música al recordado Alberto Proserpi, que nos inculcó el amor por el folclore” relató. De ese “semillero” salió otro valor que con el paso del tiempo se convertiría en un calificado profesional de las danzas tradicionales: Jorge “Cuerito” Gestoso.
“Cuando Flor de Juncal iba a cumplir su primer año de vida, a fines de 1950, se organizó una fiesta en el desaparecido bar “El palenque” de la esquina de Colón y Tucumán, y se preparó un duelo de contrapunto de malambo sureño entre nosotros dos, que fue la atracción de la noche” contó también.
Una de las fotos que ilustran estas páginas (del prolijo archivo de Remigio Perfetti) muestra un momento de esa velada, y sobre el escenario se puede ver a Ramos y Gestoso (con vestimenta gauchesca) los guitarristas que amenizaron el festival, Cirilo Martínez, Jorge Gamero y Remigio Perfetti; y miembros de la comisión directiva.
La tragedia enluta al arte
Hay un episodio que ocurre en los primeros meses de 1951, cuando el barrio Mitre palpitaba el crecimiento de su club propio y las proezas deportivas de sus mejores exponentes. Fue un hecho de sangre, de inusual violencia, un homicidio por ataque de arma de fuego, que causó enorme conmoción en la tranquila aldea grande que era la incipiente ciudad de Viedma de entonces.
Le fue narrado a este cronista por varios memoriosos vecinos y protagonistas. Todos coincidieron en la descripción cronológica de los acontecimientos, pero hay discrepancias en cuanto a la consecuencia de la tragedia en la vida institucional de Flor del Juncal. El apellido de la víctima, que no era oriundo de Viedma, aparece contradictorio. Pero también hubo un pedido muy especial, que se ha respetado cabalmente, sobre mantener en reserva el nombre del homicida, como una manera de proteger el honor de su familia. Han pasado 59 años, pero para algunos de aquellos jóvenes de antes parece que el drama sucedió ayer.
Esta es la crónica. En la escuela 2 funcionaba, por las noches, un elenco teatral aficionado del que participaban varios de los mismos jóvenes animadores de las justas deportivas de Flor del Juncal. El director del elenco era un señor apellidado B. (hay otras opiniones), muy apreciado y respetado. Los ensayos se realizaban en el escenario del patio cubierto del establecimiento (estamos hablando del viejo edificio de la calle Mitre, actual centro cultural número 2) y la puerta que da al frente se cerraba para evitar las miradas indiscretas. Un grupo de muchachos ajenos al grupo teatral permanecía en el exterior, pero uno de ellos abría la puerta y curioseaba, provocando ruido y desconcentración en los actores. El director intervino un par de veces y ordenó “¡dejen esa puerta cerrada!”. Al rato se produjo de nuevo la molesta intromisión y el señor B. decidió correr tras los impertinentes muchachotes. Ya estaban en la calle, hacia la esquina con Güemes, cuando en la serenidad de la noche sonó un disparo y se lo vio caer, malherido, al propio director.
“Nosotros, los actores, habíamos salido corriendo detrás y yo me acerqué a levantarlo, lo quise tomar en mis brazos y en ese momento expiró” recordó Magdaleno Ramos. El atacante fue detenido poco después y como ya era mayor de edad purgó la condena correspondiente. “No ponga el apellido, porque su familia es de buena gente y todavía están sus sobrinos” pidió Remigio Perfetti, otro de los testigos de aquella velada de horror.
Cambio de nombre
Perfetti vincula el posterior cambio de nombre de Flor del Juncal por el de Club Atlético San Martín, en septiembre de 1951, con aquella tragedia. Como una forma de eliminar en el historial de la institución cualquier relación con un hecho de sangre y violencia que lo vinculara con la “historia negra” del barrio Mitre. Otras voces escuchadas por el cronista descartan una relación causal entre los hechos. Lo cierto es que la denominación referente a la flor de los juncales no alcanzó a usarse dos años y San Martín empezó a crecer con identidad propia.
Una escuadra imbatible
Con los años llegaría la sede social propia, sobre la calle Saavedra, el campo de juego en la periferia de la ciudad, y los triunfos sensacionales. Angel Geottonini, de cuya valiosa colaboración en este anecdotario ya dimos cuenta en la nota anterior, pidió que se hiciera especial mención de la escuadra de fútbol del campeonato de primera de 1957, que llegó a la victoria final absolutamente invicta. La foto es para el recuadro, allí están, de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, Antonio Perfetti, Faco Navarro, Pity Vidal, Pocho Rossi, Cachi Gómez, Julio Elosegui, Pitula Arzan, los hermanos Guttman (ayudante y director técnico); el Loco Alarcón, Mingo Gestoso, Aldo “Nene” Martínez, Angel Geottonini y Pedro Ansola. ¡Salud a los campeones de hace 52 años!
Felicitaciones a los fundadores de Flor del Juncal y los seguidores del Club San Martín.