sábado, 14 de noviembre de 2009

Un pasaje con historia propia y un nombre sobre hermanos maragatos




Uno de los sitios más pintorescos del casco histórico de Carmen de Patagones es el Pasaje San José de Mayo, también conocido popularmente como “la calle de las escalinatas”. Muy pocos saben de la explicación de su nombre, que le fue impuesto hace 17 años; y mucho menos conocido es un episodio trágico que tuvo este sitio como escenario, hace casi ocho décadas.

En los años ’60 era usado para “proezas” de los muchachos del centro y la Municipalidad tuvo que ponerle cadenas, para evitar accidentes. Es una magnífica atalaya para observar el río y la vecina ciudad de Viedma con el infinito paisaje del Valle Inferior perdiéndose en la cuchilla. Lugar de encuentro de miles de parejas de novios que han aprovecha de su recatada intimidad, como si los paredones laterales fueran ciegos y sordos. Los dos inolvidables pintores maragatos, Alcides Biagetti y Julián Mayo Llambí, lo usaron de inspiración para algunos de sus cuadros. Cuanto turista y fotógrafo aficionado circula por el territorio de la ciudad más austral de la provincia de Buenos Aires se detiene en su punto más alto, para captar imágenes que serán atesoradas. Ha sido (y sigue siendo) anfiteatro para la realización de espectáculos de las más diversas expresiones culturales, y fue en ese sentido, la cuna de la emblemática fiesta mayor de Patagones en cada mes de marzo.
Por todas y cada una de estas razones el Pasaje San José de Mayo se merece esta crónica, que se bifurca hacia historias muy antiguas y otras que no lo son tanto.
Orígenes de barro
En Carmen de Patagones siempre hubo una vía de comunicación importante para la conexión entre el barrio del puerto y la fortaleza, que constituyó desde el principio de los tiempos el asiento de las autoridades. La actual calle Bynon fue, seguramente, el camino más rápido pero también el más peligroso, por lo empinado, utilizado por todo tipo de carruajes pero accidentado para los caminantes.
Los peatones, en efecto, usaron senderos variados, cruzando por el medio de las viviendas en desordenado andar, según las alternativas escarpadas del terreno. La primitiva urbanización del pueblo se fue concretando en distintos pasos y en octubre de 1858 la municipalidad decidió cerrar uno de los callejones que bajaban desde el fuerte hacia el muelle. Según un antiguo documento “en reemplazo del referido callejón se ubicó un espacio de terreno que se halla situado frente al asta de la bandera de la fortaleza y entre medio de la casa de don Alejo Ibáñez y el rancho de don Lorenzo Mascarello”. El terreno fue adquirido y un año más tarde, en octubre de 1859, se habilitó este pasaje.
Durante muchos años esta callejuela llevó el nombre de Dr. Baraja por ser una continuación de la calle que ahora arranca en Olivera (en la esquina posterior de la escuela 2) y llega hasta la esquina del hospital.
Un accidente fatal
El pasaje era de tierra y por su fuerte pendiente, con unos 15 metros de diferencia de un extremo al otro, se convertía literalmente en un tobogán cuando se encontraba barroso como consecuencia de las lluvias. En mayo de 1930 la inclinación natural de la barranca y la imprudencia de dos muchachos que se desplazaban en un carro tirado por un caballo tuvieron un trágico corolario.
En esa oportunidad los jóvenes Felipe Badaracco y Carlos José Montero de Espinosa resultaron gravemente heridos cuando intentaron bajar la empinada pendiente con un carro de tipo jardinera. La crónica del periódico “La Nueva Era”, en su edición del 24 de mayo de ese año, dice “el hecho servirá de experiencia a las personas que circulan con sus vehículos por las calles del pueblo menos propensas para el tráfico (…) tirada por un caballo brioso la aguda pendiente lo asustó y desbocó calle abajo y al doblar en la calle Mitre para no chocar con la pared de enfrente el carruaje volcó en forma impresionante…” Felipe Badaracco murió algunos días más tarde por las lesiones sufridas y durante muchos años el triste recuerdo fue una advertencia permanente, sobre lo poco conveniente de usar el callejón para desplazarse en vehículos con ruedas.
Las escalinatas
Con el loable propósito de darle una mejor presentación y convertir al pasaje en una vía de comunicación exclusivamente peatonal la Municipalidad de Patagones realizó, en 1962, la construcción de escalones de hormigón en un número cercano al centenar. La obra se habilitó con comentarios favorables de los vecinos del sector; pero algunas semanas más tarde comenzaron a llegar las quejas. Ocurría que algunos muchachos de familias tradicionales patagonesas convertían a la callejuela de las escalinatas en el territorio de sus proezas nocturnas. Era habitual que en horas de la madrugada, tras la salida de los bailes o quizás de regreso de la expedición a la otra orilla (donde ya brillaba como “catedral de la noche de la Comarca” el célebre ‘Center’s Club’) los jóvenes trepaban y bajaban por los escalones con camionetas utilitarias, tipo “jeep”, o motocicletas de poderosa cilindrada.
Hubo que buscar una solución y se decidió colocar gruesas cadenas en los extremos, más dos antiguos cañones de hierro fundido, seguramente rezagos de la dotación del fuerte, apuntando hacia Viedma en actitud poco amistosa.
No hay registros sobre accidentes ocurridos en las últimas décadas, lo cual parece indicar que las cadenas fueron el recurso adecuado.
La cuestión del nombre
El callejón cambió de nombre a fines de 1992. Quizás no son muchos los vecinos maragatos y viedmenses que saben que, por ordenanza del 18 de diciembre de 1992, se le impuso la denominación de Pasaje San José de Mayo.
San José de Mayo es una elegante ciudad del interior de la República Oriental del Uruguay, 75 kilómetros al norte de Montevideo, la capital del país. Hace casi 17 años, en diciembre de 1992, las autoridades municipales de las ciudades d e Carmen de Patagones y San José de Mayo suscribieron un acta de hermanamiento institucional. Los actos se cumplieron aquí, en Carmen de Patagones, con la presencia del Intendente y el presidente del Concejo Municipal de aquella urbe uruguaya en calidad de invitados especiales.
Por Patagones firmaron quienes eran por entonces el intendente, Haroldo Lebed; y el titular del Honorable Concejo Deliberante, Juan Héctor Angos.
¿Cuál era la razón del hermanamiento?: sencillamente una curiosidad histórica. Allá por los últimos años del siglo 18 la corona española decidió enviar colonos agricultores para el establecimiento que debía fundar el enviado Francisco de Viedma y Narváez. Algunos de ellos provenían de la región de la Maragatería y llegaban a América con la esperanza de forjarse un nuevo porvenir. En Montevideo tuvieron que esperar varias semanas y un grupo de ellos se internó en territorio de lo que es hoy el Uruguay; en tanto los restantes arribaron finalmente a las costas del río de los Sauces, nuestro río Negro.
Ese conjunto de pocas familias constituyó el núcleo fundador de esa ciudad de San José de Mayo, cuyos habitantes son conocidos –allá en tierras uruguayas- como los “maragatos”. Por eso, entonces, se construyó el hermanamiento entre las dos poblaciones, la argentina y la uruguaya. La iniciativa arrancó de Patagones y este cronista recuerda que fue Jorge Irusta, en aquel año de 1992 secretario del Honorable Concejo Deliberante quien viajó especialmente a San José de Mayo para establecer los primeros vínculos. Después, durante varios meses, se intercambió la correspondencia y se ajustó el entendimiento.
El acto formal se realizó, como ya dijimos antes, el 18 de diciembre de 1992. Uno de los aspectos interesantes que se abrían a partir del acuerdo era el intercambio cultural entre las dos ciudades.
Los Carreteros
En aquellos años la fiesta anual de Carmen de Patagones, en cada mes de marzo, se llamaba “de la Soberanía y de la Tradición”, bajo la responsabilidad del club Fuerte del Carmen. Para la edición de 1993 llegaron especialmente a Patagones los integrantes del conjunto folclórico “Los Carreteros”, de San José de Mayo.
Esta agrupación, que registraba sus inicios en 1952, se había convertido en exponente tradicional de las expresiones folclóricas campestres uruguayas y animó una de las noches centrales de la celebración de Patagones.
En marzo de 1994 nuevamente actuaron “Los Carreteros” en Carmen de Patagones y uno de los integrantes de la misma delegación uruguaya anunció la realización de la “Primera Fiesta del Gaucho”, allá en tierras “maragatas” orientales para abril de aquel año, Surgió la idea de intercambiar visitas y fue este cronista, por entonces animador y maestro de ceremonias de aquella Fiesta de la Soberanía y de la Tradición, quien cruzó el Río de la Plata para conocer a la ciudad hermana.
San José de fiesta
La Primera Fiesta del Gaucho se realizó en San José de Mayo, Uruguay, entre el 16 y el 18 de abril de 1994, con un gran desfile de jinetes, un festival folclórico y demostraciones de habilidades gauchas en el Parque Rodó. Allá estuve, hablando por radio y con las delegaciones, contando de Patagones y estableciendo vínculos.
Para el año siguiente, 1995, el grupo “Los Carreteros” ya no pudo venir y las relaciones de hermandad entre ambos pueblos se fueron enfriando. En noviembre de ese año el escribano Magdaleno Ramos, que ya era intendente electo de Patagones pero todavía no había asumido, hizo a Uruguay un viaje particular y procuró entrevistarse con las autoridades municipales de San José de Mayo para reanudar los lazos de hermandad. No hubo respuesta a los llamados telefónicos. Transcurrieron ya 17 años y no hubo nunca más expresiones de mutuo interés.
Así, lamentablemente, quedó en desuso aquel hermanamiento de 1992 en cuyo marco de ceremonial se le impuso al pasaje de las escalinatas el nombre de la ilustre ciudad uruguaya. Quizás este artículo sirva para reactivar esta cuestión, en aras de un favorable intercambio de tipo social, cultural y deportivo. Para que la atalaya también nos permita mirar hacia un país hermano.